Preguntas y respuestas sobre la fe cristiana (11) - ¿Sólo los santos pueden comulgar?
Pregunta:
Un amigo mío, que es Testigo de Jehová, me dijo que según la Biblia sólo los santos pueden comulgar. También me dijo que los católicos adoran imágenes. Respecto al segundo punto encontré fácilmente una página de apologética en Internet que demuestra que más que nada es un tema de interpretación. Pero no pude encontrar nada sobre el primer punto. Me extraña mucho que haya dos interpretaciones tan diferentes sobre un mismo punto de doctrina. Unos entienden que la comunión es para todos, mientras otros dicen que sólo los santos pueden recibirla. No logro encontrar en la Biblia ningún versículo que diga que “sólo los santos pueden comulgar", pero tampoco encuentro ninguno que diga que “todos pueden comulgar".
Apelando a unos versículos de Lucas 22, mi amigo dice que la idea original era que sólo comulgaran los santos. La Última Cena se realizó en un grupo pequeño y exclusivo. Luego, apoyándose en el Apocalipsis, me habló de un rebaño pequeño de 144.000 personas y de un rebaño grande. El rebaño pequeño, compuesto por los santos, pertenece al reino celestial. En cambio el rebaño grande vivirá en la tierra por mil años.
Respuesta:
La Iglesia Católica no enseña que cualquier persona o cualquier cristiano puede comulgar. La Eucaristía o Comunión es uno de los siete sacramentos de la Iglesia. Al recibir el Bautismo, primero de los sacramentos, una persona se convierte en hijo de Dios, discípulo de Cristo y miembro de la Iglesia. El Bautismo es uno de los requisitos para recibir cualquiera de los otros seis sacramentos. Existen además otros requisitos, que varían de un sacramento a otro. Para concentrarnos en tu consulta, consideremos el caso de la Eucaristía. Supongamos que el bautizado ha recibido ya la Primera Comunión, para lo cual se requiere generalmente cierta edad mínima y cierta preparación previa.
Volvamos a la proposición “sólo los santos pueden comulgar". Para evaluarla correctamente y discernir si es verdadera o falsa, es necesario que antes se defina con precisión qué se entiende por “santo", palabra que puede tener diversas acepciones.
En su sentido más corriente, la palabra “santo” designa a aquella persona que vive o ha vivido las virtudes cristianas en un grado heroico. Cuando un “santo” (en el sentido expuesto) muere, su alma va directamente al Cielo, porque no tiene penas para expiar en el Purgatorio.
Los santos canonizados por la Iglesia pertenecen a esa categoría de personas “canonizables” (“canon” significa regla; la vida de un santo canonizado puede servir como regla o ejemplo para los demás cristianos). En este sentido de la palabra “santo”, la frase “sólo pueden comulgar los santos” es falsa y no tiene sustento bíblico. La verdad es en cierto modo lo contrario. No comulgamos porque seamos ya santos, sino para llegar a ser santos. La Eucaristía nos santifica. No es necesario ser santo para comulgar. Basta estar en estado de gracia, o sea no estar en pecado mortal.
Un pecado es un acto humano (consciente y libre) moralmente malo, es decir que atenta contra la ley de Dios y contra la naturaleza y la vocación del hombre. Existen dos tipos de pecados:
• el pecado mortal o grave, que rompe la comunión con Dios;
• el pecado venial o leve, que daña la comunión con Dios, sin romperla.
Para que un pecado sea pecado mortal, deben darse simultáneamente las siguientes tres condiciones:
• materia grave (es decir, debe ser objetivamente una grave infracción moral);
• advertencia plena (es decir, debe ser cometido con conciencia de su maldad);
• consentimiento pleno (es decir, debe ser un acto deliberado).
El cristiano que está en pecado mortal no puede comulgar sin volver antes al estado de gracia o amistad con Dios. Para salir del estado de pecado mortal, debe arrepentirse y tener un sincero propósito de enmienda, recibir el perdón de Dios en el sacramento de la Penitencia o Confesión y cumplir la penitencia impuesta por el confesor (o al menos tener una sincera voluntad de cumplirla).
El Capítulo 22 del Evangelio de Lucas narra la institución de la Eucaristía en la Última Cena. Los comensales eran pocos debido a las circunstancias. Fue una Cena Pascual de Jesús con sus más íntimos seguidores, los Doce Apóstoles, horas antes del arresto de Jesús en el Huerto de los Olivos, que dio inicio a su Pasión. Lucas 22 no dice en ninguna parte que sólo pueden comulgar los santos.
