La acción política de los católicos (1)

1. La dimensión política de la fe cristiana

La Iglesia Católica reconoce la justa autonomía de la realidad terrena, de la cultura humana y de la comunidad política (cf. Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et Spes, nn. 36, 59, 76). Este principio católico contradice tanto al integrismo, que niega la autonomía de la realidad creada, como al secularismo, que la exagera considerándola como independencia respecto de Dios. Mientras que el integrismo une indisolublemente a la fe cosas que le pertenecen sólo accidentalmente, el secularismo separa de la fe cosas que le pertenecen sustancialmente. El Concilio Vaticano II rechaza ambos errores, afirmando que las cosas creadas y la sociedad gozan de leyes y valores propios, que el hombre debe descubrir y emplear, y que la realidad creada depende de Dios y debe ser usada con referencia a Él (cf. ídem, n. 36).

De acuerdo con su afirmación de la legítima autonomía de la comunidad política, la Iglesia reconoce no tener las soluciones a todos los problemas políticos que enfrentan las sociedades humanas. Por ejemplo, no es tarea de la Iglesia enseñar a los uruguayos si debemos o no debemos privatizar la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP); y es muy dudoso que sea tarea suya determinar si y hasta qué punto específico es conveniente o no para los latinoamericanos adoptar los diez lineamientos generales de política económica agrupados por John Williamson bajo el nombre de “Consenso de Washington”. En este terreno tienen la palabra los partidos y las ideologías políticas. Por eso está prohibido a los clérigos ejercer cargos del gobierno civil y participar activamente en partidos políticos (cf. Código de Derecho Canónico, cc. 285,3; 287,2). La Iglesia tiene una sola cosa que ofrecer a los hombres: nada más ni nada menos que la Palabra de Dios hecha carne, Jesucristo, el Salvador del mundo, quien nos ha revelado la verdad acerca de Dios y la verdad acerca del hombre. Por otra parte, sin embargo, esta verdad revelada acerca del hombre se refiere tanto a la dimensión individual como a la dimensión social del ser humano. La fe cristiana tiene consecuencias ineludibles en el terreno de la moral social. Por ende la Iglesia cuenta con valiosísimos principios orientadores en el área de los asuntos culturales, políticos y económicos, a tal punto que se puede afirmar que “no existe verdadera solución para la “cuestión social” fuera del evangelio” (Juan Pablo II, encíclica Centesimus Annus, n. 5; cf. n. 43).

El carácter secular es propio y peculiar de los laicos… A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios.” (Concilio Vaticano II, constitución dogmática Lumen Gentium, n. 31). No se ha de confundir la secularidad del laico con el secularismo. Éste propone una visión dualista que disocia absolutamente los ámbitos público y privado de la vida del hombre, relegando a la religión únicamente a la esfera privada. Esta visión procede de un racionalismo que considera a la fe como un sentimiento irracional que desune a los hombres y que no tiene derecho de ciudadanía en el ámbito público, por ser éste un ámbito reservado a la mera racionalidad. No tenemos que dejar de ser cristianos al salir de nuestras casas o templos y entrar a las escuelas, los lugares de trabajo, el Parlamento, etc. Debemos actuar como cristianos siempre y en todo lugar, también en el ámbito político.

2. Los dos problemas políticos principales

El problema político principal del siglo XX podría sintetizarse aproximadamente en la siguiente pregunta: ¿Cuál debe ser el rol del Estado en la vida de la sociedad? Las distintas respuestas a esta cuestión suelen ser representadas gráficamente sobre un eje horizontal:

• En la extrema izquierda se ubica el socialismo colectivista, en el cual el Estado asume un rol totalitario.
• En la extrema derecha se ubica el liberalismo individualista, en el cual el Estado asume un rol mínimo.
• Entre ambos extremos se ubica toda una gama de posiciones más moderadas.

Desde la perspectiva de la fe católica, existe un pluralismo político legítimo. Las propuestas políticas legítimas para un católico deben ser compatibles con los siguientes dos principios básicos de la doctrina social de la Iglesia:

El principio de solidaridad, según el cual el Estado debe promover la justicia social, tutelando especialmente los derechos de los débiles y pobres (cf. Juan Pablo II, encíclica Centesimus Annus, nn. 10, 15).
El principio de subsidiariedad, según el cual el Estado no debe sofocar los derechos del individuo, la familia y la sociedad, sino que debe promoverlos (cf. ídem, nn. 11, 15).

