Leyendo un blog vecino
Me refiero a “La Buhardilla de Jerónimo”, un blog que me gusta mucho, sin menoscabo de los demás colegas de portal. Pues he estado leyendo, con cierta atención, la entrevista al Arzobispo mayor de la Iglesia siro-malabar. Conozco a algunos sacerdotes de ese rito y he asistido, en más de una ocasión, a celebraciones de la Santa Misa en conformidad con esa tradición litúrgica.
Si lo pensamos un poco, un rito es mucho más que una distinción litúrgica. Implica un sistema de jurisprudencia, unas instituciones y una espiritualidad: “Nosotros tenemos una jurisdicción territorial solo en estas dieciocho diócesis. Y nos gustaría tener una jurisdicción territorial que cubra todo el territorio de la India: ésta es una de nuestras solicitudes al Santo Padre, y para nosotros es un pedido importante. Creemos que es nuestro derecho”, dice el mencionado Arzobispo.
En Oriente han surgido diferentes ritos: alejandrino, antioqueno, armenio, caldeo y bizantino. La historia ha ido haciendo lo demás y, en la actualidad, existen veintidós iglesias orientales en comunión con Roma. Algunas de ellas, no todas, llamadas “uniatas”, en la medida en que primero se separaron y luego se reconciliaron con Roma.

No creo que la Iglesia Católica tenga que celebrar, con un espíritu de penumbra, como de contrición después de un pecado, el cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II. El último Concilio no ha sido un pecado, ni mortal ni venial. Simplemente ha tratado de responder a la misión de la Iglesia de anunciar la Palabra viva del Evangelio a un mundo que, querámoslo o no, había cambiado, al menos en relación con el Concilio Vaticano I y, por supuesto, con el de Trento.
La herejía es una cosa muy grave. El Código de Derecho Canónico la define así: “Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma” (c. 751).
Yo creo que no. Y me refiero al texto, publicado en “L‘Osservatore Romano” por Mons. Fernando Ocáriz,
La fe se asemeja y, a la vez, se distingue de otros actos intelectuales humanos, tanto desde el punto de vista psicológico como desde la perspectiva noética. Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, define la fe como “cum assensione cogitare”; es decir, “pensar con asentimiento”.






