¿Opinión pública en la Iglesia?
Copio algunos párrafos del documento “La Iglesia e Internet”, del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales:
“El Concilio Vaticano II afirmó que los miembros de la Iglesia deberían manifestar a sus pastores «sus necesidades y deseos con la libertad y confianza que deben tener los hijos de Dios y hermanos en Cristo»; de hecho, de acuerdo con su conocimiento, competencia o posición, los fieles «tienen el derecho, e incluso algunas veces el deber, de expresar sus opiniones sobre lo que se refiere al bien de la Iglesia». La Communio et progressio subrayó que, como «cuerpo vivo», la Iglesia «necesita el intercambio de las legítimas opiniones de sus miembros». Aun cuando las verdades de fe «no dejan espacio a interpretaciones arbitrarias», la constitución pastoral observa que existe «una enorme área donde los miembros de la Iglesia pueden expresar sus puntos de vista».

Llega la Cuaresma, un tiempo de penitencia que nos ayuda a prepararnos para la Pascua de Resurrección. La obligación de hacer penitencia proviene de un mandato del Señor, que pide no sólo obras exteriores, sino la conversión del corazón: “Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 17-18).
Lo ha solicitado él: “Os pido que recéis por mí, para que pueda cumplir fielmente el alto cometido que la Providencia divina me ha encomendado como sucesor del Apóstol Pedro”. Pero, aunque no lo hubiese pedido expresamente, seguiría siendo una obligación nuestra. Hay que rezar por el Papa, siempre, y más que nunca en un momento en que su autoridad – autoridad recibida de Cristo- está siendo contestada; no sólo por los que formalmente están fuera de la Iglesia, sino incluso por los que, aparentemente, están dentro.
Religión en Libertad es un espacio habitable. Y encontrar un espacio habitable, en medio de tantos páramos y de tantas junglas, constituye ya de por sí un privilegio. Para un sacerdote, el ofrecimiento de escribir en un portal de notable difusión es una invitación que no puede ser desatendida. Claro que no basta con una invitación, ni con escribir por escribir, ya que se requiere, pienso yo, que haya una cierta coherencia entre aquello que se escribe y el medio en el que se difunde lo escrito. Y también, si la vocación de escritura ha de tener cierta continuidad en el tiempo, se agradece un mínimo de confortabilidad. Podemos pasar una noche a la intemperie, pero resulta mucho más crudo pasar un invierno entero.












