16.07.11

El Códice Calixtino y tres reflexiones sensatas

La sustracción del Códice Calixtino custodiado en el archivo de la catedral de Santiago de Compostela ha sido un hecho gravísimo que a cualquier persona con sensibilidad religiosa y cultural le causa dolor.

Como no se puede negar lo obvio, parece que, si nos atenemos a lo que se ha podido leer en los medios, la vigilancia sobre el Códice no ha sido eficaz.

Pero esta constatación no puede tampoco dejar de lado otras consideraciones. Estas joyas del patrimonio religioso han nacido en la Iglesia y han sido, y siguen siéndolo, cuidadas por la Iglesia con muy pocos recursos y con enormes sacrificios. Si el Estado fuese a crear un cuerpo de funcionarios dedicados a custodiar las iglesias, las capillas, los monasterios y las catedrales el desembolso para el erario público sería más que notable. Sin duda, cualquiera de estos funcionarios cobraría más que el exiguo sueldo que cobran los sacerdotes.

Por otra parte, los peores atentados contra el patrimonio artístico y documental de la Iglesia han venido de tendencias “secularizadoras”: La invasión napoleónica, Mendizábal y su nefasta desamortización, por no hablar de la Guerra Civil española. Son hechos históricos que nadie puede negar.

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La paciencia de Dios

Homilía para el Domingo XVI del tiempo ordinario (ciclo A)

Dios se revela como moderado, indulgente, dando lugar tras el pecado al arrepentimiento: “Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres” (Sab 12,18). El poder de Dios se relaciona en este texto con su clemencia y con nuestra esperanza: “diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento” (Sab 12,19).

Santo Tomás de Aquino señala, en un Comentario de la Epístola a los Efesios, cuatro razones de la misericordia divina en relación con nosotros: Dios nos dio el ser; nos hizo a imagen suya y capaces de su felicidad; reparó la quiebra del hombre corrompido por el pecado y entregó a su propio Hijo para que nos salváramos. El poder que manifiesta su obra creadora y redentora expresa, asimismo, su clemencia y misericordia, su “excesivo amor” (Ef 2,4).

La paciencia de Dios sabe esperar el momento de la siega para separar el trigo de la cizaña (cf Mt 13,24-30). Junto a la buena semilla que Cristo planta en el campo del mundo crece también la cizaña. La paciencia de Dios permite incluso actuar a su enemigo, que siembra la cizaña en medio del trigo. Nuestro papel es atajar, en la medida de lo posible, la cizaña pero sin usurpar el papel de Dios. Solo a Él le corresponde el juicio definitivo, no a nosotros.

La comunidad cristiana no es ni puede ser una secta de puros y de iluminados. Esa tentación sectaria, proclive a un ascetismo extremo, no ha estado nunca ausente del todo en la historia del cristianismo. La preocupación de cada uno de nosotros ha de ser dar buen fruto, ser buen trigo, apartando de nuestro corazón todo lo que pueda ser cizaña, sabiendo esperar nuestra propia conversión y la conversión de los otros.

La Iglesia es santa, porque está unida a Cristo y es santificada por Él, aunque en sus miembros – en nosotros que aún peregrinamos por este mundo - esta santidad esté todavía por alcanzar. No podemos, pues, extrañarnos de que la Iglesia abrace en su seno a los pecadores: “En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos” (Catecismo 827).

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15.07.11

¿Nueva evangelización?

Sí, claro. Juan Pablo II lo veía como una absoluta prioridad. La Iglesia tiene que evangelizar, que anunciar el Evangelio. La “Buena Noticia” no es una noticia caducada, sino viva.

En las sociedades secularizadas, como la nuestra, esa tarea, volver a anunciar el Evangelio, se vuelve una tarea prioritaria.

Me remito, ahora, a un documento de la Conferencia Episcopal Española, a un plan pastoral para el trienio 1990-1993.
Decía ese plan:

Objetivo general

“El presente Plan propone un nuevo objetivo general como meta concreta y como principio unificador de todos los esfuerzos y actividades de la Conferencia Episcopal para los tres próximos años. Se propone como continuación lógica de la anterior Plan pastoral cuya formulación decía: “Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras":

IMPULSAR UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Al fijarnos esta meta, común a todos, los obispos españoles queremos convocar y ayudar a todas nuestra Iglesias para que lleven a cabo nuevos esfuerzos con las miras puestas en que la Buena Nueva alcance a todos los ámbitos de la sociedad española y al objeto de que el Evangelio, con su influjo, logre transformarla y renovarla desde dentro.

Toda acción evangelizadora de la Iglesia -su dicha, su vocación propia y su identidad más profunda-, intenta siempre “convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que están comprometidos, su vida y ambientes concretos” y busca “alcanzar y transformar con la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación".

