La fiesta y la alegría

En el Discurso dirigido a la Curia Romana, con ocasión de la felicitación navideña, el Papa Benedicto XVI ha hecho balance de los acontecimientos eclesiales más destacados de 2008: la Jornada Mundial de la Juventud, los viajes apostólicos a EEUU y a Francia, y el Sínodo de Obispos dedicado a la Palabra de Dios.

Una cita de Nietzsche sirve a Benedicto XVI para resaltar el hilo conductor que une estos acontecimientos. Decía el filósofo alemán: “La habilidad no está en organizar una fiesta, sino en encontrar a las personas capaces de aportar alegría”.

La Jornada Mundial de la Juventud no ha sido, reflexiona el Papa, una simple fiesta, como si se tratase de un festival de rock; ha sido una “fiesta de la alegría”. Y la alegría es fruto del Espíritu Santo. La acción del Espíritu Santo proporciona unidad a los acontecimientos eclesiales y explica el motivo profundo de la alegría cristiana.

Cuatro dimensiones de la acción del Espíritu comenta el Papa en su discurso. El Espíritu Santo es, en primer lugar, Espíritu Creador. Benedicto XVI se muestra partidario de proponer de nuevo la fe en la creación para extraer de este núcleo esencial sus consecuencias éticas: la ecología de la tierra; es decir, el respeto al cosmos, pero, sobre todo, la ecología del hombre, evitando su autodestrucción.

En el hombre como criatura de Dios se inscribe un mensaje que no contradice la libertad humana, sino que es su auténtica condición de posibilidad. En esta óptica se encuadra la importancia de respetar la realidad del matrimonio, “sacramento de la creación”. También en esta perspectiva encuentra su contexto propio el mensaje de la encíclica “Humanae vitae” de Pablo VI, publicada hace cuarenta años.

El Espíritu Santo es, en segundo lugar, un Espíritu que habla; es Palabra que nos viene al encuentro en la lectura de la Biblia. Por la acción del Espíritu, inseparable de la de Cristo, al leer ahora las Escrituras, Dios pasea por el Paraíso, como bellamente escribía San Ambrosio.

En tercer lugar, el Espíritu Santo es el “soplo de Cristo”, que nos une a Cristo para hacernos verdaderamente una nueva creación. Finalmente, El Espíritu Santo es el Espíritu de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. Es este Espíritu el que nos da la alegría; esa alegría que no se puede organizar y que va más allá de la mera fiesta.

Guillermo Juan Morado.

3 comentarios

  
asun
Feliz Navidad, P Guillermo y lectores de su blog.
24/12/08 2:49 PM
  
Manuel
¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!!
24/12/08 2:59 PM
  
Guillermo Juan Morado
Feliz Navidad a todos,
GJM.
24/12/08 3:38 PM

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