Terrorífico Tamayo
Acabo de escribir su nombre y ya estoy arrepentido. Tamayo, ¿quién es Tamayo? Nadie. En el campo teológico, nadie. Y en el eclesial, menos que nadie. Pero está ahí, parece que a sueldo, dispuesto a desacreditar todo lo que provenga de la Iglesia de Cristo.
Nunca han faltado en la historia los “tamayos” de turno. Siempre ha habido alguien presto a susurrar al oído del poder lo que el poder quería oír, o a hacer propaganda al ritmo marcado por el tirano. Frente a fidelidad a la conciencia – Tomás Moro – , la postura de un Cranmer – el seguidismo del poder – ayuda a marcar la diferencia, a separar la honra de de la vileza.
A Tamayo, las palabras pronunciadas por los Obispos en las Misas que hoy se han celebrado en la fiesta de la Sagrada Familia le parecen terroríficas. A Tamayo, como al Demonio, la palabra del Evangelio le provoca espanto y pavor. Ofrece así, gratuitamente para la Iglesia, aunque quizá bien pagado por otros cauces, una norma negativa cuasi infalible: No le gusta a Tamayo, “ergo” está bien.
Tamayo se estremece porque algunas homilías no son plenamente compatibles con las leyes emanadas del Parlamento. Como Cranmer, aunque con menos categoría que Cranmer. En su proceso, el arzobispo Cranmer no se cansó de jurar y perjurar su fidelidad al Parlamento. Tanta era su lealtad a Enrique VIII y a sus leyes que, apretado por un hábil acusador, llegó a admitir que, así como en Inglaterra el Rey era la cabeza de la Iglesia, así lo había sido Nerón en la época de San Pedro o lo era el Gran Turco para los cristianos que vivían para la opresión de la Sublime Puerta.
Cambian las caras. Las actitudes permanecen. Por eso puede emocionarnos, siglos después, una tragedia de Eurípides o un drama de Shakespeare. Cada personaje simboliza una virtud o un vicio eternos: la traición, la codicia, la envidia o, si es el caso, hasta la coherencia.
¿Qué le duele a Tamayo? Al parecer que los Obispos no aplaudan la nueva Ley de Supremacía. Que no se muestren encantados con llamar “matrimonio” a lo que, según el Evangelio, no lo es. Que no alaben el “divorcio express”. O que no recomienden, a modo de penitencia piadosa, el aborto de los niños.
Eso a Tamayo no le gusta. No quiere contristar al César. Ignora Tamayo que es posible, como Tomás Moro, ser leal al César y hasta respetuoso con la voluntad popular sin vender el alma. Claro que, tal vez, Tamayo no crea en el alma. A fin de cuentas, las buenas obras no se traducen en euros a fin de mes.
Guillermo Juan Morado.
12 comentarios
En realidad, esta persona tiene de católica lo que le haya proporcionado algún sacramento. Sin embargo, no basta con serlo de apariencia (como es su caso) sino que ha de predicar con el ejemplo.
Su ejemplo, al contrario de lo que debería ser normal en una persona que dice profesar la fe en Dios y que, además, lo hace dentro de la Iglesia que fundó Cristo que, con el paso de los años, se dio en llamar católica, es absolutamente nefasto (es decir, que va contra lo justo religioso)
Cuando dice Tamayo (en el artículo citado por ti en el tuyo en el enlace) que
"Es un ataque brutal contra el pueblo, contra la voluntad popular, representada en el Parlamento, que es quien ha aprobado la ley del matrimonio homosexual, la ley del divorcio express y la ley del aborto", es que, sin duda alguna Tamayo desconoce lo que es la Ley Natural, lo que son las leyes intrínsecamente perversas y confunde, como suele ser habitual en personas de tendencias totalitarias, el resultado de unas elecciones con el manejo totalitario del resultado de tales elecciones.
Juan José Tamayo, representante de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII (!Qué culpa tendrá el Papa que lo fuera en tiempos del Concilio Vaticano II para que estos cuates se le arrimen) es, en realidad, fiel ejemplo de una teología progre, desfasada y, sobre todo, escrita contra la Iglesia católica para, si es posible eso, sembrar cizaña.
Pero lo dicho por este individuo a mí no me extraña lo más mínimo. Pero nada de nada. Es más de lo mismo.
La nada. Una nada hinchada mediáticamente por los enemigos de la Iglesia, entre los que él se encuentra.
Es un renegado, un apóstata sin sustancia. Pero hasta para ser hereje hay que tener categoría. Él no la tiene.
A mi me gusta la objetividad, pero la Iglesia de Dios tiene su marcha evangélica, y sus propios guardianes de la ruta y herencia de Jesús.
