31.12.19

Virgen Madre del Rey

“¡Salve, Madre santa!, Virgen Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos!”. Con estas palabras, la Iglesia saluda a María, la Madre de Jesucristo, el Verbo encarnado. Jesús es en verdad hombre, “nacido de una mujer” (Gá 4,4), y es en verdad Dios. 

Por su maternidad, María establece una relación única con Dios. Sin dejar de ser criatura, Ella “aventaja con mucho a todas las criaturas del cielo y de la tierra” (Lumen gentium 53). Asimismo, María está singularmente unida a Jesucristo mediante un vínculo materno-filial, personal y permanente. 

La maternidad de María es una maternidad virginal: “María es Virgen, porque es Madre, y es Madre, porque Virgen” (M. Ponce). El único origen humano de Jesús es su Madre, que lo concibió virginalmente por el poder del Espíritu Santo. Los Padres de la Iglesia “ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una humanidad como la nuestra” (Catecismo 496). 

En la maternidad divina encuentran su razón de ser la inmaculada concepción de Nuestra Señora y su asunción en cuerpo y alma al cielo, como participación en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. 

Asociada a la obra de la salvación, María “reunía en su corazón las pruebas de la fe”, comenta San Ambrosio de Milán a propósito de las palabras de San Lucas: “Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2,19). No basta la inteligencia humana para comprender la grandeza del misterio de Cristo; se hace preciso “captar con el corazón lo que los ojos y la mente por sí solos no logran percibir ni pueden contener” (Benedicto XVI). 

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30.12.19

Obsesiones y poder

El Diccionario de la Lengua Española define la palabra “obsesión” como “perturbación anímica producida por una idea fija” y, en una segunda acepción, como “idea fija o recurrente que condiciona una determinada actitud”.

Hay obsesiones que no solo son personales, siéndolo, sino que son, además, ideológicas. Si estas obsesiones alcanzan el poder, pueden convertirse en peligrosas y esclavizantes; en enemigas de la libertad.

La libertad y la obsesión no pueden llevarse bien, son antitéticas. La libertad habla de respeto, de posibilidades, de opciones. La obsesión, va a lo suyo, no da tregua, no cede.

En España, no sé si una sibila, más bien un ave agorera, ha anticipado en más de una ocasión, con su graznidos de ave agorera, lo que por otra parte no es un “anuncio”, ya que carece de novedad, sino que ha advertido que las obsesiones (ideológicas) no se aquietan, sino que se pegan como lapas a los obsesionados.

Hay un sector de la población, pequeño, y un sector del Parlamento, pequeño pero no tanto, que está obsesionado con la asignatura de Religión. ¡Pobre asignatura! ¡Pobres maestros de esta asignatura! ¡Pobres alumnos! Ninguna otra materia académica reglada hubiese soportado y resistido tal carrera de obstáculos.

Propongan, sibilas y aves agoreras, que las Matemáticas, o el Inglés, o la Química, no cuenten para la nota media… No vale decir que no tengan alternativa, porque no suelen tenerla. Suelen ser, estas materias, obligatorias. Aunque sean odiadas por muchos alumnos. Y yo no me opongo a que sean obligatorias, porque creo que mejoran la capacitación del alumno que las curse.

Consulten, propongan, pregunten. Solo la Religión es optativa. Pero no deja, esta asignatura, de ayudar a que el alumno comprenda mejor su vida, la vida de la humanidad, la marcha de la cultura y la propia historia. Hay que ser muy sectario para negar esto.

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28.12.19

Herodes, Arquelao et alii

El Señor quiso nacer y crecer en el seno de una familia. Nacido de la Virgen María, tuvo a San José como padre, no según la carne, pero sí como educador, amparo y custodio. En conformidad con la lógica de la Encarnación, el Hijo de Dios se hizo hombre sometiéndose a los hombres, al fiel cuidado de San José.

En la Sagrada Familia se ven reflejados los valores que han de estar presentes en la vida de cada familia: el amor de los esposos, la colaboración, el trabajo y el sacrificio, la alegría de compartir la existencia diaria. El que teme al Señor honra a sus padres, nos recuerda el libro del Eclesiástico (cf Si 3,2-14). Todas las realidades humanas, vividas de cara a Dios, asumen así una dimensión nueva que, lejos de anularlas, las lleva a su máxima perfección.