Si uno se mueve desde el centro hacia la derecha sobre el referido eje horizontal, llega un momento en que deja de respetar el principio de solidaridad. En cambio, si uno se mueve desde el centro hacia la izquierda, llega un momento en que deja de respetar el principio de subsidiariedad. Entre ambos puntos está la zona del pluralismo político legítimo.

Los conflictos políticos cotidianos se dan habitualmente entre las distintas posiciones existentes sobre ese eje horizontal. Sin embargo, de vez en cuando determinados asuntos ponen de manifiesto otro problema político fundamental, que podría formularse así: ¿Cuál debe ser la actitud del Estado con respecto a la ley moral natural? Las distintas respuestas a esta segunda cuestión podrían ser representadas gráficamente sobre un eje vertical:

• En la parte superior ubico la respuesta que postula una actitud positiva del Estado hacia la ley moral natural. Aquí se inscribe la doctrina católica, ya que según ésta el Estado existe para buscar el bien común y esto sólo puede lograrse respetando el orden moral establecido por Dios en la naturaleza humana (cf. Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et Spes, n. 74).
• En la parte central ubico la respuesta del liberalismo político, que postula una actitud neutral del Estado hacia la cuestión del bien y el mal.
• En la parte inferior ubico las respuestas radicales que postulan una actitud negativa del Estado hacia la ley moral; por ejemplo: la “dictadura del relativismo”, que hace de la negación del orden moral objetivo un postulado básico del Estado democrático.

Creo que, por diversas razones, entre las cuales ocupa un lugar de primer orden el fracaso del sistema comunista, este “eje vertical” asumirá un papel cada vez más importante en la vida política de las sociedades del siglo XXI, llegando quizás a superar la notoriedad del “eje horizontal” (cf. Juan Pablo II, encíclica Centesimus Annus, n. 42). En el siguiente apartado procuraré mostrar que esto ya está ocurriendo.

3. El choque de dos civilizaciones

Samuel Huntington alcanzó fama mundial mediante la siguiente tesis: la política internacional del siglo XXI estará dominada por el “choque de civilizaciones”, y especialmente por el choque entre las civilizaciones occidental e islámica. Por mi parte creo que hay muchas y buenas razones para sostener que la principal amenaza a la paz mundial no será el choque entre el Occidente y el Islam, sino el choque de Occidente consigo mismo, su rebelión contra sus propias raíces cristianas.

En la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13,24-30.36-43) Jesucristo nos enseña que el Reino de Dios y el reino del diablo coexistirán y se enfrentarán entre sí hasta el fin del mundo, cuando Dios manifestará su juicio definitivo sobre cada ser humano, retribuyendo a cada uno según sus obras. Notemos que la pugna entre ambos reinos se produce no sólo en el nivel individual, sino también en el nivel social, tendiendo a constituir por una parte una civilización o cultura del amor y por otra parte una “anti-civilización” o “cultura de la muerte” (cf. Juan Pablo II, Gratissimam sane, Carta a las familias, 2/02/1994, n. 13).

Si bien es cierto que esta pugna se ha dado siempre en toda sociedad humana desde el origen de la historia del pecado, cabe afirmar que ella ha adquirido una especial intensidad en nuestros días y en particular en nuestra civilización occidental. Ésta aparece hoy como una civilización dividida en dos: la civilización cristiana y la civilización secularista. Tanto en nuestra América como en la vieja Europa se enfrentan hoy claramente esas dos concepciones principales del hombre y del mundo, profundamente antagónicas entre sí.

Dado que la familia es la célula básica y fundamental de la sociedad humana, no es extraño que ella esté en el centro de la lucha entre las dos civilizaciones mencionadas. Por eso propongo la siguiente tesis: la primera gran victoria de la “cultura de la muerte” en el Occidente cristiano (en el nivel político) fue la introducción y la difusión del divorcio. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes


El presente artículo está basado en un aporte que hice al IV Sínodo Arquidiocesano de Montevideo, de fecha 19/03/2005, y es una nueva versión de: Daniel Iglesias Grèzes, Cristianos en el mundo, no del mundo. Escritos de teología moral social y temas conexos, Montevideo 2008, Capítulo 9 – La acción política de los católicos, pp. 92-101.

