Ateos devotos

La expresión “ateos devotos” – o la equivalente de “ateos católicos” - parece contradictoria y plantea un interrogante sobre la coexistencia y alianza de los contrarios: ¿cómo puede un incrédulo, pese a su incredulidad, estimar seriamente la religión católica? Es un hecho que algunas personas que no se identifican como creyentes defienden, no obstante, la centralidad cultural y política de los valores cristianos. A estas personas se les empezó a llamar en Italia, ya en la etapa final del pontificado de Juan Pablo II, “ateos devotos”. Podríamos mencionar, entre otros, a la periodista Oriana Fallaci, al también periodista Giuliano Ferrara o al filósofo y político Marcello Pera. En España, podría señalarse a Gustavo Bueno, quien se consideraba a sí mismo ateo, pero culturalmente católico. Varios intelectuales no creyentes admiraban al papa Benedicto XVI, quien defendía la importancia de los cristianos como “minoría creativa” a la hora de custodiar y defender los valores de Occidente, amenazado por la frivolidad relativista.

En esta proximidad propia de un “atrio de los gentiles” parece situarse el filósofo y ex alcalde de Venecia Massimo Cacciari. Ya en 2023, en una conferencia pronunciada en el “Ateneo Veneto” sobre María, reflexionó filosóficamente sobre la presencia de la Virgen en el arte centrándose en la “Madonna del Parto” del pintor Piero della Francesca. En esa obra, María es desvelada como centro de un misterio, el de la Encarnación; como un “enigma manifiesto” de la unión de lo humano y lo divino. En un ensayo reciente, “La Passione secondo Maria”, ve en la Virgen un símbolo de humanidad, de ternura y de libertad que, a través del arte, transmite una profunda compasión. El dogma de la Encarnación está en el centro de la civilización europea y occidental. La fe cristiana sale al encuentro del mundo con libertad, afecto y razón, cualidades que encarna María. Sin misericordia, reflexiona Cacciari, no puede existir una verdadera convivencia. Por ello, una Europa que no dijese ya nada sobre la Virgen estaría destinada a su desaparición.

Cercana a la Iglesia, habiendo abandonado una hostilidad manifiesta contra ella, se encuentra la ex activista de “Femen” Marguerite Stern, coautora de “Transmania”, un ensayo que denuncia como dañina la “manía trans”, la ideología transgénero. Stern encontró un punto de inflexión que le hizo cambiar su mirada hacia la Iglesia cuando el 15 de abril de 2019 ardió la catedral de París: “Al atacar la religión católica – escribe- me pregunto si yo no estaba también en una lógica de destrucción y de odio a mí misma. Aunque no era creyente, me bauticé, hice mi primera comunión y, sobre todo, crecí en un país cuya historia, arquitectura y moral fueron moldeadas por la Iglesia. Rechazar esto, entrar gritando en Notre-Dame de París, era una forma de dañar una parte de Francia, es decir, una parte de mí misma. A los 22 años no me di cuenta. Sin embargo, me encantó esta catedral. Recuerdo que al día siguiente del incendio fui a llorar a una iglesia”. Lamenta haber contribuido en el pasado a una cultura de desprecio hacia los católicos y concluye su reflexión con una disculpa a la comunidad católica, a la que considera parte esencial del legado cultural francés.

Ateos devotos. La mirada de Massimo Cacciari sobre la “Madonna del Parto” o las lágrimas de Marguerite Stern en una iglesia, apenada por el incendio de Notre Dame. Como dice Jesús en el Evangelio: “el que no está contra vosotros, está a favor vuestro”.

Guillermo Juan-Morado.

Publicado en Atlántico Diario.

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