15.11.09

El purgatorio

Muchas de nuestras prácticas litúrgicas y devocionales carecerían de sentido de no existir el purgatorio. Es verdad que la palabra como tal, “purgatorio”, es relativamente tardía y se remonta al siglo XII, a la obra de Pedro Manducator – un devorador de libros, de ahí su apellido -.

Pero antes de la palabra está la realidad designada por la palabra. Y lo cierto es que, desde muy antiguo, se constata la praxis de la oración de los cristianos por los difuntos. Desde ese praxis se leen algunos pasajes de las Escrituras: 2 Mac 12,39-46 – el sacrificio de Judas Macabeo por los soldados caídos -; 1 Cor 3,11-15, que alude a la salvación “por medio del fuego”; 1 Cor 15,29, que habla de un enigmático “bautismo por los muertos”; 2 Tim 1,16-18, con la oración por Onesíforo; Lc 12,48 y Mt 5,26.

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14.11.09

Estad siempre despiertos

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

San Marcos 13, 34-32: Estad siempre despiertos

“Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para manteneros en pie ante el Hijo del Hombre” (Lc 21, 26). Próximos ya al final del año litúrgico, estas palabras nos invitan a la vigilancia.

El Señor vendrá como Juez al final de los tiempos. El profeta Daniel, usando un lenguaje apocalíptico, vincula la venida del Mesías con el fin de los tiempos y la resurrección de los muertos: “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua” (cf Dn 12, 1-3).

Jesús, utilizando una forma de expresión similar, anuncia su muerte en la doble perspectiva de la destrucción de Jerusalén y del fin del mundo: “El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre” (cf Mc 13, 24-32).

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Cómo se pasa la vida

“Cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando”, decía Jorge Manrique. No es que yo esté al borde de una depresión, no. Estoy tranquilo, animado y sanamente optimista. Pero no puedo evitar el pensamiento de la muerte. Tan cercana. Como Noviembre es el mes de los difuntos, voy de funeral en funeral. El lunes, uno, organizado por el Cabildo, y hoy, otro, en el Seminario. Y la semana que viene, más.

Lo que me sorprende es que ya, casi, he conocido a todos los difuntos por los que se pide de modo “especial”; es decir, a los más recientes. Han sido mis profesores, mis amigos, incluso mis compañeros de trabajo. Y eso me hace pensar y me conmueve.

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12.11.09

A la espera de Obispo

La situación que viven otras diócesis, la estamos viendo también en la nuestra. No es que no haya obispo, que lo hay, pues pese a que nuestro Obispo ha presentado la renuncia por edad, todavía no se la han aceptado. Aunque él no oculta, en absoluto, el deseo de que se la acepten cuanto antes. Ha cumplido ya veinticinco años de episcopado, en tres diócesis diferentes. La última, la nuestra. Y es un buen obispo, aunque no está bien que yo me exceda en elogios – por si alguien lo interpreta como adulación -, pero sí es justo que lo reconozca. Y estoy convencido de que no soy el único en reconocerlo.

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11.11.09

La Luna y la Iglesia

En un bello texto, titulado “¿Por qué permanezco en la Iglesia”, cuya lectura recomiendo, Joseph Ratzinger evoca el tema tan querido por la tradición patrística de la analogía de la Iglesia con la Luna o, como decía, Dídimo el Ciego, de la “constitución lunar de la Iglesia”.

También Juan Pablo II habló de la Iglesia como “mysterium lunae” en la “Novo millennio ineunte”: “Un nuevo siglo y un nuevo milenio se abren a la luz de Cristo. Pero no todos ven esta luz. Nosotros tenemos el maravilloso y exigente cometido de ser su «reflejo». Es el ‘mysterium lunae’ tan querido por la contemplación de los Padres, los cuales indicaron con esta imagen que la Iglesia dependía de Cristo, Sol del cual ella refleja la luz. Era un modo de expresar lo que Cristo mismo dice, al presentarse como «luz del mundo» (Jn 8,12) y al pedir a la vez a sus discípulos que fueran «la luz del mundo» (cf Mt 5,14). Ésta es una tarea que nos hace temblar si nos fijamos en la debilidad que tan a menudo nos vuelve opacos y llenos de sombras. Pero es una tarea posible si, expuestos a la luz de Cristo, sabemos abrirnos a su gracia que nos hace hombres nuevos” (n. 54).

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