Ese libro está disponible aquí.

6 comentarios

  
solodoctrina
Daniel.


Son tantos y tan interesantes los tópicos que abordas -muchos con claridad, en algunos otros falta seguir pensando- que no sé bien por dónde empezar a comentar. Me arriesgo con algunas preguntas y ensayos de respuestas.

- Si bien conozco la noción -válida- de "estructuras de pecado" pregunto ¿El Señor se encarnó para salvar sociedades o personas? ¿Los sacramentos -su administración es la tarea central de la Iglesia- se aplican a las sociedades o las personas? ¿Es el centro de la actividad de la Iglesia de Dios la persona o la sociedad? Te doy mi respuesta: lo que interesa evangelizar son las personas concretas, que la sociedad sea cristiana o no me tiene sin cuidado, como al Señor.


- ¿Qué ocurre cuando el poder político -sobre todo algunos partidos haciendo eco de organizaciones de pocos integrantes pero muy activas- interviene en temas que son de competencia sustantiva de la religión, como por ejemplo, la moral sexual cristiana? Creo que en Occidente, hoy es éste un problema mayúsculo, en el cual algunas Iglesias locales -pienso en la nuestra- responde muy pobremente, no haciendo honor al nombre de Cristo.

- En aplicación de la pregunta anterior ¿El divorcio primera victoria de la cultura de la muerte? Yo creo que el proceso de descristianización viene de mucho antes. ¿Cómo reacciona la Iglesia uruguaya ante el divorcio? Poniendo a su pro-hombre laico -Zorrilla de San Martín- a comer de la mano del impulsor del divorcio en Uruguay. Batlle -también amigo suyo- lo empleó en el BROU dandole de comer durante 30 años. Garantizó así la oposición light.

-¿Es el aborto, su aceptación social que sigue vigente, lo más grave -por lejos- ocurrido en el siglo XX, contra la cultura de la vida? Sin duda. Es el signo mas claro de la absoluta desorientación moral de nuestro tiempo. Mejor no hablo de lo penoso de la respuesta de nuestra Arquidiócesis ante esta importantísima cuestión. Me da verguenza.

Saludos.

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DIG:

Estimado compatriota:

Muchas gracias por sus comentarios.

Trataré de dar respuestas breves a las cuestiones que plantea:

1) Hay una prioridad ontológica de la persona sobre la sociedad. La sociedad es una sociedad de personas y no se puede cambiar la sociedad sin cambiar a las personas. Sin embargo, la persona humana es a la vez individuo y miembro de la sociedad. Tiene una dimensión social que es esencial e irrenunciable. La tarea evangelizadora de la Iglesia (que no se limita a la administración de los sacramentos) debe abarcar todas las dimensiones de la persona, y por ende también su dimensión social. Como escribí en un comentario a otro post, hay un desarrollo legítimo de la doctrina cristiana; de ahí que la doctrina social de la Iglesia haya crecido tanto, a partir de los principios básicos del Evangelio de Cristo.

2) Hay una ley moral natural, válida para todo hombre, cristiano o no. Lo que está en cuestión hoy (en mi artículo, lo llamé "el segundo problema político fundamental") es nuestra actitud, como sociedad organizada, ante esa ley moral natural. Juan Pablo II y Benedicto XVI han proclamado claramente cuáles son los principios no negociables de los católicos en el ámbito político. Aún nos falta mucho para poner en práctica correctamente esa sana doctrina. Mi artículo es una modesta contribución en ese sentido.

3) Es verdad que el proceso de secularización comenzó mucho antes, quizás en el siglo XIV. Yo no dije que comenzó con la introducción del divorcio en las legislaciones, sino que "ésa fue su primera gran victoria". Quizás exageré (porque por ejemplo en Uruguay la secularización de la educación pública ocurrió antes), pero se trató sin duda de un muy importante punto de inflexión. Por otra parte, me parece que usted hace un juicio temerario sobre Juan Zorrilla de San Martín.

