Cardenal Newman, religión y verdad

Hace cinco años, el 13 de octubre de 2019, el cardenal John Henry Newman (Londres 1801- Edgbaston 1890) fue canonizado en el Vaticano por el papa Francisco. En Birmingham, en 2010, Benedicto XVI lo había declarado beato, agregándolo a la larga hilera de santos y eruditos británicos como San Beda, Santa Hilda, San Aelred o el Beato Duns Scoto.

Newman fue, ciertamente, santo y erudito. Un hombre movido siempre por la incansable búsqueda de la verdad, también – y sobre todo – de la verdad en cuestiones de religión. Hay tres momentos especialmente significativos en lo que concierne a esta búsqueda: su primera conversión religiosa, en 1816; su viaje de seis meses por el Mediterráneo, en 1832; y su conversión al catolicismo en 1845.

Escribe en su autobiografía que hasta los quince años no tuvo “convicciones religiosas formadas”, aunque sí había leído la Biblia desde niño y conocía perfectamente el catecismo anglicano. A los quince años se produjo su primera conversión religiosa, experimentando el profundo impacto de percibir que la religión tiene que ver con la verdad; es decir, que hay una verdad religiosa, un “dogma”. La religión no es solo moral, o solo sentimientos, o meros usos y costumbres. Es algo más que eso, pues se presenta a la inteligencia como una verdad.

En diciembre de 1832 comenzó un viaje por el Mediterráneo. Especialmente durante su estancia en Sicilia se persuade de que tiene una tarea que cumplir en Inglaterra: iniciar, junto a otros intelectuales anglicanos, el “Movimiento religioso de 1833” – el llamado “Movimiento de Oxford” -, cuya finalidad era defender el carácter sobrenatural de la Iglesia desde Cristo y sus apóstoles frente a la tendencia liberal de someter a la Iglesia a los intereses políticos del momento. El principio fundamental del movimiento de Oxford era, justamente, el “principio del dogma”; es decir, la defensa de la existencia objetiva de verdades religiosas. Sin esta base, la Iglesia sería incapaz de tomar conciencia de su grandeza, de su tradición y de su misión apostólica.

El tercer momento destacable de su vida es el de su conversión al catolicismo, que aconteció el 9 de octubre de 1845 – por esta razón, la conmemoración litúrgica de san John Henry Newman se celebra cada 9 de octubre -. Su recepción en la Iglesia Católica estuvo precedida por una gran lucha espiritual, pero también por una intensa dedicación intelectual a una investigación teológica sobre los criterios de un auténtico desarrollo doctrinal. Se trata de su “Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana” que le ayudó a “ver”, a convencerse, de que la Iglesia de los apóstoles no era la Iglesia de Inglaterra, sino la Iglesia de Roma. Mientras elaboraba este libro, escribe, “dejé de hablar de «católicos romanos» para decir simplemente «los católicos». No había llegado al final, cuando decidí convertirme”.

Una vez que esta certeza se impone en su inteligencia, se siente obligado en conciencia a convertirse al catolicismo. Hacer lo contrario, permanecer siendo anglicano, equivaldría para él a ser infiel a la verdad, a traicionarse a sí mismo y, en consecuencia, a fracasar en la realización de su destino.

El santo y erudito cardenal Newman rescata del fondo de lo auténticamente humano palabras que suenan casi extrañas en el universo líquido del relativismo y de la superficialidad que nos rodea: “certeza”, “inteligencia”, “verdad”, “destino”… Este rescate nos redime y nos empuja a pensar con mayor profundidad, a no conformarnos con menos de lo que podemos llegar a ser.

Guillermo Juan-Morado.

Publicado en Atlántico Diario.

                                                                                        

 

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