6.05.09

Sacerdocio y castidad

En mi vida había oído hablar del Padre Alberto Cutié. Hoy protagoniza muchas portadas, parece que por unas fotografías comprometidas con una mujer, de las que han sido testigos – implacables, pero profesionales – los paparazzi. Sí extraña que, siendo famoso – como dicen que es – , el P. Cutié se arriesgase a ser fotografiado por periodistas en una playa de Miami. ¿Imprudencia? ¿Improvisación? ¿Cálculo? El tiempo lo dirá.

La Literatura es pródiga a la hora de imaginar, de novelar, de narrar, aventuras amorosas de sacerdotes. Pensemos en dos ejemplos. El primero, La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín, con un personaje tan intrigante como el magistral de Vetusta, D. Fermín de Pas. No es sólo el amor erótico lo que mueve al magistral, sino más bien un afán de posesión, de destacar, de superar sus humildes orígenes, intentado “ser alguien”. De ahí su satisfacción al verse reconocido y respetado: “Era una especie de placer natural, pensaba de Pas, el que sentía comparando sus ilusiones de la infancia con la realidad presente. Si el joven había soñado cosas mucho más altas, su dominio presente parecía la tierra prometida a las cavilaciones de la niñez”.

El otro ejemplo proviene de la novelística en lengua portuguesa, El crimen del padre Amaro, de Eça de Queirós. También en este caso, el sacerdote cede a la voluntad de dominio. Su crimen no es tanto la infidelidad a una promesa, sino, sobre todo, el haber puesto los medios para deshacerse del fruto de su relación con Amélia, la joven de la que se enamora. Ni Clarín ni Eça de Queirós son padres de la Iglesia. Pero la Literatura suele testimoniar algo de la vida. De ahí le viene su fuerza.

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Un saludo

“Decíamos ayer". La famosa expresión de fray Luis de Léon puede servir de marco para saludar a los lectores - antiguos lectores y nuevos lectores - que, desde hoy, pueden seguir estos posts en esta nueva página que nace cargada de ilusiones.

Comunicar el Evangelio es una tarea que ha de ser capaz de movilizar lo mejor de nosotros mismos. Y un medio, y no secundario, para llevarla a cabo es el recurso a Internet.

Cuantas más páginas de información y de opinión religiosa existan, mejor. Y si estas páginas son constructivas y no destructivas, mejor que mejor. En una ya larga trayectoria hemos pasado por diversas posadas y hemos conocido a diversos compañeros de camino. A todos ellos, a los de hoy y a los de ayer, el agradecimiento sincero.

Escribir en un blog supone sacrificio; pero un sacrificio recompensado no sólo por hacer lo que uno cree que debe hacer, sino también por el intercambio de ideas con los lectores. De ellos, de los lectores, depende en gran medida el éxito de una página.

La fe inquebrantable en la Iglesia, la independencia en todo lo opinable, la apertura a lo que de noble y de justo hay en el mundo son ejes que pueden servir de orientación a un proyecto comunicativo e interactivo.

Que todo sea para bien. Saludos,

Guillermo Juan Morado.

29.04.09

Ya está el libro sobre San Pablo

Benedicto XVI, “San Pablo y el Resucitado. Catequesis paulinas”, Ciudad Nueva, Madrid 2009, 183 pág., 11 euros.

Uno de los regalos del Año Jubilar de San Pablo ha estado constituido por las catequesis que el Papa Benedicto XVI, en las audiencias de los miércoles, ha dedicado a la figura y al pensamiento del Apóstol de las gentes. La editorial Ciudad Nueva ha tenido el acierto de publicarlas en forma de libro.

Admiración e imitación del Apóstol parecen ser las dos líneas de referencia que hilan las diversas intervenciones del Papa, desde la convicción de que acudir “tanto a su ejemplo apostólico como a su doctrina, será un estímulo, si no una garantía, para la consolidación de la identidad cristiana de cada uno de nosotros y para el rejuvenecimiento de toda la Iglesia”.

El libro está articulado en dos partes. En la primera de ellas – “Catequesis sobre San Pablo en el contexto de los apóstoles” – se recogen cuatro audiencias de 2006 sobre San Pablo: el perfil del hombre y del apóstol, la centralidad de Cristo, el Espíritu en nuestros corazones y la vida en la Iglesia.

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28.04.09

Dos diputadas sin cerebro

De la diputada Villalobos cabe esperar cualquier cosa. Basta oírla durante unos segundos para deducir, sin gran esfuerzo, la escasa talla intelectual de esta señora.

De Ana Pastor, aparentemente, podría esperarse un poquito más. Tampoco mucho. Lo justo, sin hacerse ilusiones. Si mis datos no fallan, Ana Pastor fue la responsable de la aprobación de la “píldora del día después”, así como del “diágnóstico prenatal-preimplatacional”.

Es decir, no son, ni una ni otra, exponentes del catolicismo confesante. Pero que, de eso - que es gravísimo - , pasen al ridículo - no puede calificarse de otro modo - de apoyar una moción para reprobar al Papa roza ya el absurdo. Los votantes del PP deberían tomar nota y hacer llegar a los responsables del partido las oportunas quejas.

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25.04.09

Resurrección y perdón

El Evangelio de este tercer domingo de Pascua presenta a Jesús apareciéndose a los discípulos en el Cenáculo. El Señor, pedagógicamente, ayuda a entender a los suyos la realidad de su resurrección. Les muestra que no es un espíritu: “Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24, 39). La relación, no sólo visual, sino mediante el tacto y el gesto de compartir la comida manifiesta claramente que su cuerpo glorificado es un cuerpo auténtico y real.
Su cuerpo es el mismo cuerpo que ha sido martirizado y crucificado, y que sigue llevando las huellas de la pasión: “Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona” (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 645).

El Señor introduce también a los discípulos en la comprensión del sentido y del alcance salvífico de la resurrección. Todas sus palabras y las predicciones de la Escritura tienen en la resurrección su cumplimiento: “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse” (Lucas 24, 44). Y les “abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”. Las Escrituras nos permiten comprender a Cristo y Cristo es la clave para comprender las Escrituras. Como escribió Hugo de San Víctor: “Toda la Escritura divina es un libro y este libro es Cristo, porque toda la Escritura divina habla de Cristo, y toda la Escritura divina se cumple en Cristo” (De Arca Noe, 2, 8; Catecismo de la Iglesia Católica, 134).

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