5.06.10

Expresar nuestra fe en la presencia real

Homilía para la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo C)

La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo nos empuja a expresar nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía; a “expresar”, es decir, a manifestarla con palabras, miradas o gestos. La fe tiene su raíz en la acción de la gracia en nuestro corazón, pero abarca la totalidad de lo que somos y, por consiguiente, como la alegría o el amor, necesita ser expresada.

La Iglesia no ahorra las palabras, no silencia la emoción que suscita la presencia del Señor en el Santísimo Sacramento y acude a la Escritura Santa para hacer resonar, en el canto del Aleluya de la Misa, la afirmación del mismo Jesús: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; quien coma de este pan vivirá para siempre” (cf Jn 6,51-52). Y en uno de los prefacios proclama: “Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica”. Y en el himno eucarístico compuesto por Santo Tomás se dice que la lengua cante el misterio del glorioso Cuerpo de Cristo: “Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium”.

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4.06.10

La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: La grandeza del amor de Dios

En Junio de 2006 publiqué en la revista Liturgia y Espiritualidad XXXVII/6, 287-299, un artículo titulado: “La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: La grandeza del amor de Dios". Ofrezco ahora un epígrafe de ese artículo.

Un Dios que ama a su Pueblo

El Leccionario propone, para cada ciclo, sendas lecturas del Antiguo Testamento para la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: Deuteronomio 7, 6-11, para el ciclo A; Oseas 11, 1b.3-4.8c-9, para el ciclo B; y Ezequiel 34, 11-16, para el ciclo C.

La consideración conjunta de estas tres lecturas proporciona una bella caracterización del amor de Dios por su Pueblo: Un amor gratuito y fiel, paternal y misericordioso, que se describe recurriendo a la imagen del pastor que apacienta y hace sestear a sus ovejas.

El pueblo santo tiene su origen en el enamoramiento, en la elección y en la fidelidad de Dios. Un amor que comporta la liberación de la esclavitud y que pide, como respuesta, el cumplimiento de los mandamientos (cf Deuteronomio 7, 6-11).

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1.06.10

El Corazón de Cristo

Apenas ha pasado mayo y ya hemos entrado en junio. La vida es así, un pasar, un ir de un momento al siguiente, aunque sabemos que no sin sentido ni finalidad. En junio, los cristianos se vuelven al Corazón de Cristo. La iconografía al uso no nos ha hecho, por regla general, un gran favor y, si uno no profundiza un poco, podría pensar, sin duda erróneamente, que, al hablar de la devoción al Corazón del Verbo encarnado, nos remitimos a épocas pasadas de la historia.

No es así. El corazón es la profundidad del ser, la raíz última de lo que uno es. Si decimos de alguien: “Es una persona de buen corazón”, estamos diciendo que, más allá, tal vez, de las apariencias, esa persona merece la pena; se puede contar con ella, es digna de confianza.

Nadie es más digno de confianza que Dios. Y Dios se ha hecho hombre, porque Jesucristo es la Palabra que se hizo carne. Dios, que ama como sólo Él puede hacerlo, tiene, por consiguiente, un “corazón” humano. El amor divino es, por el misterio de la Encarnación, un amor humano. Palpamos así la verdad concreta de la llamada “comunicación de idiomas”: todo en la humanidad de Jesucristo, y obviamente su centro, su corazón, debe ser atribuido a su Persona como a su sujeto propio. Los milagros y el sufrimiento. Y hasta la muerte.

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Mayo en el Blog: Recensión y recuerdo

Hemos llegado al final de “Mayo en el blog". El texto se lo debemos a Yolanda, que ha tenido la amabilidad de recensionar un libro mío. Pero ese libro - ay, Umbral, Umbral - evoca un recuerdo: El “Mayo virtual” de 2008, en este mismo blog. Agradezco a Yolanda sus palabras y, a todos, su colaboración y su benevolencia.

Treinta y un días de Mayo
(Escrito por Yolanda)

Treinta y Un Días de Mayo, de don Guillermo Juan Morado, es un libro de piedad mariana, concebido para dedicar a nuestra Madre un espacio de oración cada día del mes que la Iglesia le tiene consagrado. Pero es bastante más. Existen otros libros que satisfarían cumplidamente el cometido de ayudar a los fieles en su devoción a María, pero Treinta y Un Días de Mayo añade características, diría que casi urgentes, para los fieles de nuestro tiempo.

Ante todo, que no hay página – particularmente en el apartado de Reflexión- en que no se perciba el delicado y contagioso amor filial del autor hacia Nuestra Señora. Y ese contagio resulta tanto más fácil cuanto que el lenguaje empleado, siendo perfectamente acorde con la sensibilidad actual, reposa en una convicción profunda del autor acerca de este género de libros, de los que es autor profuso: estas expresiones devotas deben responder a la necesidad de que la piedad conduzca a las fuentes de la gracia.

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31.05.10

Mayo en el blog: Plegarias y poemas

Una oración sincera y confiada, la que nos ofrece César para este “Mayo en el blog". En la plegaria, el corazón se expansiona, sabiendo que su súplica va a ser oída, por el Hijo y por la Madre.

Plegaria nocturna y dos poemas.

(Escrito por César)

(Un alma y un cuerpo restaurados)

He regresado al hogar de tu verso
libre de manos y pies, suelto el paso;
presento credenciales del fracaso,
labios vírgenes y pellejo terso:


otra vez.


Resumo en hueras palabras hazañas
que otros alcanzaron por saber pelear,
a mí no me queda sino el deletrear
caída tras caída de vate sin mañas:


otra vez.

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