IA: Ni tan inteligente ni tan artificial

En una ocasión oí decir a un experto en inteligencia artificial (IA) que esta ni era tan inteligente ni tan artificial. Una conclusión parecida puede deducirse de la lectura de “Antiqua et nova. Nota sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana”, publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y por el Dicasterio para la Cultura y la Educación y aprobada por el papa Francisco el 14 de enero de 2025. Se trata de un documento que gira en torno a dos ejes: la antropología y la ética y que busca, sobre todo, distinguir el concepto de “inteligencia” en referencia a la IA y al ser humano para, a partir de esa distinción, proponer algunas líneas de acción. El uso de los términos reviste una importancia capital en todo este asunto. Como Martin Heidegger supo ver en su “Carta sobre el Humanismo”, el lenguaje desempeña un papel fundamental en la formación del entendimiento. El documento advierte, siguiendo esta poderosa intuición, que “el modo como se define la ‘inteligencia’ va, inevitablemente, a determinar la comprensión de la relación entre el pensamiento humano y dicha tecnología”.

Sabemos, basados en una elemental filosofía del lenguaje, que no todos los términos son iguales desde el punto de vista semántico. Algunos son “unívocos”, cuando se predican de varios individuos con la misma significación; otros son “equívocos”, aquellos cuya significación conviene a diferentes cosas completamente diversas entre sí; y, finalmente, otros términos son “análogos”, porque se predican de realidades distintas que, no obstante, guardan cierta semejanza. El término “animal” es unívoco, porque conviene a todos los vivientes dotados de sensibilidad. Y así podemos decir que un caballo es un animal, que un gato es un animal y que un hombre, aunque racional, es también un animal. Los términos “vela” o “cabo” son equívocos, puesto que nada tiene en común una vela de cera destinada a alumbrar con la vela de un barco impulsada por el viento. Igualmente, poco tiene que ver, por ejemplo, el cabo de Buena Esperanza con un cabo de la Guardia Civil. La palabra “padre” es análoga y así podemos decir “mi padre es mi progenitor” o “Freud es el padre del psicoanálisis”. Existe una analogía, una semejanza, pese a la diferencia, entre la relación paterno-filial y el vínculo de un pensador con la teoría que ha ideado. En ambos casos el término “padre” hace referencia al origen de alguien o de algo.

Algunos tienden a emplear la expresión “inteligencia” de modo unívoco, como si conviniese del mismo modo a las máquinas que al ser humano. Y este uso de la palabra “inteligencia” en referencia a la IA es, como ha señalado el papa Francisco, “engañoso” y corre el riesgo de descuidar lo más valioso de la persona humana. La IA no es una forma artificial de la inteligencia, sino uno de sus productos. La palabra “inteligencia” aplicada a la IA se entiende en un sentido exclusivamente funcional. En cambio, referida al ser humano, el concepto de inteligencia tiene un alcance más amplio, pues de hecho es una facultad relativa a la persona en su conjunto. La naturaleza del ser humano no se reduce a las funciones que desempeña, sino que, ante todo, se refiere a lo que la persona “es". Existe analogía entre la inteligencia humana y la IA, pero la desemejanza entre ambas es mayor que la semejanza.

Una máquina puede ejecutar, basándose por ejemplo en inferencias estadísticas, algunas funciones de modo similar o mejor que los seres humanos, pero no puede “pensar”, no puede desarrollar la comprensión semántica o la producción creativa, capacidades que requieren una subjetividad personal para realizarse plenamente. Es decir, una máquina, del tipo que sea, no “es” un ser humano. Y la IA, a diferencia de la inteligencia humana, no es una facultad que forme “parte integrante del modo en que toda la persona se involucra en la realidad”.

Se trata de un documento que hace pensar, intentando captar la verdad con los ojos de la mente y razonar hasta hacernos un juicio: “Juntos, intelecto y razón, constituyen las dos caras del único acto del ‘intelligere’, ‘operación del hombre en cuanto hombre’”.

 

Guillermo Juan-Morado.

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