Santa Maravillas de Jesús
He seguido, sin mucho interés, el esperpéntico asunto de la placa que pensaban dedicar a Santa Maravillas de Jesús -¡qué manía la de llamarle “sor” o “madre”- , por haber nacido esta santa en el lugar que hoy ocupa el Congreso de los Diputados.
Santa Maravillas ha obtenido ya el mayor reconocimiento: la canonización. Es verdad que, para ella, como para todos los que han llegado definitivamente a Dios, todo “reconocimiento” sobra. Pero, para nosotros, que aún estamos en camino, supone un motivo de aliento el ver que hermanos y hermanas nuestras han podido, siendo dóciles a la gracia, hacer concreto el Evangelio. En la vida de los santos, la enseñanza de Jesucristo no es una “teoría”; es una realidad palpable.
Yo estaba en Madrid, en la Plaza de Colón, cuando el recordado Papa Juan Pablo II canonizó, en la mañana del 4 de mayo de 2003, a cinco españoles – sí, españoles - : San Pedro Poveda, martirizado a los sesenta y un años de edad en 1936, por el grave delito de ser sacerdote; San José María Rubio, sacerdote jesuita; Santa Genoveva Torres; Santa Ángela de la Cruz y Santa Maravillas de Jesús.
Sobre esta última santa, decía el Papa en su homilía: “Santa Maravillas de Jesús vivió animada por una fe heroica, plasmada en la respuesta a una vocación austera, poniendo a Dios como centro de su existencia. Superadas las tristes circunstancias de la Guerra Civil española, realizó nuevas fundaciones de la Orden del Carmelo presididas por el espíritu característico de la reforma teresiana. Su vida contemplativa y la clausura del monasterio no le impidieron atender a las necesidades de las personas que trataba y a promover obras sociales y caritativas a su alrededor”.
Hoy, algunos políticos, le niegan una placa. Esa placa no le hace falta a Santa Maravillas. A los católicos, tampoco. Pero, como españoles, sí que podemos lamentar la discriminación y la parcialidad de nuestra casta dominante. ¿Habrán pensado – y no es por darles ideas – quienes viven de no asistir al Congreso en eliminar de la historia de la Literatura a Santa Teresa, a San Juan de la Cruz, a Fray Luis de León, a Fray Luis de Granada, a Góngora, a Lope de Vega, a Calderón? ¿Habrán pensado en quemar El Cristo de Velázquez o las Inmaculadas de Zurbarán? ¿En demoler El Escorial? ¿En reducir a cenizas las catedrales? ¿En acabar la obra inacabada de la Desamortización borrando toda huella que haya quedado, casi por milagro, de los monasterios?
Sorprende también, sin duda, que los herederos ideológicos de quienes han causado tanta muerte y persecución – no ellos en exclusiva, pero ellos también - en nuestro pasado aún reciente no hagan las cuentas con la herencia que han recibido y no sólo no condenen los excesos de sus mayores, sino que parezcan reivindicarlos e, incluso, reproducirlos, bien sea de modo incruento. De otro forma no se explica que algún preboste sacado de las filas de los que nos gobiernan tenga la desfachatez, no sólo de oponerse a la placa, sino de insultar a Santa Maravillas y, de paso, de ofender a Dios y a los católicos.
Juan Pablo II decía en Colón: “Conocer y profundizar el pasado de un pueblo es afianzar y enriquecer su propia identidad ¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia”. Lamentablemente, su mensaje no ha sido escuchado. Los santos, por el mero hecho de serlo, en lugar de enorgullecernos como país parecen humillarnos. Motivo más que de sobra para recurrir cada día a su intercesión. Por el bien de todos, con placas o sin ellas.
Guillermo Juan Morado.
8 comentarios
Seguramente la fe que resiste en España se debe a todos los que dieron su vida por el Señor, y para que el Señor reinara en España por siempre.
De nosostros depende mantener esta hermosa herencia.
Allí donde está la madre Maravillas esas historias de plaquitas no cuentan para nada y a ella no le hubiera gustado qque se hubiera armado jaleo.
Lo mejor de M. Maravillas fue su vida y su obra y el mejor homenaje lo tuvo en la plaza de Colón. Por lo visto se ocupaba de que dieran casas a los necesitados. La verdad es que eso y sobre todo si alguien lo hiciera ahora merecería un placón, quien fuera.
Lo triste es la discriminación, si un bombero, policia,médico profesor, cura, enfermera, monja , etc....merece algo, pues es triste que por ser moja o cura no se lo den
Sólo la maledicencia posterior comenzó a sacar agravios comparativos, de donde no los había.
El caso es volver con el odio cainita.
Aquí ocurre lo mismo. La Iglesia la declara Santa. ¿Hay más honra en el mundo?
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