4.07.12

El códice más famoso: El Calixtino

En este último año, a propósito del Códice Calixtino, se ha vuelto a confirmar el dicho de que “la realidad supera la ficción”. Un texto del siglo XII, de singular valor histórico y cultural, custodiado durante ocho siglos en la catedral compostelana, era sustraído de su lugar propio. Enseguida surgieron todo tipo de especulaciones: conspiraciones, tramas, mafias, negligencias, venganzas, intereses ocultos, etc.

Afortunadamente, y gracias al buen hacer del juez y de la policía, el códice ha sido recuperado y volverá al espacio del que nunca ha debido salir: la catedral. Sin la peregrinación jacobea, sin el templo que ha sido y sigue siendo la meta de ese peregrinar, el Calixtino ni habría nacido ni habría sido conservado.

Sería un expolio retirarlo de ese marco, como lo sería, bajo pretexto de mejor cuidado, trasladar a un museo el Pórtico de la Gloria o la fachada románica de la Plaza de Platerías. Cada cosa en su sitio, cada elemento dentro del conjunto que le da sentido y que, a la vez, contribuye – ese elemento - a iluminar.

Indudablemente esta defensa de la ubicación correcta para un bien cultural de semejante valor va unida a la petición de que se extremen las medidas de seguridad. Grandes obras de arte han sido robadas y algunas hasta recuperadas, como la Gioconda de Leonardo da Vinci. El cuadro fue robado en 1911, en el Museo del Louvre, y hallado, dos años después, en Florencia. Sigue siendo un misterio el motivo de ese saqueo.

Las especulaciones sobre el Calixtino no van a cesar. Digan lo que digan los investigadores o los jueces siempre habrá quien quiera ver más, ir más allá, desentrañar los enigmas y resolver las incógnitas. La mente humana es así y este espíritu de sospecha se ha, quizá, acrecentado en nuestra época cuando casi espontáneamente tendemos a creer que lo que aparece no se corresponde con lo que es.

Las explicaciones científicas buscan la sencillez. Si a la hora de dar cuenta del curso de la naturaleza una teoría se presenta como más sencilla que otra tiene, la primera, un punto a su favor. Pero esto quizá solo suceda en la ciencia – que también se ha complicado con las aparentes paradojas de la física cuántica - .

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2.07.12

De la Cigoña o el puro sentido común

D. Francisco José Fernández de la Cigoña es un blogger de mucho éxito. Hoy me limito a enlazar uno de sus posts. Su sensibilidad es más bien tradicional - y eso no es malo - pero, sobre todo, es una persona de gran sentido común, y eso tampoco es malo. Yo diría que es muy bueno:

Ahí va el enlace.

Mis saludos a D. Francisco José y a sus lectores.

Guillermo Juan Morado.

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De paso, para mis lectores, este blog ha pasado el umbral del millón de visitas:

Total 1,001,258

Es nada, desde 2009 a 2012. Pero es algo, máxime sin comentarios, etc.

Estoy muy agradecido a todos los lectores.

30.06.12

“¿Quién me ha tocado el manto?”

Comentando el episodio evangélico de la curación de la hemorroísa, San Agustín distingue entre “tocar” y “oprimir”.

La muchedumbre “oprime” a Jesús, lo “apretuja”, pero solamente aquella mujer, que padecía una enfermedad que la relegaba a la condición de impureza legal, le “toca”. El Señor, para asombro de los discípulos, percibe esta diferencia, al preguntar: “¿Quién me ha tocado el manto?”. Los discípulos reaccionan extrañados: “Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: ‘¿quién me ha tocado?’” (cf Mc 5,21-43).

San Agustín identifica este “tocar” con “creer”. No basta con estar materialmente cerca de Jesús. Es necesario dar un paso más: Es preciso “tocarle”, creer en Él, reconocerlo como Señor y Salvador.

Un proceso de fe similar tiene lugar con Jairo, el jefe de la sinagoga. Si la hemorroísa ha de vencer las barreras de su condición de impura, el jefe de la sinagoga debe pasar por encima de su posición social para aproximarse al Señor y suplicarle: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”.

En ambos casos es la fe de estas personas y el poder que emana de Jesús lo que obra el milagro: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”, dice a la mujer. Y a Jairo le dice: “Basta que tengas fe”.

La fe es adhesión a la persona de Jesucristo. Es creer en Él, confiar en Él, abandonarse a Él. Supone la humildad de no confiar exclusivamente en uno mismo y la audacia de superar los obstáculos – reales o ficticios – que pueden separarnos del Señor.

La fe es, siempre, principio de vida, germen de la vida nueva de los que, por ella, han sido sanados y resucitados.