4) Concuerdo con su valoración del aborto como la mayor lacra moral de nuestra época. El Magisterio de la Iglesia (tanto en la Iglesia universal como en nuestra Iglesia local) ha rechazado siempre con gran firmeza todo aborto directo y voluntario.
02/06/10 4:12 PM
  
Vicente
porque no hay sociedades sanas sin individuos sanos.
02/06/10 4:53 PM
  
solodoctrina
De acuerdo. Por ello, insistir en el "cambio social" olvidándose de las personas concretas -de su salvación- es invertir la perspectiva cristiana.
02/06/10 6:15 PM
  
Juan Carlos
La Iglesia no pretende dictar leyes al Estado. La Iglesia es libre, como todo mundo en una sociedad civilizada, de ejercer un poder cultural al proclamar su punto de vista sobre la dignidad humana desde la perspectiva del Evangelio que incluye, por cierto, también lo que entendemos por derechos humanos y la exigencia de un orden social más justo y equitativo.
02/06/10 8:53 PM
  
solodoctrina
Daniel.


Antes que nada agradecer quiero tu tiempo dedicado a contestar. Y no me quiero olvidar del grupo "Fe y razón", de su gran aporte a la Iglesia y al mundo desde Uruguay, cumpliendo el consejo de Juan Pablo Magno de evangelizar la cultura. También un saludo a Néstor Martínez, hombre valioso, valiente e inteligente, que integra ese grupo, oasis vivificador dentro del desierto -literal y metafóricamente- de la Iglesia uruguaya.

Este fin de semana me voy a trabajar al Interior (con algo de paseo familiar también) y estaré fuera del ciber mundo. Por ello, no podré, en ese tiempo, seguir atento a estas cuestiones en este blog planteadas.

Me gustaría, sin embargo,conocer los fundamentos de por qué aseguras que hago "un juicio temerario sobre Juan Zorrilla de San Martín", a fin de que esta calificación por ti formulada no se convierta en un juicio temerario. Si falta información la completaré y si me equivoco en algo y se me demuestra, así lo reconoceré.

Saludos.

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DIG:

Estimado solodoctrina:

Muchas gracias por tus amables palabras sobre "Fe y Razón". Daré tus saludos a Néstor.

Con respecto a Zorrilla de San Martín, si no te comprendí mal, insinuaste que se vendió al adversario a cambio de un trabajo remunerado. Me parece una acusación demasiado fuerte contra un ilustre líder católico uruguayo, que sólo enunciaste, sin probarla. Si quieres me puedes escribir un mail sobre esto, porque este espacio no está destinado a juzgar a personas concretas.
03/06/10 5:49 PM
  
solodoctrina
Daniel.

No utilicé la palabra "venderse" sobre Zorrilla de San Martín. Sólo traje a colación el caso uruguayo, en virtud de que tu afirmaste que "la primera gran victoria de la cultura de la muerte en el Occidente cristiano (en el nivel político) fue la introducción y la difusión del divorcio", dónde se da la paradoja que el lider laico del catolicismo -Zorrilla de San Martín- dependió económicamente los últimos 26 años de su vida, siendo personal de confianza política del promotor del divorcio en nuestro país, José Batlle. Es decir, trabajó por y para el hombre que introdujo en Uruguay -y bien temprano a nivel mundial- "la disolución del matrimonio en su legislación" y desde allí nuestra sociedad "deja de ser cristiana, porque debajo del divorcio subyace una antropología individualista incompatible con el cristianismo" según tus propias palabras. Este hecho a mi juicio, no aseptico, trajo consecuencias -negativas- para la acción y credibilidad del catolicismo en Uruguay.

Ampliaré, dado que no se trata de enjuiciar a nadie por su vida personal privada, sino ver tomando en cuenta todos los hechos y los que he citado son de público conocimiento, la falta de respuesta (o light en otros casos) de la Iglesia uruguaya en temas que le atañen directamente. Y tal vez esto, explique en gran parte porqúe Uruguay es el país de mayor increencia en América hispánica. Miremos primero nuestra viga en el ojo.


Saludos.



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DIG: Un funcionario público no está al servicio de los gobernantes, sino al servicio de la nación. No es inmoral ser empleado del Estado aún cuando el gobierno de la época impulse políticas contrarias a la ley moral.
04/06/10 1:45 PM

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