Vida cristiana y comunidades cristianas (2)
En el post anterior vimos que el Código de Derecho Canónico (CDC) considera como un derecho de los fieles cristianos (clérigos o laicos) la fundación de “asociaciones de fieles” que buscan realizar “iniciativas para… la animación con espíritu cristiano del orden temporal.” (CDC, canon 298,1).
Por lo tanto, también hoy, como ayer, es lícito crear y fomentar asociaciones católicas de orden cultural, social, deportivo, empresarial, gremial, político, etc. Nos preguntamos, sin embargo, si hoy esas asociaciones católicas, además de ser lícitas, son también convenientes. Hay quienes piensan que tales asociaciones confesionales son un residuo de la Iglesia pre-conciliar y que no tendrían lugar en nuestros tiempos, en los que se impondría una noción de laicidad tolerante y pluralista, abierta a la más amplia cooperación de los cristianos con los no cristianos en todos los asuntos temporales.
Opino que, cuando algunos fieles católicos se asocian para trabajar juntos en la animación con espíritu cristiano del orden temporal, en cualquier ámbito o sector determinado, lo más lógico es que también su asociación (y no sólo sus socios individuales) sea católica, más allá de que esa confesionalidad asuma o no la forma canónica precisa de una “asociación de fieles”.
Las personas forman asociaciones para alcanzar más fácilmente determinados fines deseables. Como dicen sabios refranes populares: “la unión hace la fuerza”, “cuatro ojos ven más que dos”, etc. Ahora bien, si la iniciativa emprendida por los socios fundadores está inspirada en el Evangelio de Cristo y tiene realmente como objetivo animar el orden temporal con espíritu cristiano, sería bastante extraño que precisamente esa fuente primera de inspiración y ese objetivo último constituyeran sólo un compromiso individual, pero no colectivo, como si en esa dimensión trascendente ya no valiera la eficacia de la tendencia asociativa, o como si la unión requerida en ese sentido fuera únicamente la genérica comunión eclesial.
Para no perdernos dentro de la gran variedad de casos posibles, consideremos un caso particular: el de un grupo de católicos que se asocian para trabajar en la defensa y promoción del derecho humano a la vida (*). En principio caben dos posibilidades: que la nueva asociación sea (explícita o implícitamente) católica o bien que sea aconfesional, un ámbito secular que agrupa tanto a católicos como a no católicos en procura de objetivos meramente seculares.
Es importante notar que la primera alternativa (la de la confesionalidad) no excluye la posibilidad de cooperar con no católicos en el amplio campo del movimiento pro-vida, puesto que no impide participar de un segundo ámbito donde distintas personas o asociaciones (entre ellas nuestra asociación católica) cooperarían en distintas iniciativas comunes, sin perder sus identidades propias ni su legítima autonomía.
Este esquema de “círculos concéntricos” tiene varias ventajas:
• ayuda a mantener vivo y operativo el espíritu cristiano que inspiró a los socios fundadores;
• evita reducir los objetivos sociales al “máximo común denominador” de los principios, creencias o valores compartidos por socios católicos y no católicos;
• muestra que el diálogo y la cooperación de católicos y no católicos no debe ni necesita hacerse a expensas de la identidad católica de los católicos.
En el caso concreto de un grupo pro-vida o pro-familia, podemos agregar la siguiente consideración: si bien en principio la ley moral natural (sustento del derecho a la vida y de todos los derechos fundamentales del hombre y de la familia) es una base común accesible para católicos y no católicos, de hecho son muy raros los casos de no católicos que se adhieran a esa ley moral en toda su integridad. La Iglesia Católica es la única organización religiosa que se atiene firmemente a toda la ley moral natural, incluso en lo relativo al divorcio, la anticoncepción, la reproducción humana artificial, etc. Por lo tanto, renunciar como colectivo a la confesionalidad católica implicará, tarde o temprano, terminar discutiendo dentro del grupo cosas que los socios fundadores daban por supuestas, con el consiguiente desgaste interno.
La confesionalidad del grupo implica, ante todo, la fijación de un objetivo trascendente, no meramente intramundano. Por ejemplo, el objetivo último de un grupo pro-vida católico no puede reducirse a salvar el mayor número posible de vidas humanas, aunque naturalmente esto sea un bien deseable. En cambio, el objetivo último de ese grupo, comoquiera que sea formulado, será contribuir (en el ámbito específico del movimiento pro-vida) a “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Efesios 1,10).
