El códice más famoso: El Calixtino
En este último año, a propósito del Códice Calixtino, se ha vuelto a confirmar el dicho de que “la realidad supera la ficción”. Un texto del siglo XII, de singular valor histórico y cultural, custodiado durante ocho siglos en la catedral compostelana, era sustraído de su lugar propio. Enseguida surgieron todo tipo de especulaciones: conspiraciones, tramas, mafias, negligencias, venganzas, intereses ocultos, etc.
Afortunadamente, y gracias al buen hacer del juez y de la policía, el códice ha sido recuperado y volverá al espacio del que nunca ha debido salir: la catedral. Sin la peregrinación jacobea, sin el templo que ha sido y sigue siendo la meta de ese peregrinar, el Calixtino ni habría nacido ni habría sido conservado.
Sería un expolio retirarlo de ese marco, como lo sería, bajo pretexto de mejor cuidado, trasladar a un museo el Pórtico de la Gloria o la fachada románica de la Plaza de Platerías. Cada cosa en su sitio, cada elemento dentro del conjunto que le da sentido y que, a la vez, contribuye – ese elemento - a iluminar.
Indudablemente esta defensa de la ubicación correcta para un bien cultural de semejante valor va unida a la petición de que se extremen las medidas de seguridad. Grandes obras de arte han sido robadas y algunas hasta recuperadas, como la Gioconda de Leonardo da Vinci. El cuadro fue robado en 1911, en el Museo del Louvre, y hallado, dos años después, en Florencia. Sigue siendo un misterio el motivo de ese saqueo.
Las especulaciones sobre el Calixtino no van a cesar. Digan lo que digan los investigadores o los jueces siempre habrá quien quiera ver más, ir más allá, desentrañar los enigmas y resolver las incógnitas. La mente humana es así y este espíritu de sospecha se ha, quizá, acrecentado en nuestra época cuando casi espontáneamente tendemos a creer que lo que aparece no se corresponde con lo que es.
Las explicaciones científicas buscan la sencillez. Si a la hora de dar cuenta del curso de la naturaleza una teoría se presenta como más sencilla que otra tiene, la primera, un punto a su favor. Pero esto quizá solo suceda en la ciencia – que también se ha complicado con las aparentes paradojas de la física cuántica - .

D. Francisco José Fernández de la Cigoña es un blogger de mucho éxito. Hoy me limito a enlazar uno de sus posts. Su sensibilidad es más bien tradicional - y eso no es malo - pero, sobre todo, es una persona de gran sentido común, y eso tampoco es malo. Yo diría que es muy bueno:
Comentando el episodio evangélico de la curación de la hemorroísa, San Agustín distingue entre “tocar” y “oprimir”.
Los astros, como los demás componentes de la naturaleza, ocupan un lugar en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia: “Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en Él las huellas de su Creador. La luz y la noche, el viento y el fuego, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad” (Catecismo, 1147).






