Un cardenal en la ONU: Resiliencia y crisis antropológica

Me ha parecido de gran interés el discurso pronunciado el pasado 26 de septiembre por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, en la 76ª sesión de la Asamblea General de la ONU. La Santa Sede - un ente soberano que pertenece a la comunidad internacional - ha venido disfrutando del estatuto de observador permanente como Estado no miembro y ha intervenido en los debates y en las votaciones en calidad de tal.

El cardenal Parolin ha contribuido con su reflexión a la propuesta de las Naciones Unidas de “construir la resiliencia a través de la esperanza”. La humanidad necesita recuperarse de las sacudidas adversas, como por ejemplo la causada por el COVID 19. Es preciso optar por una reconstrucción sostenible que responda a las necesidades del planeta y al respeto de los derechos humanos. De todos estos temas, así como de la importancia de revitalizar las Naciones Unidas, ha hablado el cardenal, siendo consciente de que “nuestros logros no son incontestables”, sino que “deben ser buscados y asegurados por cada generación”.

En el apartado dedicado a los derechos humanos, el cardenal Parolin ha incidido, siguiendo al papa Francisco, en la crisis de las relaciones humanas, que se deriva “de un modo de vida dominado por el egoísmo y por la cultura del descarte, donde a menudo son pisoteados los valores humanos y la correspondiente dignidad trascendente de la persona. Esta «crisis antropológica» no es una disputa filosófica o académica, sino una crisis con enormes consecuencias prácticas para los derechos humanos”.

El derecho humanitario es visto frecuentemente más como una recomendación que como una obligación. Pensemos en la situación de tantos emigrantes, refugiados y desplazados internos, de creyentes perseguidos a causa de su fe, de ancianos o discapacitados considerados una carga, de niños inocentes asesinados antes o después de nacer… La misma familia, elemento fundamental de la sociedad, está deformada.

Pero es, sobre todo, en los llamados “nuevos derechos” donde la distorsión resulta más peligrosa, porque se impulsan interpretaciones de los derechos humanos existentes separadas de sus valores universales subyacentes. Los supuestos “nuevos derechos” contradicen a veces los valores que pretenden defender y se imponen a pesar de la ausencia de cualquier fundamento objetivo o consenso internacional. Estas nuevas interpretaciones parciales “se convierten tristemente en el punto de referencia ideológico de un «progreso» espurio y en otro motivo de polarización y división”.

La introducción de controvertidas agendas en los organismos internacionales genera confusión: “En una época en la que se siguen violando impunemente muchos derechos humanos universales, estos intentos, de hecho, desorientan, desvían de la aplicación de las convenciones de derechos humanos e imposibilitan la atención y la energía que merecen la promoción y la protección de los derechos humanos fundamentales y la dignidad”.

Como concluye el cardenal Parolin: “Tenemos que construir la resiliencia a través de la esperanza y el consenso en esta noble institución, al tiempo que defendemos los derechos humanos y las libertades fundamentales, incluidos el derecho a la vida, a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, y a la libertad de opinión y expresión”.

Guillermo Juan Morado.

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