Por la fe en Jesús, el hombre supera el “imperio del Abismo” y el “veneno de la muerte” (cf Sab 1,13-15; 2,23-25), para llevar a su esplendor máximo su condición de imagen de Dios, llamado a la inmortalidad.

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25.06.12

HABÍA ESTADO XVIII

(Escrito por Norberto)

- ¿Los pobres sus predilectos?, tengo que investigar eso

- Le brindo dos citas «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios», dijo Krystós. «Porque Yahveh en su pueblo se complace, adorna de salvación a los humildes» (Tehilim 149,4).

- Bien, la primera es un testimonio, la segunda está escrita; no obstante la identificación entre Yehoshúa Bariosef y Krystós – el Mashiaj- es algo que no me ha probado aún, pero sí, verdaderamente me atrae la figura de un ser divino que no usa sus poderes para aplastar al hombre sino que carga con sus culpas, eso es muy nuevo.

- Loukás, se trata de una Nueva Alianza sellada en el sacrificio de Krystós.

- ¿Acaso hubo una Antigua Alianza?, bien esto se pone interesante, un dios que firma alianzas no es algo corriente en mi mundo.

- Está todo en el Tanaj. Sin embargo, ha habido un precursor, Yohanan (el Señor da la gracia) Bar Zekjar•yáh (YHWH ha recordado), que ha dado testimonio del Mashiaj, fue engendrado de modoprovidencial pues su madre había rebasado la edad fértil, sin embargo… perdone le aburro con esto.

- En absoluto, lo investigaré, tengo colegas muy amigos en Yerushaláyim a los que preguntar, gracias por la información.

- Por cierto acepté su invitación a cenar sin tener en cuenta que mañana es el Šhabāt, ¿me lo cambia por el almuerzo?.

- Faltaría más, le espero a la hora sexta.

La charla había concluido, Saúl se retiró a su aposento dando gracias a YHWH por aquella entrevista, algo le decía que aquella no sería la única ni la última y que la misericordia de Dios se derramaría sobre aquel médico, extraordinario, en lo médico y en lo humano. Había notado una empatía desconocida con un pagano; “esto no es casual, la Providencia está empeñada a favor de Loukás, su mirada es sincera, su gesto noble, sin embargo… ¿qué le falta, cómo hacer que crea, qué debo hacer?”, e improvisó una callada plegaria por el médico que tan bien le había atendido y con el que había establecido una empatía inesperada.

El Šhabāt había llegado y el almuerzo convenido, tras los preceptivos reconocimientos médicos por parte del sanador, había dado paso a una sobremesa sosegada, en el que la conversación versaba acerca de los cuidados y precauciones que Saúl debía cumplir si no quería empeorar gravemente.

- Seguiré todo lo que me ha prescrito, pues no quiero faltar al 5º Mitzvá del dekalogos, pero le aseguro que no vivo yo, sino que es Krystós quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del huios tou Theou (Hijo de Dios) que me amó y se entregó por mí. Algún día comprenderá lo que es vivir como le digo y no le miento; desde que le conocí todo lo que, hasta entonces, era más valioso, me parece basura comparado con la vida en Krystós.

- Le creo, su expresión es sincera y su lenguaje misterioso pero convencido, con persuasión propia sin afectación ni artificiosidad; bueno, espero que la carga que lleva, y eso es innegable, no le haga empeorar, en todo caso me tiene de su parte, escríbame cuando pueda y me cuenta cómo le va, le prometo responder.

- Solo nos diferencia la fe, solo eso, Loukás eres un buen hombre.

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23.06.12

San Juan, crecer y menguar

Los astros, como los demás componentes de la naturaleza, ocupan un lugar en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia: “Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en Él las huellas de su Creador. La luz y la noche, el viento y el fuego, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad” (Catecismo, 1147).

En la Natividad de san Juan Bautista, de entre todos los elementos creados sobresale la luz: Una luz que crece y que mengua. La luz de Juan es una luz menguante. La solemnidad de su nacimiento coincide casi exactamente con el solsticio de verano, cuando, en el hemisferio norte, el día es el mayor del año y la noche la menor de todas las noches.

A diferencia de la luz de Juan, que se va aminorando poco a poco, la luz de Cristo es una luz creciente. La solemnidad del nacimiento del Señor coincide con un fenómeno inverso: el solsticio de invierno, cuando el día es el más pequeño de los días y la noche la más larga de las noches.

Con relación a Cristo, la Luz que crece, Juan es la luz que mengua. En realidad, Juan no es la Luz, sino testigo de la Luz. Juan – escribe san Agustín – es “como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo” (“Sermón” 293); es el Antiguo Testamento que preludia el Nuevo, la definitiva Alianza entre Dios y los hombres sellada en Cristo Jesús.

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