Pero la palabra “santo” puede tener también otros santidos. Así, por ejemplo, los primeros cristianos a veces se llamaban a sí mismos “los santos". Se daba así por sentado que generalmente esos cristianos se encontraban en estado de gracia. En este sentido, la proposición “sólo los santos pueden comulgar” es verdadera: sólo pueden comulgar los cristianos en estado de gracia.
Obviamente la acusación de que los católicos adoramos imágenes es una burda falsedad. Los católicos adoramos sólo a Dios. Jesús es verdadero Dios. Veneramos las imágenes que representan al Único Dios a quien adoramos y que nos ayudan a dirigir hacia Él nuestra imaginación y nuestra memoria.
Por último, te recomiendo leer aquí seis artículos muy buenos de Carlos Caso-Rosendi sobre los Testigos de Jehová (por favor búscalos dentro de esa página). El autor, argentino residente en Estados Unidos, es un ex Testigo de Jehová, hoy católico devoto y militante.
Daniel Iglesias Grèzes
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6 comentarios
En efecto, comulgamos PARA ser santos, no POR serlo.
La importamcia de los preposiciones :))
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DIG: Por eso en cada Santa Misa, antes de comulgar, todos rezamos con aquellas palabras inspiradas en un texto del Evangelio: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra tuya bastará para sanarme."
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DIG: La interpretación fundamentalista del número simbólico 144.000 (el cuadrado de doce, el número sagrado, multiplicado por mil) encuentra gravísimos obstáculos.
Por ejemplo, teniendo en cuenta Apocalipsis 7,4-8, habría que concluir que no hay ningún santo fuera del pueblo de Israel, ya que los 144.000 están compuestos por 12.000 miembros de cada una de las doce tribus de Israel. Sin embargo, el Nuevo Testamento llama muchas veces "santos" a los cristianos, independientemente de su origen judío o gentil.
Además, inmediatamente después (7,9-17), el libro del Apocalipsis dice que los elegidos forman en el cielo "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas", es decir, un grupo mucho mayor que los 144.000 hijos de Israel mencionados justo antes.
Los santos cristianos. A los que han sido introducidos en una relación con Dios por medio del nuevo pacto se les santifica, limpia y aparta para el servicio exclusivo de Dios por medio de la “sangre del pacto”, la sangre derramada de Jesucristo. (Heb 10:29; 13:20.) Así se les constituye “santos” (“consagrados”, NBE). En consecuencia, no llegan a ser “santos” o “consagrados” por el decreto de un hombre o de una organización, sino por Dios, quien los introduce en una relación de pacto con Él mediante la sangre de Jesucristo. El término “santos” aplica a todos los que llegan a estar en unión con Cristo de este modo y participan de su herencia, y no solo a unos pocos a los que se atribuye una santidad excepcional. Además, el término “santos” se les aplica en la Biblia desde el principio de su proceder santificado en la Tierra, y no después de su muerte. Pedro dice que deben ser santos porque Dios es santo. (1Pe 1:15, 16; Le 11:44.) Además, a todos los hermanos espirituales de Cristo en las congregaciones se les llama con frecuencia “santos”. (Hch 9:13; 26:10; Ro 1:7; 12:13; 2Co 1:1; 13:13.)
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DIG: Es muy obvio que, según la fe católica, cuando la Iglesia canoniza a alguien, no lo hace santo, sino que lo declara santo, con la autoridad de Cristo. Si no hubieran sido santos en vida, la Iglesia no podría declararlos santos después de muertos. Es Dios quien santifica a los cristianos; es Dios quien ha hecho santos a los santos canonizados.
La Iglesia reconoce en los santos canonizados la obra magnífica de Dios en ellos. "Dios es admirable en sus santos". Cuando el católico venera a los santos, da gloria a Dios, fuente primera de toda santidad, y en particular de la santidad de los santos.
Cada santo canonizado tiene un día de fiesta dentro del año litúrgico (el año cristiano); pero además, la Iglesia celebra cada año la fiesta de "Todos los Santos" (1º de noviembre) para venerar la memoria de los santos no canonizados, cuyo número inmenso sólo Dios conoce. Los santos canonizados no son los únicos santos, sino sólo algunos casos ejemplares de vida cristiana que la Iglesia ofrece a sus fieles como modelos, guías y ayudas.
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DIG: Hay muchas palabras del lenguaje cristiano (como Trinidad, consubstancial, etc.) que no aparecen en la Biblia. En su discurso de despedida en la Última Cena, Jesús habló a sus Apóstoles del Espíritu Santo y les explicó que -entre otras cosas- el Espíritu Santo les recordaría sus propias palabras (las de Jesús) y los guiaría hasta la verdad completa (o sea, más allá de la mera repetición de las palabras de Jesús). Esto recuerda aquella pequeña parábola de Jesús: "todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo." (Mateo 13,52).