Si el objetivo último del grupo es sobrenatural, entonces sus medios no podrán ser sólo naturales. En el caso concreto del movimiento pro-vida, esto significa, entre otras cosas, que no hay razones válidas para renunciar al lenguaje teológico a favor de un lenguaje exclusivamente filosófico o científico. Esa renuncia equivaldría a caer en la trampa del secularismo, que quiere hacernos creer que la fe sólo tiene lugar en el ámbito privado, mientras que en el espacio público sólo tienen derecho de circulación los argumentos no religiosos. Tenemos el derecho y el deber de predicar el Evangelio de la Vida en privado y en público, y para ello será preciso usar, de forma conveniente y oportuna, argumentos teológicos, filosóficos y científicos, en función de los destinatarios del mensaje y de otras circunstancias.
La renuncia al lenguaje teológico explícito no sólo impediría el logro del objetivo último religioso de la asociación católica, sino que incluso comprometería gravemente el logro de sus objetivos intramundanos; porque, como bien escribió Santo Tomás de Aquino, Dios reveló verdades de suyo accesibles a la sola razón natural (como las verdades que integran la ley moral natural) para que en el estado presente de la humanidad todos los hombres pudieran conocerlas fácilmente, con certeza y sin mezcla de error.
Daniel Iglesias Grèzes
*) Mutatis mutandis, lo dicho para las asociaciones pro-vida vale también para los demás tipos de asociaciones.
19 comentarios
Se trata de un grupo de malabares integrado por estudiantes de un colegio mayor. Nominalmente, todos católicos. Que se lo tomen en serio, tres de ellos.
Se toma como patrón a San Ginés, pero como algo simbólico.
¿Donde entra Dios ahí? Quiero decir, ¿cómo se pone a Dios ahí? Osea, no vamos a rezar el rosario mientras lanzamos antorchas al aire, por ejemplo. Es decir, ¿cómo se aplica?
muchas gracias
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DIG: No hay un malabarismo católico, como no hay una matemática católica, pero sí hay una forma católica de ser y de trabajar que puede vivirse en cualquier profesión y en cualquier ámbito.
La realidad nos muestra a una Iglesia invadida por el enemigo (el "humo de Satanás"), que ataca con armas dialécticas muy sofisticadas, especialmente armas dialécticas y mediáticas, cuyo poder está magnificado por el pobre arsenal de los defensores. Los cuales se hayan actualmente arrinconados y en manifiesta CLANDESTINIDAD. Y quien lo dude, que se dé una vuelta por algunas parroquias...
Cualquier asociación que pretenda ser "católica" hoy en día, en medio de la confusión que existe, cuando se está dando un combate "casa por casa", parroquia por parroquia, casi casi alma por alma, es una quimera. ¿Cómo mantener la unidad católica entre miembros que no serán capaces de ponerse de acuerdo en el significado de palabras esenciales como "libertad", "amor", "tolerancia", "discriminación", "derechos de Dios", "derechos humanos", "salvación de las almas"?
¿Cómo mantener la unidad, y esto es más grave, cuando entre "católicos" no son capaces de ponerse de acuerdo siquiera en quién es Cristo? ¿O sobre lo que significa su Reyecía Universal? ¿O sobre el Orden Natural? Porque no nos engañemos, se venden (y se compran!) como pan caliente dentro de la Iglesia herejías de todos los matices, cada una con una versión de "cristo" particular... Mientras los perros guardianes parecen dormir.
En estas condiciones, hablar de "asociaciones católicas" es una quimera.
No sé si me explico.
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DIG: Supongamos que los católicos fieles al Magisterio de la Iglesia fueran tan pocos como tú dices o sugieres. ¿Ganarían algo con no asociarse entre ellos o se debilitarían aún más?
