El reto de volver a hablar de lo humano
¿En qué consiste ser hombre, ser una persona humana? Esta pregunta fundamental está lejos de encontrar una respuesta compartida por todos. Tenemos dificultad a la hora de comprender qué somos y qué nos diferencia, si algo nos distingue, de los animales o de las máquinas.
Sigmund Freud interpretó las tres revoluciones científicas conocidas en su tiempo como ofensas al hombre. La revolución copernicana hizo que la tierra y, en consecuencia, el hombre que la habita, dejase de ser el centro del universo. Después de esta “ofensa cosmológica” vino una segunda, “la ofensa biológica”, por la cual el hombre renunció a considerarse el soberano de todos los seres que poblaban la tierra para verse como el resultado de una evolución. La tercera ofensa, la psicológica, fue infligida por el mismo Freud: el hombre ya no era regente de su propia alma, sino que esta se resolvía en una confusión de impulsos. Podríamos buscar y señalar nuevas “ofensas” más recientes, nuevos cuestionamientos, que profundizan en el carácter problemático de lo humano.
De hecho, son muchos los pensadores que apuestan por el posthumanismo, sosteniendo que la idea de lo humano es simplemente una ficción, o por el transhumanismo, que propone mejorar mediante la tecnología las deficiencias de lo humano. Occidente, que tuvo su punto fuerte en la defensa del valor de la persona humana, hoy corre el riesgo de encontrar en esta cuestión – el valor de lo humano - su mayor punto de debilidad.