Herodes, los sumos sacerdotes, los Magos
En el relato evangélico de la adoración de los Magos (cf Mt 2,1-12) contrastan tres actitudes diversas: La actitud de Herodes, que presiente que la salvación de Dios es un peligro; la actitud de los sumos pontífices y de los letrados, que conociendo las profecías permanecen en la indiferencia; y, finalmente, la actitud de los Magos, que se ponen en camino para buscar a Jesús y adorarlo.
Herodes era el rey de Judea. Su modo de actuar es el de un tirano que busca, a toda costa, alcanzar y mantener el poder. El historiador Flavio Josefo trazó el siguiente retrato de su personalidad: “Era de carácter indómito y apasionado, cruel e inflexible. Le eran extraños los sentimientos de ternura y las emociones sensibles. Dondequiera su interés parecía exigirlo, obraba con mano férrea hasta hacer correr ríos de sangre”. El comportamiento de Herodes en absoluto es pasivo, sino que hace todo lo que está en su mano para disipar una posible amenaza. Se sobresaltó, nos dice San Mateo, al enterarse de que los Magos preguntaban por el Rey de los Judíos que había nacido. Convocó a los sabios de su reino para indagar dónde tenía que nacer el Mesías. Llamó a los Magos con la intención de saber exactamente dónde se encontraba el Niño.
Herodes personifica la idolatría del poder, la perversión del ejercicio de la autoridad, el desprecio de la justicia. Cuando el único criterio que se sigue es el afán egoísta de imponer la propia voluntad entonces estorba la cercanía de Dios, su proximidad a nosotros, el necesario límite que su Ley impone a nuestros caprichos.
Los sumos pontífices y los letrados del país eran los expertos conocedores de las profecías. Ellos sabían perfectamente dónde tenía que nacer el Mesías. Lo sabían, pero ese conocimiento los deja en su inactividad. San Agustín, en un sermón, dice que estos sabios son similares a las piedras miliarias, que señalan el camino y no andan. Es la actitud de la indiferencia, de la ausencia de compromiso. También nosotros, como esos personajes, tenemos muchas noticias sobre Dios, sobre Jesucristo, sobre la Iglesia. Difícilmente, dos mil años después del nacimiento de Cristo, podemos alegar que ignoramos el hecho de que Dios nos ha hablado en su Hijo, que se ha hecho hombre para que los hombres pudiésemos vivir como hijos de Dios. Pero una fe puramente teórica no salva. La fe que salva es la fe animada por el amor; es la fe que nos hace ponernos en camino para encontrar a Dios, para cumplir su voluntad, para confesar su divinidad en la realización cotidiana de nuestras vidas.
Los Magos representan el dinamismo de un conocimiento comprometido; de un conocimiento que parte de la búsqueda y, en perfecta coherencia, se traduce en adoración. Los Magos están atentos a descubrir las señales de Dios: han visto la estrella y la siguen, sin pararse, sin buscar pretextos para permanecer en la quietud de una cómoda indiferencia. No temen preguntar, indagar, ponerse en camino. La recompensa de esta búsqueda, que en realidad es un seguimiento, es la alegría del encuentro con Cristo, el gozo de reverenciar y honrar a Dios que les salía al paso en la figura del Niño.
Pidamos al Espíritu Santo que también nos guíe a nosotros hacia Cristo; que venza nuestro egoísmo, que disipe nuestra pereza y que nos haga, por encima de todas las cosas, buscar y adorar a Dios.
Guillermo Juan Morado.
2 comentarios
Los sumos sacerdotes parece que no estaban interesados, estaban bien así.¿Para que complicarse?
Herodes no quiere perder la poltrona y no tiene ningún miedo en mandar matar niños para pillar al Niño, no piensa en las consecuencias de su acto, solo matar para proteger su poder y su trono
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