Poetas religiosos
En un epigrama, Jesús Cotta expresa su asombro por la inmensidad de la creación: “A Dios le pasó con las estrellas/ lo mismo que a Velázquez con las lanzas:/ todas le parecían pocas”. No sé si el número de los poetas religiosos es tan grande como el de las estrellas o el de las lanzas del célebre cuadro, pero ciertamente no es pequeño. Así lo afirma la filóloga Yolanda Obregón en la segunda edición de su antología “400 poemas para explicar la fe” (Vita Brevis, Maxstadt 2023): “solo queda regocijarse con la abundancia, y aún más, con el vigor, de la poesía religiosa actual, que viene a continuar la tradición de nuestra literatura lírica más memorable”.
Con relación a la primera edición del libro, que data de 2019, se mantiene la cantidad de cuatrocientos poemas, pero incrementando de modo muy destacado las aportaciones de creadores recientes, de España y de Iberoamérica, de poesía religiosa en castellano. Basta recorrer el apartado de notas biográficas de los autores para comprobarlo: María Victoria Atencia García, Antonio Barnés Vázquez, Izara Batres Cuevas, Jesús Beades, Pablo Blanco del Moral, José Julio Cabanillas, Francisco Javier Carrión; Daniel Cotta Lobato, Jesús Cotta Lobato, Luis Alberto de Cuenca, Bruno Moreno Ramos…, por citar solo a algunos. Los más modernos conviven con los ya clásicos, como fray Luis de León o Lope de Vega.

La revista Liturgia y Espiritualidad, del Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona, me había pedido, hace ya un tiempo, un artículo sobre “El deseo de comunión”, comentando el número 57 de la carta apostólica Desiderio desideravi del papa Francisco sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios. Cito, en su integridad, este pasaje del papa, que se refiere a la presidencia de la asamblea por parte del sacerdote cuando se celebra la santa Misa:
La aproximación a la problemática de la “esencia del cristianismo” por parte de Romano Guardini y de Joseph Ratzinger busca dar una respuesta a la relación de la fe con la modernidad preservando lo nuclear de la revelación cristiana. El cristianismo no se puede reducir a la medida de la razón ilustrada de la modernidad, a su competencia en la investigación histórica o a su capacidad de desarrollar sistemas filosóficos, suprimiendo la referencia a la alteridad de la revelación y de la fe.






