5.09.09

Un poco hartito sí que estoy

Me hacía gracia, cuando estudiaba en Roma, que un doctorando – hoy, felizmente, Obispo – nos dijese, si nos entreteníamos más tiempo del imprescindible a la hora del desayuno: “Vosotros aquí, de charla, y vuestros Obispos hartitos de pagaros los estudios”.

Bueno, pues algo así. Como no soy del Sur no suelo emplear mucho los diminutivos. No estoy “hartito”, estoy simplemente “harto”. ¿De qué? De comparaciones abusivas, mal hechas, carentes de toda equidad y proporción.

No se pueden poner en los dos platillos de la balanza aspectos que nada tienen que ver entre sí. No es riguroso comparar la apostura de Brad Pitt y la inteligencia de Einstein. O, para que haya paridad en el ejemplo, la belleza de Angelina Jolie y la capacidad de trabajo de la vicepresidenta del Gobierno.

La justicia pide dar a cada uno lo suyo. Si parangonamos la belleza del cuerpo, ciñámonos a ese aspecto. Si contrastamos el bagaje de los conocimientos, pensemos en el acervo de cada cual.

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4.09.09

El rostro de la Iglesia

Una de las más bellas definiciones de la Iglesia la dio, en su momento, el Papa Pablo VI. Decía que la Iglesia es “el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad”. Dios, que ama a los hombres y busca salvarlos, ha querido que existiese en el mundo ese reflejo, imperfecto y perfecto a la vez, de su caridad. Las imperfecciones suelen acompañar a todo lo que es humano, porque la perfección es propia sólo de Dios, pero, por una especie de desbordamiento que podemos llamar “participación”, esa perfección divina se difunde y empapa todo aquello que toca, todo aquello que se deja envolver por el manto de su gloria.

¿Cómo defender a la Iglesia? ¿Cuál sería el perfil de una apologética adecuada? ¿Cómo hacer que la belleza de su rostro resplandezca ante los hombres? Quizá aplicando la ley de la relatividad. Y no me refiero a la Física de Galileo o de Einstein, a la averiguación de cómo se transforman las leyes de la naturaleza cuando se cambia de sistema de referencia, sino a otra “relatividad” que enuncia también Pablo VI hablando de la Virgen: En María “todo es relativo a Cristo y todo depende de Él”. El “sistema de referencia” para María, y para la Iglesia, es siempre el mismo; es Jesucristo, el Señor.

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3.09.09

Las horas serenas

Una leyenda latina que figuraba en algunos relojes de sol decía lo siguiente: “Horas non numero nisi serenas”.

Amado Nervo evoca esta sabia frase en un texto suyo: “Rememora, por tanto, en la Serenidad, tus días de dolor; pero nunca pienses en las horas de ira, de encono, de turbulencia que hayan sacudido tu espíritu, pues lo sacudirán de nuevo con su solo recuerdo. Haz, en cambio, noche a noche, el inventario de los minutos bellos, buenos, agradables; de los ratos plácidos que la Vida te haya otorgado en las dieciséis horas de la vigilia, y fórmate con ellos un ramillete de flores para perfumar tu sueño. Esta actitud te dará alegría, par. Tu último pensamiento antes de dormirte será así de gratitud. Y si el recuerdo de alguna hora de impaciencia, de cólera, de despecho, viene a atormentarte, procura apartarlo dulcemente, y dile a tu memoria lo que el célebre cuadrante solar de Pisa, construido por Marco Salvadori, ostenta como inscripción: HORAS NON NUMERO NISI SERENAS”.

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2.09.09

Una costumbre muy fea

La grosería se ha vuelto un componente más o menos aceptado de nuestra vida cotidiana. La descortesía, la falta de respeto, la tosquedad, se imponen con la fuerza de lo que ya se considera normal.

Claro que hay cosas mucho más graves que también se admiten; entre ellas, y la peor de todas, el aborto. Particularmente cruel cuando es el resultado final de una amniocentesis que tiene como consecuencia desechar, como quien elimina los frutos de la una mala cosecha, fetos probablemente insanos (como si por ser “defectuosos” dejasen de pertenecer a nuestra especie). Y subrayo lo de “probablemente”. Porque muchos de los señalados por el índice de la Reina de la Noche de la Medicina eugenésica vienen al mundo bien saludables, si los padres tienen la valentía de resistir al fatídico veredicto y les dejan nacer.

Pero no deseo hablar de esa tragedia cotidiana que va llenando el mundo de prematuros cadáveres y, a la vez, trazando una línea divisoria entre quienes ceden y quienes resisten a las presiones de los verdugos de bata blanca. Dejaremos este asunto para más adelante.

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1.09.09

La belleza de la voz

“La cultura del canto es también cultura del ser” y “los monjes con su plegaria y su canto han de estar a la altura de la Palabra que se les ha confiado, a su exigencia de verdadera belleza”, decía Benedicto XVI comentando una meditación de San Bernardo de Claraval.

El canto, el ser – la realidad en su dimensión última- , la plegaria, la Palabra; en definitiva, la belleza. “Estoy convencido de que la música es verdaderamente el lenguaje universal de la belleza”, ha dicho también el Papa. Quizá la voz sea, de todos los instrumentos, el más bello. Dios dio a los hombres la voz para que, de algún modo, como respondiendo, se hiciesen eco de su gloria.

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