25 de Marzo, la dignidad de la vida naciente
El pasaje evangélico de la Visitación de la Virgen a Santa Isabel pone ante nuestra consideración la venida de Cristo al mundo. Juan, en el seno de su madre, saluda al bendito fruto del vientre de María. La unión entre la Antigua y la Nueva Alianza se produce en la sencillez del encuentro de dos madres y del encuentro de los dos niños: “Son precisamente ellos, los niños, quienes revelan la llegada de la era mesiánica: en su encuentro comienza a actuar la fuerza redentora de la presencia del Hijo de Dios entre los hombres” (Juan Pablo II, Evangelium vitae, 45).
La presencia del Salvador se da en la humildad y en la debilidad de un niño todavía no nacido. Verdaderamente el Hijo de Dios se hizo semejante a los hombres, mostrándose igual que los demás hombres (cf Filipenses 2, 7). El misterio de la Encarnación hace aún más evidente la sacralidad de toda vida humana, y muestra la acción de Dios en cada una de las etapas de la formación y del desarrollo de la vida naciente.