Mas, no participo de ese grado de apertura, entre los que me son iguales: católicos, bautizados, hijos de la Madre Iglesia, como yo. Y en este punto, NO OS COMPRENDO. Os abrís a cualquiera, al menos así es como quereís proclamarlo; pero yo puedo decir que os cerraís ¡y de qué modo! a los que como yo, hablan con un lenguaje, que no es "el que todos repiten cansinos hasta la saciedad", a mí, que pretendo informar LO QUE SUCEDE, no me recibe vuestra curiosidad animosa, ¡y soy de los vuestros!
Días llevo, amigo Daniel, trantando de contactar con "los míos", personas de FE que creía yo se hallaban dialogando en estas redes. Ofrezco mis conocimentos: http://rosario-asuntosdejesucristo.blogspot.com, y hasta el presente no veo que este pueblo que habla de asociarse y organizarse en grupos de evangelio, para mantener su fuerza compartida, quiera asomarse mínimamente a LA VERDAD. lo escribo con mayúsculas porque NO ES MÍA; yo tan sólo acredito lo que sé conocer y se me da.
De modo que la conclusión es la misma que ya me asiste desde hace tiempo: los católicos -se salve quien pueda- "no buscan el honor que procede de Dios, sino que persiguen las honras y las alabanzas que conceden los hombres. Pero esto es política, no religión.
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DIG: No todo católico debe interesarse por lo que tú digas o escribas (ni por lo que diga o escriba yo). Sólo una Palabra es necesaria y Ella tiene muchas formas de llegar a los corazones de los hombres. Si somos fieles, no somos más que instrumentos de esa Palabra de Vida. Ni tú ni yo somos los salvadores del mundo.
En tesis, toda socialidad debe ser asumida por Cristo, desde la familia hasta el Estado, porque Cristo es Rey de todo el hombre, incluso de su aspecto relacional o social; en hipótesis, puede tolerarse, por razones estratégicas, la tolerancia de socialidades aconfesionales, sin perder de vista el principio. Cuando la hipótesis se volvió tesis (incluso con la modificación de Concordatos con Estados) se perdió el norte.
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DIG: Dios mediante, más adelante escribiré sobre las asociaciones políticas, distinguiendo dos problemas: la confesionalidad de los partidos políticos y la confesionalidad del Estado.
Entretanto, niego que la Iglesia Católica haya "perdido el norte".
Por caso, en estos días, la diplomacia vaticana ha dicho del hno. Roger algo que es privativo de los santos canonizados. Y en Infocatólica misma, se hace una abierta defensa de un conspicuo representante y difusor del protestantismo en España.
Así, mal vamos.
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DIG: ¿La Iglesia de Cristo se ha convertido en un "aquelarre", del que forman parte también la diplomacia vaticana e Infocatólica? ¿Dónde permanece entonces la verdad católica? ¿Sólo en ti y unos pocos más?
Las leyes inicuas tienen un efecto anestésico sobre las conciencias cristianas. Una vez que se ponen en vigencia, normalizan lo torcido, lo vuelven un derecho, y muchos cristianos pierden conciencia de estar ante un mal social objetivo.
Una cosa es reconocer que determinados objetivos no son posibles en determinadas circunstancias, y que intentar su realización actual, inmediata, sería un anacronismo. Otra cosa es perder la conciencia de que esas circunstancias impedientes son un mal social objetivo. Y otra, mucho más grave, es renunciar por completo a los mejores objetivos, y sustituirlos por fórmulas de compromiso, de aceptación tácita de lo malo, que en los hechos además se revelan como un catálogo de ilusiones.
Hay un curioso optimismo (semipelagiano) en torno a la acción social basada en el derecho natural que no se condice con los diversos grados de evidencia de las normas de la ley natural, ni con la necesidad (moral) de la Revelación para un conocimiento completo, cierto y sin error del orden natural.
Saludos.
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DIG: El mal cometido sin conciencia de su maldad no implica culpa subjetiva. Por eso Chesterton escribió, medio en broma y medio en serio, algo así: se dice que hoy hay una crisis moral; no se preocupen demasiado: se trata más que nada de una crisis mental.
Bueno, tampoco tenemos que tomarnos esta broma demasiado en serio y dejar totalmente de preocuparnos; pero expresa sin duda una gran verdad.
El Norte es el Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo.
Hace décadas que no se menciona en ningún documento.