Podrá denostar ciertas actitudes o hechos, pero la doctrina está ahí o hagamos otras escrituras y borremos la patrística entera.
El objetivo es hacer que la iglesia se dirija por su opinión que recibe de las instrucciones de los que le abrigan
De teólogo nada Yo que soy un pupas lo hago mejor que él.
Lo que dice Tamayo es algo de lo que suelen decir los ateos de "El País", en la medida que el pensamiento es ateo y habita en "El País" que, hoy por hoy, es su lugar natural porque así lo han decidido. En este caso Tamayo -que ha aprendido a pensar esas cosas leyendo "El País" o sus imitaciones- se centra en la maldad de Iglesia. Así la pinta: brutal, terrorífica, dura, en tromba, sin reflexión, deslegitimadora, fuerza en la calle. Habla de una campaña de homilías terroríficas en las catedrales que culminan en la de Colón. Tamayo se sirve de la ocasión periodística pero su estampa de la Iglesia es típica del ateísmo ese que viene dado con el periodismo de "El País" y en los libros de sus articulistas que son lo que son gracias al periodismo que los actualiza existencialmente. El negocio no está en las novelas ni en los ensayos sino en aparecer en el periodismo. Éllos insiste en que, a pesar de las apariencias, cualquier contacto con lo religioso esconde una cosa horrenda y, directamente, diabólica. Se trata de algo muy malo, muy malo que podría explicar más extensamente pero lo dejo porque éllos llegan al extremo de lo desagradable y lo odioso, y si no es necesario, no hay porqué pringarse continuamente con estas cosas. Si hace falta podemos añadir unas gotas de Historia y decir que estas cosas proceden del inmenso arsenal de monstruosidades que se dijeron entre católicos y protestantes durante las guerras entre el Norte protestante y el Sur católico. De ahí las sacaron ya hechas los pensadores ateos y las elaboraron a su manera y han quedado como un imagen fija para los ateos más pintorescos y algunos ultraprotestantes. Como fue una lucha en muchos terrenos también hay paradojas menos bordes y más culturales que prefieren otros ateos más ordenados. En definitiva, esta vez se trata de reproducir una pintura genérica que Tamayo repite como un dibujante de caricaturas bien entrenado. Respecto a las contradicciones que Tamayo encuentra en la predicación de la Iglesia sobre la familia ya lo eran cuando Tamayo se ordenó sacerdote y entonces no le importaron. Se nota que Tamayo es una flor tardía para lo que le conviene. Aquí se insiste, sin saberlo, en ese carácter malo de lo religioso que te engaña y tú, pobrecillo, no te das cuenta hasta que tienes una cátedra guay y una tribuna de teólogo del "El País" donde vives estupendamente de repetir ciertas cosas. Y sin contradicciones ni nada. Espero que "El País" no le haya engañado como le engañó la malísima Iglesia de las terribles contradicciones.
Sobre lo del Parlamento, hay mucho que decir y todo está dicho en "El País". Las manifestaciones de las víctimas del terrorismo eran mostradas como contrarias al Parlamento que había consentido en la tregua o treta de paz entre ZP y la banda de la ETA. Las manifestaciones contra la guerra de Irak -que España votó en la ONU pero sin participar en las batallas- iban contra la decisión del Parlamento y "El País" las justificaba. La última huelga general no fue por motivos sindicales, fue en contra de unas medidas del Parlamento a las que se llamó "decretazo", y por supuesto no fue "brutal, terrorífica, dura, en tromba, sin reflexión, deslegitimadora, fuerza en la calle". Venga Tamayo, que ya te hemos visto mucho, en lo de los cuadros ateos y en otros cuadros del mismo pensamiento en periodismo. Ya se sabe que una imagen clasificada por sus palabras vale más que callarse mil estupideces. Es una ley del periodismo donde esas imágenes suplementarias de estupideces valen mucho dinero. Lo malo es que nos quedan muchos Tamayos por ver. Es una larguísima exposición de los mismos Tamayos con otros Tamayos, llámense como se llamen.
El diario "El País" siempre ha tenido en nómina a determinados sujetos a los que paga, y los paga bien, por zaherir, denigrar y ridiculizar a la Iglesia, al Papa y a los obispos. Estos individuos, avejentados y chocheantes, se le van muriendo. Y el diario "independiente" (?) de la mañana pues tiene que irlos relevando con jóvenes promesas, animosos sexagenarios con mala conciencia y peor baba. En medio de ese aquelarre senil de teólogas y teológos progresistas reluce este angelito negro. Pobre.
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