La eutanasia, un retroceso moral
La aprobación de la ley de la eutanasia no es una buena noticia. No se trata de un avance ético, sino de un retroceso muy significativo en el plano moral. Estamos todavía inmersos en una terrible pandemia que ha llevado a la muerte a muchos ancianos y a otras personas especialmente vulnerables. Tiene algo de siniestro - de obsceno - que, en estas circunstancias, se proponga la eutanasia como respuesta al dolor y al sufrimiento.
El Comité de Bioética de España advirtió en su día que “legalizar la eutanasia y/o el auxilio al suicidio supone iniciar un camino de desvalor de la protección de la vida humana cuyas fronteras son harto difíciles de prever, como la experiencia de nuestro entorno nos muestra”.
No se combate el sufrimiento con la muerte, sino con la universalización de los cuidados paliativos, con el apoyo socio-sanitario, con la ayuda a la discapacidad, con una ética del cuidado, de la responsabilidad, de la reciprocidad y de la solidaridad intergeneracional.
La aprobación de la ley de la eutanasia, según la cual este recurso se ofrecerá como una prestación más del sistema de salud, supone un paso grave hacia la consolidación de una cultura de la muerte y del descarte que, a la larga, terminará deshumanizándonos y creando desconfianza en la relación que vincula a los pacientes con los médicos.
Quienes rechazamos como inmoral que la eutanasia se convierta en un derecho subjetivo y en una prestación pública debemos propiciar una cultura de la vida, recordando que la aprobación de una ley no convierte, desde el punto de vista ético, lo malo en bueno, ni lo falso en verdadero.
El recurso a la objeción de conciencia, para no cooperar con esa práctica, y la manifestación del deseo de recibir cuidados paliativos y de no ser objeto de la aplicación de la eutanasia, son cauces que siguen estando a nuestra disposición y que debemos transitar con firmeza y con responsabilidad.
La auténtica compasión ayuda al enfermo; jamás busca directamente su muerte. El “no matarás”, referido a un ser humano inocente, a quien no nos amenaza de muerte, es un absoluto moral.
Guillermo Juan Morado.
P.S: Alguna referencia a este debate en Atlántico Diario.
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