Los santos arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael
La Iglesia alaba la gloria de Dios, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Los nombres de los santos arcángeles - Miguel, Gabriel y Rafael – acaban en “El”, que significa “Dios”. Son criaturas espirituales que están totalmente orientadas a Dios: “Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza” (Benedicto XVI, “Homilía”, 29-IX-2007). Por ello son sus mensajeros: llevan a Dios a los hombres y “tocan” a los hombres de parte de Dios.
La iconografía representa a san Miguel como un príncipe celeste que vence al dragón maligno, a la serpiente antigua. Nos hablan de este arcángel especialmente el libro de Daniel, la carta de san Judas Tadeo y el Apocalipsis. San Miguel es el defensor de la causa de Dios frente a la pretensión del Maligno, que quiere hacernos creer que Dios es nuestro adversario, que compite con nosotros, restándonos libertad. Se trata de una trampa más del “padre de la mentira” (Jn 8,44). Pero, así como acusa a Dios, Satanás es también “el acusador de nuestros hermanos” (Ap 12,10). La negación de Dios pone las bases de la negación del hombre. “Quien aparta a Dios no hace grande al hombre, sino que le quita su dignidad. Entonces el hombre se transforma en un producto defectuoso de la evolución” (Benedicto XVI).
San Miguel protege al pueblo de Dios, a la Iglesia, que se ve asediada por el Enemigo (cf Dan 12,1). El papa León XIII compuso una oración en la que suplica a este arcángel que nos proteja del espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y del soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones que el dragón malvado esparce por el mundo.
San Gabriel es el arcángel que anuncia a María la encarnación del Hijo de Dios (cf Lc 1,26-38). Su imagen transmite pureza y a veces se le representa sosteniendo uno o varios lirios en sus manos. Gabriel llama a la puerta de María y solicita su “sí” para cooperar de manera singular en la obra de la salvación. Dios no se cansa de llamar a la puerta de los corazones de los hombres, porque quiere contar con su respuesta libre para extender su reino.
San Rafael aparece en el arte con un pez en la mano. En el libro de Tobías se recoge la creencia de la medicina antigua acerca de las propiedades curativas del corazón, del hígado y de la hiel del pez. La presencia del arcángel pone de manifiesto que Dios cura al hombre: sana su amor matrimonial, tantas veces amenazado por el desencuentro y por la ruptura, y cura la ceguera que impide ver la luz de la fe. La historia de Tobías muestra que Dios prueba al justo, pero lo acompaña y lo salva.
La fiesta de los santos arcángeles nos invita, pues, a vivir en la presencia de Dios y a convertirnos en mensajeros suyos, orientando a los demás hacia Dios, para así poder descubrir la propia naturaleza. Nos invita a hacer espacio a Dios, a defender la grandeza del hombre y a proteger, con la fortaleza de nuestro testimonio, a la Iglesia santa que peregrina por el mundo. Nos invita a llevar la llamada de Cristo a los hombres, para que quieran colaborar libremente con el plan de Dios. Nos invita a curar con la medicina del Evangelio los males del prójimo, a dejarnos curar de la ceguera espiritual, y a acercarnos al sacramento de la Penitencia, que sana la causa de todos los males: el pecado.
Guillermo JUAN MORADO
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