Esto no sólo se cumple en la relación entre el pueblo de la Antigua Alianza y el pueblo de la Nueva Alianza, sino también en toda la historia de la Iglesia. La Iglesia Católica, con el auxilio del Espíritu Santo, que le recuerda las palabras de Jesús y la guía hasta la verdad completa, va creciendo cada vez más en su comprensión de la Divina Revelación, aunque ésta haya tenido su plenitud y su cumbre insuperable en Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne. Tanto individual como colectivamente, nuestras mentes finitas necesitan tiempo para ir asimilando gradualmente las infinitas riquezas de esa Palabra que nos ha sido dada. Por eso hay un desarrollo histórico de la doctrina cristiana, una evolución legítima del dogma, de la liturgia, de la organización y la disciplina eclesiásticas, etc. La Iglesia, como un organismo vivo, crece sin dejar de ser ella misma, sin corromperse, sin perder su identidad y su sustancia inmutables.
Cuando Jehová Dios creó a Adán, no prescribió ninguna ceremonia específica ni ningún medio para adorarle. Adán podía servir o adorar a su Creador haciendo fielmente la voluntad de su Padre celestial. Más adelante, Jehová delineó para los israelitas un modo específico de acercarse a Él en adoración, con sus sacrificios, sacerdocio y santuario tangible. (Véase ACERCARSE A DIOS.) Sin embargo, esto solo era “una sombra de las buenas cosas por venir, pero no la sustancia misma de las cosas”. (Heb 10:1.) Lo más importante siempre ha sido ejercer fe y hacer la voluntad de Jehová Dios, no las ceremonias o los rituales. (Mt 7:21; Snt 2:17-26.)
Imágenes como ayuda en la adoración. Las Escrituras no aprueban el uso de imágenes como un medio de dirigirse a Dios en oración. Esta práctica va en contra del principio que dice que aquellos que buscan a Jehová deben adorarle con espíritu y con verdad. (Jn 4:24; 2Co 4:18; 5:6, 7.) Él no tolera que se mezclen prácticas idolátricas con la adoración verdadera, como lo ilustra el hecho de que condenase la adoración del becerro, a pesar de que los israelitas lo habían relacionado con Su nombre. (Éx 32:3-10.) Jehová no comparte su gloria con imágenes esculpidas. (Isa 42:8.)
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DIG: En este blog ya hemos discutido la falsa acusación anticatólica referida a nuestra supuesta adoración de las imágenes (creo que fue en los comentarios al post sobre las traducciones de la Biblia). No quiero volver una y otra vez a temas ya tratados, porque así no podríamos avanzar nada.
Agrego aquí que lo que podríamos llamar "el sistema sacramental de la Nueva Alianza" está presente por doquier en el Nuevo Testamento: Jesús manda a sus discípulos bautizar, "hacer esto (la Eucaristía) en memoría mía (de Jesús)", ungir a los enfermos con aceite, etc., etc. Los Hechos de los Apóstoles y las epístolas de Pablo muestran que los primeros cristianos cumplían el mandato citado de Jesús practicando "la fracción del pan" (la Eucaristía). Toda esa vida litúrgica cristiana es perfectamente compatible con la adoración "en espíritu y en verdad" que el Padre quiere. En verdad, es la gracia que recibimos a través de los sacramentos la que nos capacita para llevar adelante una vida cristiana recta.
(Lucas 12:32) 32 ”No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.
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Solo un numero pequeño en comparacion con los subditos del reino son los que se acordaron ,bajo un pacto, en aquella cena.
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DIG: Cito Lucas 22,28-30 según la Biblia de Jerusalén: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel."
Esto no significa que sólo los Doce Apóstoles (pese al carácter especial de su misión) entrarán en el Reino de Cristo. Toda la predicación de Jesús, dirigida a menudo a grandes multitudes, estaba centrada en el anuncio del Reino de Dios y era una invitación a entrar en ese Reino, cuyo germen misterioso en la tierra es la Iglesia por Él fundada. Al final del Evangelio de Mateo, Jesús, antes de subir al Cielo, da su último mandato a sus discípulos:
"Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo."
Por lo tanto, todos estamos llamados a participar de la Alianza nueva y eterna de Dios con los hombres, del nuevo Pueblo de Dios (la Iglesia), y de este modo entrar en el Reino de Dios y de Cristo.
En Lucas 12 Jesús habla alternativamente a sus discípulos y a la multitud reunida a su alrededor (miles de personas). Que el rebaño del Buen Pastor fuera pequeño en ese momento no significa que nunca crecería. La parábola del grano de mostaza nos muestra que, pese a sus modestas dimensiones iniciales, el Pueblo de Dios (signo e instrumento de su Reino) crecerá mucho, hasta alcanzar dimensiones admirables.
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