12.09.08

El culto y la cultura

La cultura nos permite situarnos críticamente en el mundo. La “cultura” y el “culto” están íntimamente asociados. El hombre es aquel ser terreno que crea cultura, y que se deja modelar por la misma. Es, asimismo, el ser que da culto, que tributa honor a Dios y a lo sagrado.

Cultura y culto han estado estrechamente unidos en el proyecto de vida del monacato. No es, por consiguiente, extraño que el Papa, en el discurso pronunciado en el Colegio de los Bernardinos, haya vinculado de nuevo ambos conceptos, que están en el origen de la teología occidental y, en definitiva, de la construcción de Europa.

¿A qué nos conduce el culto? El culto nos lleva a lo esencial; a lo definitivo que está detrás de lo provisional. Y lo esencial es Dios. El culto es la meta y, a la vez, la escuela de la búsqueda de Dios. San Benito hablaba del “oficio divino” para referirse a la oración litúrgica, al culto de la Iglesia. Ser monje consistía – y consiste – en aprender y ejercitar ese oficio. Y ser monje no es más, pienso yo, que un trasunto de lo humano, una representación ideal de aquello en lo que consiste ser hombre.

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Vive la France!

He seguido la retransmisión de la llegada del Papa a París y de la ceremonia de bienvenida en el palacio presidencial. Los franceses, cuando quieren, saben hacer las cosas bien. Y hoy las han hecho bien.

El discurso del presidente Sarkozy me ha parecido una pieza maestra de la oratoria, del pensamiento político y de la diplomacia. Sabe hablar ante el Papa, y sabe hablar ante el mundo. Sarkozy profiere palabras, pero se hace entender; se comunica; razona valiéndose del lenguaje. No se limita a “hablar por hablar”.

Su discurso ante el Papa ha sido ejemplar en la forma y en el fondo. Ha elogiado a un Papa que “honra a Francia” con su visita. La cultura, la democracia, la razón, la laicidad, la ética, los derechos humanos, la dignidad de la persona, el papel de las religiones y de la espiritualidad han sido contenidos que han proporcionado densidad intelectual a su reflexión. El Presidente de la más laica de las Repúblicas no ha tenido empacho en reconocer los sentimientos y las expectativas de los católicos de Francia, también ciudadanos de ese país. Ha hecho referencia a las raíces cristianas de su patria y a la vigencia que la palabra que proviene de las tradiciones religiosas tiene de cara a la resolución de graves problemas para los que una sociedad, y unos gobernantes, no tienen todas las respuestas. Apostando por la paz entre las religiones, ha manifestado – y no es usual oír esto de labios de un político – la necesidad de “reciprocidad” en el trato, particularmente en el lo que concierne a la integración de ciudadanos que profesan el Islam.

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11.09.08

El aborto, una derrota de la humanidad. Sobre un artículo del Cardenal Cañizares

He leído con gran interés, y con atención, un artículo del Cardenal Cañizares que hoy (11 de septiembre de 2008) publica el diario “La Razón”. Se titula el escrito: “El aborto, una derrota de la humanidad”. Tiene una virtud, a mi juicio, el Cardenal de Toledo: la valentía de decir lo que piensa en los medios de comunicación. Es muy fácil, tal vez, escribir en un Boletín Diocesano o en una Hoja Parroquial. Mucho menos cómodo resulta expresar la propia opinión en un periódico, donde nunca falta el juicio, muchas veces inmisericorde, del “otro”, del que no ve las cosas del mismo modo como las ve uno.

Apelando a la razón, que, en teoría al menos, es un elemento que une a los seres humanos, el Cardenal aborda la cuestión del aborto desde la perspectiva de los fundamentos del Derecho y de la Moral. No hay ni una sola cita explícita del Evangelio, ni del Magisterio de la Iglesia, ni de lo específicamente cristiano, aunque todo lo que dice está en plena armonía – no cabe ni sospechar lo contrario – con la revelación.

El Derecho y los derechos están presentes en la reflexión de Mons. Cañizares. Las leyes no pueden ir en contra del derecho a la vida. Si así lo hicieran se conculcaría el más fundamental de los derechos del hombre, que es, precisamente, el derecho a la vida. Además, se pondría en entredicho la dignidad inviolable de todo ser humano; dignidad que es la base de la convivencia y de la sociedad. Se violaría incluso el “no matarás”, entendido como un absoluto inscrito en la naturaleza humana.

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9.09.08

La sacralidad de la vida humana, o la debilidad de una ética sin Dios

La sacralidad de la vida humana, o la debilidad de una ética sin Dios

Desde diversos sectores de la cultura contemporánea se escuchan voces que insisten en la necesidad de “desacralizar la vida humana” . Despojada de su halo sacro, la vida humana se presenta como un bien del que se puede disponer libremente, conforme a criterios discrecionales de conveniencia. La Iglesia, sin embargo, en fidelidad a la revelación, considera que la vida humana “ha de ser tenida como sagrada” .

En este post indicaremos las principales razones por las cuales la Iglesia defiende la sacralidad de la vida humana; a saber: el respeto al Creador y la dignidad de la persona humana. Veremos cómo en el culto y en la oración, particularmente en la adoración, el hombre descubre su relación constitutiva a Dios, relación en la que se fundamenta tanto la sacralidad de su vida como su dignidad personal.

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7.09.08

Desatados

Nuestros gobernantes parecen estar “desatados”; es decir, dan la impresión de proceder sin freno y desordenadamente. Sin freno, desde luego. Dicen ellos mismos que su ideología incorpora asertos como éste: “el propietario de tu cuerpo eres tú. Tú eres quien toma decisiones. Eso es ideología socialista” (Bernat Soria).

Esta máxima se usa como cobertura ideológica del proyecto de eutanasia o de “suicidio asistido”. Si lo he entendido bien, esto significa que si deseo morirme, por razones que sólo a mí me incumben, me dirijo al médico de guardia y le pido: “por favor, asístanme en mi suicidio”. Es decir, yo le pido al Estado que colabore conmigo en el acto de quitarme voluntariamente la vida. Y el Estado pondrá a mi disposición los recursos necesarios para que, en vez de ahorcarme colgándome de una viga, me inyecten en vena alguna solución letal.

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