“El horizonte de Dios, el primado dulce y exigente de su voluntad y la perspectiva del cielo al que estamos destinados” es el mensaje que la Sagrada Familia, vinculada de modo singular a la misión del Hijo de Dios, envía a toda familia humana – ha recordado el Papa Benedicto XVI - .

El pasaje evangélico de la huida a Egipto (cf Mt 2,13-23) pone de manifiesto, ya desde el principio, el signo de la persecución que acompaña la vida de Cristo (cf Catecismo 530). Jesús conoce la amenaza de un poder que no respeta a Dios ni, en consecuencia, las leyes de Dios. San Beda comenta, en una de sus homilías, que “muchas veces los buenos se ven obligados a huir de sus hogares por la perversidad de los malos, y aun también condenados al destierro”.

Dos reyes son mencionados en este pasaje: Herodes y, tras la muerte de éste, su hijo Arquelao. Ambos personajes históricos ejemplifican, en buena medida, el abuso del poder, la perversión de la autoridad, el atrevimiento de emplear contra Dios y contra los hombres unas prerrogativas que sólo pueden ejercerse, de modo moralmente legítimo, a favor de la justicia “en el respeto al derecho de cada uno, especialmente el de las familias y de los desheredados” (Catecismo, 2237).

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24.12.19

Se convierte en uno de nosotros, haciéndose carne

La afirmación del Evangelio de San Juan: “Y el Verbo se hizo carne” (Jn 1,14) nos anuncia quién es en realidad Jesucristo. Su identidad es divina. Él es “de la misma naturaleza que el Padre”. Es el Verbo, la Palabra de Dios, “el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia” (Hb 1,3).

Sólo “desde arriba” podemos entender a Jesús. Su singularidad absolutamente única radica en ser, con el Padre y el Espíritu Santo, un solo Dios. Jesucristo no es, en consecuencia, un personaje más de la historia de los hombres, sino la Persona divina que, sin dejar de ser Dios, asumió una naturaleza humana para habitar entre nosotros.

Pero si no podemos comprenderlo dejando al margen su condición divina, tampoco podemos avanzar en el conocimiento de Dios prescindiendo de Jesús. Dios “nos ha hablado por el Hijo” (Hb 1,2). Su Palabra ha tomado aquella forma por la que puede darse a conocer a los sentidos de los hombres: “así el Verbo de Dios, por naturaleza invisible, se hizo visible, y siendo por naturaleza incorpóreo, se hace tangible”, comenta San Agustín.

La divinidad no queda transformada, absorbida, por la carne, pero sí ha hecho suya la carne: “Dios no sólo toma la apariencia de hombre, sino que se hace hombre y se convierte realmente en uno de nosotros, se convierte realmente en Dios con nosotros; no se limita a mirarnos con benignidad desde el trono de su gloria, sino que se sumerge personalmente en la historia humana, haciéndose carne, es decir, realidad frágil, condicionada por el tiempo y el espacio” (Benedicto XVI).

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17.12.19

Novena de Navidad

NOVENA DE NAVIDAD EN LA PARROQUIA DE SAN PABLO, DE VIGO

Desde el día 16 al 24 de diciembre, ambos incluidos, la Parroquia de San Pablo, de Vigo, celebra la Novena de Navidad.

Las fiestas que conmemoran la Encarnación – la Anunciación, la Navidad y la Epifanía – nos comunican las primicias de la Pascua de Cristo. El Adviento prepara la Navidad participando – con los profetas, con Juan el Bautista, con santa María – en la espera de la primera venida del Salvador y renovando el deseo ardiente de su segunda Venida.

El hilo conductor de esta “Novena de Navidad” lo constituyen las “antífonas O”. En estas antífonas “se eleva al Altísimo la misma voz de la Iglesia, que invoca al esperado de las naciones con títulos muy elocuentes, fruto de la fe bíblica y de la secular reflexión eclesial”, explicaba san Juan Pablo II.

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