Sobre sacerdotes y blogs
Hoy he tenido una jornada bastante “mediática”. Un periódico, “Atlántico Diario”, ha publicado un reportaje titulado “Internet gana adeptos en el clero”. Recoge la experiencia de cuatro sacerdotes de diferentes edades y con una mayor o menor presencia en Internet.
Internet no es la panacea. Sería absurdo pensar que, por estar los cristianos en la red, ya el mundo es “ipso facto” evangelizado. No, las cosas no son así. Internet es un cauce y una posibilidad. Ni más ni menos. El Evangelio se transmite de persona a persona, sin que nada pueda suplir el testimonio de la propia vida, la palabra que lo ilumina y, sobre todo, la referencia a Jesucristo, centro de la revelación y de la fe.
Pero Internet es un medio que conecta a muchas personas, que hace posible el “milagro” de que lo que uno escribe pueda ser seguido, en tiempo real, en cualquier lugar del mundo. Las posibilidades de la palabra y del anuncio se multiplican hasta alcanzar dimensiones planetarias. En cierto sentido, también cabe el testimonio personal, aunque siempre de un modo más indirecto, menos inmediato y quizá por ello menos creíble.
Nada puede sustituir, en la Iglesia, la predicación directa, la celebración de la fe y de los sacramentos, la vivencia de la caridad. Lo “virtual” no suple lo “real”, aunque también lo virtual es real. Detrás de una pantalla de PC está una persona, con las mismas dudas, miedos y esperanzas que cualquier otra persona que podamos tener delante. Creo que en el mundo “virtual” debemos aspirar a una ética que no esté por debajo de la que se espera, o se practica, en el mundo “real”: No abusar del anonimato, no creerse impune, no atacar sin misericordia al otro pensando en que el ataque quedará encubierto.

Los que estamos en parroquias tenemos que cuidar, en estas fechas o en fechas próximas, como elementos integrantes de la iniciación cristiana, la celebración de los sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía - en concreto, de la Primera Comunión-.
Homilía para el Domingo sexto de Pascua (Ciclo A)
La fe es una virtud sobrenatural por la que confiamos en Dios y, basados en esa confianza, aceptamos lo que Él ha revelado. Creer es una realidad nueva, que no la da ni la carne ni la sangre, sino que procede de la gracia divina acogida por el hombre de un modo libre y razonable.
Recibir la primera comunión es, para un niño, un momento muy importante en su itinerario de iniciación cristiana. Un camino que comienza con el bautismo, que debería seguir con la confirmación y que tendría como cumbre la comunión. Lamentablemente, este proceso se ve alterado, ya que se suele posponer – sin que uno acabe de entender muy bien el motivo – la confirmación hasta los catorce años.












