InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

12.03.20

Para rezar en tiempos de coronavirus

Abandono y confianza bajo la protección divina

Tú que habitas al amparo del Altísimo, / que vives a la sombra del Omnipotente,/di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío,/ Dios mío, confío en ti”.

Él te librará de la red del cazador,/ de la peste funesta./ Te cubrirá con sus plumas,/bajo sus alas te refugiarás:/ su verdad es escudo y armadura./ No temerás el espanto nocturno,/ ni la flecha que vuela de día, /ni la peste que se desliza en las tinieblas,/ ni la epidemia que devasta a mediodía” (Salmo 91, 1-6).

 

Súplica ferviente

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo inmortal, ten misericordia de nosotros.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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7.03.20

Transfiguración: La gloria y la cruz

Mateo, en su relato de la transfiguración, vincula la peculiar experiencia vivida en la cumbre de un monte con el camino de la pasión.

Mt 17,1-8 describe la transfiguración propiamente dicha: “Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mt 17,2). La voz de Dios ocupa el centro: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo” (Mt 17,5).

Jesús es revelado como el Hijo de Dios. Como tal, aparece inmerso en el mundo celeste y, como un presagio de futuro, muestra – incluso en su rostro – el esplendor y el dominio que corresponden a quien Dios ha revelado como su Hijo.

Pero esta luz es inseparable del camino que, como Hijo del hombre, le conduce a la pasión y a la muerte.

Mateo desarrolla este relato, abarcando así a los discípulos (Mt 17,6-8.10-13). Ellos experimentan de un modo singular, en un monte alto, un fragmento anticipado del esplendor de la pascua. Pero no pueden dejarse encadenar por la fugacidad de esa luz. No pueden permanecer en la montaña, caídos en el suelo a causa del contacto con lo divino.

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25.02.20

Limpiar el corazón (Miércoles de Ceniza)

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). “Limpiar el corazón”. He aquí el programa de toda la cuaresma: limpiar el corazón para “ver” a Dios; para alcanzar nuestro auténtico fin. Como escribe san Agustín: “escucha y aprende a desear a Dios; aprende a prepararte para verlo”. O, tal como recoge el profeta: “Convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos, lamentos” (Jl 2,12).

¿Cómo es posible este retorno, esta conversión “de todo corazón”? Es posible por la fuerza de la misericordia que brota del corazón mismo de Dios, “un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor” (Jl 2,13). La conversión del corazón es gracia, obra de Dios, y fruto de la fe en su misericordia.

Limpiar el corazón es dejar que la gracia penetre en lo más íntimo de nosotros mismos, en el sagrario de nuestra conciencia, y dejar que lo sacuda, dándonos la fuerza de “rasgar el corazón”, permitiendo que el Señor transforme y renueve nuestras intenciones, nuestras acciones y el fondo de nuestro ser.

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22.02.20

Un texto muy bien escrito: “Querida Amazonia”, de Francisco

Hablando, en una ocasión, con otro sacerdote pude constatar una impresión compartida. Todos los días los sacerdotes católicos rezamos y leemos el “Oficio de Lectura”, cuyo centro radica en un texto bíblico al que sigue otro texto patrístico, espiritual o magisterial. Mi interlocutor me decía que, a veces, el texto estaba tan bien escrito que le hacía avivar su atención hacia lo leído. A mí me ha pasado lo mismo.

Muchas veces, ese texto que reclama atención, que se niega a ser leído como de pasada, tiene como autor a San Agustín, a la vez un retórico, un clásico de las letras y del discurso persuasivo, y un profundo pensador.

Explicando, San Agustín, que el deseo del corazón tiende hacia Dios nos dice: “Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones”.

Es muy difícil escapar a la sugestión de esas palabras que suscitan a la vez la actividad de la imaginación y del entendimiento, que recurren a la imagen y a la analogía. Que son palabras espirituales y materiales. Simbólicamente materiales. Como los sacramentos. El Papa dice en “Querida Amazonia” que los sacramentos “son una plenificación de lo creado, donde la naturaleza es elevada para que sea lugar e instrumento de la gracia, para ‘abrazar el mundo en un nivel distinto’”.

En el mundo pagano, Platón poseía ese arte de lo simbólico, de la alianza entre literatura y pensamiento, entre fondo y forma. Y, tras Platón, ya en el universo cristiano, Pascal y Newman. O el mismo Cristo con su Sermón de la Montaña y con sus parábolas. Forma y fondo. Belleza y verdad.

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21.02.20

Eutanasia y compasión

Eutanasia y compasión

 

Algunos partidarios de la eutanasia presentan ese hecho – que consiste en provocar, en un entorno médico y de modo intencionado, la muerte de un enfermo - como un acto de amor. En consecuencia, quienes se oponen a la misma serían seres despiadados, intransigentes e incapaces de sentir empatía con las personas que sufren.

Analizando la realidad con mayor detalle se puede llegar a ver que “eutanasia” y “compasión” son conceptos escasamente vinculados entre sí. Una falsa compasión no es compasiva en absoluto; sino que equivale a la negación de la piedad hacia el otro; en particular hacia el más débil.

“Para que no sufra, que deje de vivir con mi ayuda”. Así se expresaría esa compasión falsa, ese señuelo de piedad. Le atribuyen a Stalin la afirmación según la cual “la muerte soluciona todos los problemas”. ¿Que alguien padece? Se le “ayuda” a morir y se acaba el padecimiento. Y, si universalizamos este recurso mágico, podríamos seguir resolviendo cualquier otro problema: “Si muere, no pasará hambre”, “si muere, no será explotado laboralmente”, “si muere…”.

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