Convergencias sospechosas: “Si p, entonces q”

Hay algo así como “amistades peligrosas”, una vinculación de términos que evoca el libro de Choderlos de Laclos y la célebre película homónima, protagonizada, entre otros, por Glenn Close, John Malkovich y Michelle Pfeiffer. Ese “algo así” son las “convergencias sospechosas”. Y hay muchas convergencias de este estilo. En ocasiones, ante algo controvertido, se coincide en la misma posición. Lo llamativo es que no se coincida solo en algo, sino en mucho, o en casi todo. Y lo más clamoroso es que ese algo, ese mucho o ese todo esté prácticamente privado de base racional, asemejándose más a una asociación de ideas que a un raciocinio.

Si no recuerdo mal – y cometo el error de dar vigencia a mi memoria – la Lógica es la ciencia de los principios de la validez formal de la inferencia. Cuando se argumenta, cuando se razona, no basta con el contenido de lo que ha de deducirse, sino que, además, es preciso que la estructura de la deducción sea correcta. No es suficiente con que una casa esté edificada con materiales nobles – granito, mármol, etc. -; es preciso, asimismo, que su forma, su estructura, sea solvente. Si no lo es, la casa puede venirse abajo, tanto si se ha edificado con ladrillos de barro o con lingotes de oro.

Alguna cosa sobre este asunto sabía Aristóteles. En la lógica de las proposiciones, se habla del “modus ponendo ponens”, el modo que, al afirmar, afirma. Es una forma de un argumento válido: “Si P implica Q, y si P es verdad, entonces también Q es verdad”. “Si soy hombre, soy un ser racional. Soy hombre, luego soy un ser racional”. No vale el argumento si se altera la forma y se dice “Si P entonces Q, si Q es verdad, entonces también P es verdad”. No necesariamente es así: No se puede deducir del hecho de ser racional, el ser hombre. Los ángeles son racionales y no son hombres.

No es mi objetivo adentrarme en las cuestiones de la lógica, sino más modestamente, e imprecisamente, señalar una “convergencia sospechosa”. La formularé del siguiente modo: “Si es usted antivacunas, será usted, con toda probabilidad, pro-Putin”. Obviamente, uno puede ser “pro-Putin", para entendernos, y estar a favor de las vacunas. Pero es mucho menos frecuente ser antivacunas y anti-Putin.

Somos un todo, nuestro cerebro es un todo… Y, aunque podamos razonar de diverso modo según las materias a las que nos apliquemos, cabe pensar que existe algo así como un hilo o una tendencia común. Las personas que, pese a las evidencias, se oponen a las vacunas – ahora, a las vacunas anti Covid -, no carecen de motivos para esta desconfianza. Pero lo que no parece razonable es que se considere que esos motivos en contra de las vacunas estén en proporción con la realidad.

También los que se posicionan, con mayor o menor fervor, a favor de la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin, esgrimen motivos que, en sí mismos considerados, tienen un valor. Lo que no parece razonable es que se estime que esos motivos a favor de Putin estén en proporción con la realidad.

La realidad nos dice – al menos así lo veo – que las vacunas contra el Covid han reducido las infecciones y han mejorado, incluso, el pronóstico de los, a pesar de todo, infectados. La realidad nos dice – al menos así lo veo – que ha sido Rusia quien ha atacado a Ucrania. Y que, que se sepa, Ucrania no es miembro de la OTAN, y ni siquiera de la Comunidad Económica Europea.

Lo más evidente, lo más obvio, para algunos nunca será lo normal. Ellos siempre piensan que “ven más”, y que los que no alcanzan a ver tan lejos son miopes o idiotas.

Algo así les pasaba a los gnósticos de la Antigüedad cristiana. Los maestros gnósticos, como Valentín y Basílides, habían recibido el conocimiento salvador – la “gnosis” – de una transmisión oral que se remontaba a conversaciones con Jesús resucitado. La plebe, el pueblo cristiano en su conjunto, se remitía a la tradición apostólica.

San Ireneo de Lyon supo poner a los gnósticos en su sitio, en el sitio de los contrarios a la fe, que no estaba reservada a unos pocos iluminados, sino ofrecida a todos. Tampoco la razón es propiedad de unos pocos, sino que ha de ser un terreno común accesible a todos. Y a nadie se le escapa que las vacunas hacen bien, o contienen el mal, y que un Estado soberano no puede invadir a otro Estado soberano.

Lo demás, son especulaciones que dejamos para los gnósticos con sus “convergencias”.

 

Guillermo Juan Morado.

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