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DIG: La conversión personal tiene una prioridad ontológica con respecto a la conversión social. Ésta es una consecuencia o subproducto de aquélla. La Iglesia Católica nunca ha renunciado a cumplir la misión que Jesucristo le encomendó, aunque hoy día el impulso misionero esté demasiado debilitado en muchos ambientes católicos. Hoy en día -evidentemente- la prioridad absoluta es el anuncio del Evangelio de persona a persona, de corazón a corazón.
Además, lo importante no son las palabras, sino los conceptos expresados por ellas. Es verdad que ya casi no se usa la expresión "Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo", pero se utilizan otras expresiones que en el fondo son equivalentes: "cultura cristiana", "civilización del amor", etc.
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DIG: Y caridad (o amor) quiere decir servicio, perdón, renuncia... No afán desordenado de poder.
En la traducción de Bernárdez:
Que con honores públicos te ensalcen
Los que tienen poder sobre la tierra;
Que el maestro y el juez te rindan culto,
Y que el arte y la ley no te desmientan.
Que las insignias de los reyes todos
te sean para siempre dedicadas,
Y que estén sometidos a tu cetro
Los ciudadanos todos de la patria.
Saludos.
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DIG: No se puede cosechar sin haber sembrado. Nuestra tarea en esta era de la historia es sembrar, sin apresurarnos ansiosamente a recoger una cosecha que no nos pertenece ni nos corresponde. No tiene mucho sentido proponer la confesionalidad del Estado en una situación histórica en la que ésta sólo podría ser una ficción jurídica o una tiranía.
Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy .
Etc.
Creo que coincidimos en lo prudencial. Es lo que intenté expresar más arriba:
"Una cosa es reconocer que determinados objetivos no son posibles en determinadas circunstancias, y que intentar su realización actual, inmediata, sería un anacronismo. Otra cosa es perder la conciencia de que esas circunstancias impedientes son un mal social objetivo. Y otra, mucho más grave, es renunciar por completo a los mejores objetivos...
Saludos.
Por cierto, yo no reduciría la importancia de lo social para la perfección o la ruina de las personas. Pío XII lo expresó con suficiente claridad:
«De la forma dada a la sociedad, conforme o no a las leyes divinas, depende y se insinúa también el bien o el mal en las almas, es decir, el que los hombres, llamados todos a ser vivificados por la gracia de ,Jesucristo, en los trances del curso de la vida terrena respiren el sano y vital aliento de la verdad y de la virtud moral o el bacilo morboso y muchas veces mortal del error y de la depravación.»
Saludos.
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DIG: Por supuesto, no niego el hecho obvio de que la sociedad influye -y mucho- en las personas; pero sí afirmo que la transformación de las personas es, en definitiva, más importante que la de las estructuras sociales, y que si se quiere cambiar la sociedad, el énfasis debe ponerse sobre todo en la conversión personal y no meramente en la transformación de las estructuras.
Con este fragmento quiero trasmitir un aspecto de mi vida cristiana. La corrección fraterna.
Si no se me hubiese concedido o yo hubiese despreciado el don de un grupo cristiano serio como el que cuento no tendría más remedio que tirar por donde pudiese. La guía de un sacerdote a través de la confesión, principalmente.
Pero someterse a la corrección fraterna requiere contar con hermanos, hermanos en la fe, que te quieran desde la fe, nada de unos hermanazos mu comprensivos y nada estimulantes para volverse a Cristo.
Por esto solo ya merece la pena buscar un grupo cristiano.
A ver, ¿cómo hacen en los países donde los cristianos están perseguidos para vivir la fe? Pues se reunen de forma clandestina, se reunen.
No es algo despreciable formar o no formar comunidad, es vital, es un don precioso, muchas veces un incordio, pero desde la fe, es un regalo inmerecido.
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DIG: Muchas gracias, Raffaelo.
Los cristianos deben practicar la corrección fraterna en todos los ambientes (familiares, laborales, eclesiales, etc.).
Coincido contigo en que, en general, participar en un grupo o pequeña comunidad cristiana es algo muy positivo, por lo que hay que dar gracias a Dios.
A lo único que me opongo es a ver esto como una especie de obligación moral para todo católico, independientemente de sus circunstancias personales (algo así como un inexistente "sexto precepto de la Iglesia": "participarás en una pequeña comunidad").
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