Nuestras Iglesias han realizado esta misión a través de los siglos. La fe cristiana ha conseguido sellar el alma de nuestro pueblo. La concepción cristiana de la vida, con sus valores propios, ha pasado a ser el estilo de nuestra existencia colectiva. Se manifiesta en los criterios de actuación, en no pocas de sus instituciones e, incluso, en su más radical identidad histórica…, lo que quiere decir que, ante el desafío de la nueva evangelización, no partimos de cero. Arrancamos de una cultura fundamentalmente evangelizada. Ante nosotros, una sociedad en la que la fe cristiana sigue siendo un punto de referencia inesquivable y fuente de inspiración de criterios, valoraciones y conductas. El hecho de la innegable vitalidad de nuestras Iglesias y su propósito de responder a los desafíos -nuevos- de este momento, son frutos de la fe transmitida por quienes nos han precedido.

Gran parte de los desencantos y búsquedas del hombre de hoy y de la sociedad de este tiempo serían inexplicables sin el legado cristiano recibido del ayer. Pero, aún así la nueva evangelización se fija nuevas metas personales y colectivas.

La vida de oración de todos los evangelizadores es hoy, como lo ha sido siempre, de capital importancia. El evangelizador no llama a la conversión únicamente con su palabra; ha de hacerlo con el testimonio claro e impactante de su vida, expresión de su fe en el mensaje de conversión que proclama. La oración y el sacrificio de las comunidades contemplativas son una singular contribución a este proceso de conversión para la nueva evangelización. La comunidad creyente ha de tomar mayor conciencia de esta aportación y las comunidades contemplativas deberían renovar su propio testimonio para hacerlo significativo ante cristianos y no-cristianos.

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13.07.11

Novena de la Asunción

El Catecismo recuerda que “la Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos” (n. 966).

Para todos los creyentes, y para todos los hombres, la glorificación de Nuestra Señora es un signo de esperanza, de confianza en la fidelidad de Dios, en el destino del hombre y en sus posibilidades.

Jesús nos da, afirma el Papa, “la esperanza que necesitamos: la esperanza de que podemos vencer, de que Dios ha vencido y de que, con el bautismo, hemos entrado en esa victoria. No sucumbimos definitivamente: Dios nos ayuda, nos guía. Esta es la esperanza: esta presencia del Señor en nosotros, que se hace visible en María elevada al cielo” (15.8.2009).

Recorrer los pueblos de España, y de otros países, el día 15 de agosto equivale a ir de fiesta en fiesta. Las diversas parroquias se engalanan para decirle a la Virgen, con palabras de la poetisa portuguesa sor Violante do Ceo: “Albricias, Señora,/ reina soberana,/ que ha llegado el logro/ de vuestra esperanza”.

Que esta Novena de la Asunción nos ayude a aumentar nuestra fe, a reavivar nuestra esperanza, para que ningún obstáculo nos desvíe del sendero de la salvación.

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11.07.11

San Benito

San Benito de Nursia, con su vida y su obra, ejerció una influencia fundamental en el desarrollo de la civilización y de la cultura europea.

Vivió entre los siglos V y VI, en una etapa en la que el mundo estaba trastornado por una tremenda crisis de valores y de instituciones, provocada por el derrumbamiento del Imperio Romano, por la invasión de los nuevos pueblos y por la decadencia de las costumbres.

San Gregorio Magno, cicuenta años después de la muerte de San Benito, se refirió a él como “astro luminoso” que ofreció un auténtico fermento espiritual, que cambió con el pasar de los siglos el rostro de Europa, suscitando una nueva unidad espirtitual y cultural que tenía como centro la fe cristiana compartida por los pueblos del continente.

Hoy también nos encontramos en una situación de crisis: económica, moral y de valores y, en última instancia, religiosa. Para remontar esta crisis necesitamos a Dios, que no es alguien superfluo, sino “de primera necesidad” para nuestras vidas, como ha recordado el Papa en Santiago de Compostela.

San Benito nació en la región de Nursia, en Italia. Sus padres, acomodados, lo enviaron a estudiar a Roma, pero San Benito estaba disgustado por el estilo de vida de muchos compañeros de estudios. Él solo quería agradar a Dios.

Antes de concluir sus estudios, dejó Roma y se reitiró a la soledad de los montes que se encuentran al Este de la Ciudad Eterna y se hizo eremita en Subiaco. Allí vivió solo, en una gruta, durante tres años. Durante ese período, San Benito luchó para superar las tentaciones fundamentales de todo ser humano: la tentación del egoísmo, de la soberbia, de ponerse a sí mismo en el centro de todo; la tentación de la sensualidad; y la tentación de la ira y de la venganza.

Después funda sus primeros monasterios cerca de Subiaco. En el año 529 se asentó en Montecasino, un lugar elevado que domina la llanura circundante, porque el monasterio tiene que hacer visible la fe como fuente de vida.

Murió el 21 de marzo de 547. Su mensaje se puede resumir en dos palabras: oración y acción. La oración es el fundamento de la existencia. Sin oración no hay experiencia de Dios. Orar ayuda a vivir bajo la mirada de Dios. La Liturgia es, en este sentido, la Obra de Dios.

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