Los Magos, ¿astrónomos persas?
En el último consistorio, celebrado en Roma el pasado 7 de diciembre de 2024, el papa Francisco “creó”, así se dice, a veintiún nuevos cardenales; entre ellos, a Dominique Joseph Mathieu, un franciscano conventual que es, desde 2021, arzobispo de Teherán-Isfahán de los Latinos, en Irán. Los católicos de rito romano, pertenecientes a este arzobispado, son muy pocos, unas dos mil personas, casi todos extranjeros, bien porque se trate de personal de las embajadas o de trabajadores procedentes en su mayoría de Filipinas, Corea y otros países. La presencia cristiana en Irán, que se remonta a los primeros siglos de la existencia de la Iglesia, no se reduce a los católicos latinos, ya que en tierra persa continúan viviendo cristianos de las antiguas iglesias orientales: Iglesia apostólica armenia, Iglesia asiria del Oriente, Iglesia católica caldea; además de miembros de varias denominaciones protestantes.
Los sacerdotes persas de la Antigüedad pagana eran conocidos por escrutar los cielos desde las alturas de los zigurats, las famosas torres escalonadas y piramidales características de la arquitectura religiosa asiria y caldea. Se da la coincidencia de que el mencionado arzobispo-cardenal de Teherán-Isfahán de los Latinos, el primer cardenal que desempeña su ministerio en suelo iraní, el belga Dominique Joseph Mathieu, es, desde su juventud, un apasionado de la astronomía. Tuvo su primer telescopio a los doce años y en una entrevista reciente confesaba que, ya más adulto, “al escudriñar el espacio me llenaba de asombro y gratitud por las maravillas de Dios”.
Los Magos de Oriente de los que habla el evangelio según san Mateo eran, probablemente, sacerdotes persas; hombres habituados a examinar, a inquirir y a averiguar cuidadosamente el mundo de los astros. Pero, además, eran, como escribe Benedicto XVI, “hombres de esperanza”, filósofos y sabios religiosos buscadores de la verdad y del verdadero Dios. Algunos creen que la estrella del relato de san Mateo no es un fenómeno astronómico, sino una referencia exclusivamente teológica.Pero una cosa no excluye necesariamente la otra.
Ya Kepler (1571-1630) indicó en su día que, en el tiempo de nacimiento de Jesús, se había producido una conjunción de Júpiter, Saturno y Marte relacionada con una estrella de extraordinaria luminosidad – lo que hoy conocemos como una “supernova” -. Una conjunción astral semejante, de Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis, en el período del nacimiento de Jesús, había sido calculada, según el astrónomo Konradin Ferrari d’Occhieppo (1907-2007), por los astrónomos babilonios y les habría indicado, quizá con la ayuda de algún vaticinio o profecía, la tierra de Judá como la de un recién nacido “rey de los judíos”. Los Magos de Oriente, concluye Benedicto XVI, “representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a él”.
Es apasionante recorrer cómo en la historia del cristianismo se apela a la relación entre el “liber naturae”, el libro de la naturaleza, y el “liber Scripturae”, el libro de la Sagrada Escritura. San Agustín señalaba el comienzo de este vínculo: Se debe estar preparado y capacitado para leer con fruto en estos códices, en el libro de la “página divina” y en el libro del “orbis terrarum”. Además, no se le puede pedir a un libro lo que no está a su alcance: el libro de la Escritura no puede decidir cuestiones que pertenecen al libro de la naturaleza, ni viceversa, pero eso no significa que los diferentes niveles de realidad y de conocimiento no estén relacionados entre sí. La realidad es una, y nuestro conocimiento, en la medida de nuestras posibilidades, ha de intentar llegar a comprenderla, sin descartar ningún medio que pueda conducir a ese fin.
Irán, los sacerdotes astrónomos de los zigurats, los Magos y la estrella que apunta a Cristo. Ojalá que el cardenal-arzobispo de Teherán-Isfahán de los Latinos logre también, con su palabra, con su presencia, con su testimonio, apuntar a Cristo. Ojalá, cada uno de nosotros, logremos lo mismo.
Guillermo Juan-Morado.
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