El grano de trigo
La imagen del grano de trigo que cae en tierra y muere y, así, da mucho fruto, nos ayuda a comprender el sentido de la muerte de Jesús como principio de vida para los creyentes. La fecundidad de esta muerte tiene una relevancia universal: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32).
Nadie puede quedarse al margen de esta atracción suave que causa el Corazón traspasado de Cristo: “La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él. Sin embargo, aceptar su amor no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, a fin de que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor” (Benedicto XVI).
En la proximidad de la Semana Santa, que actualiza la Pasión y la Glorificación de Cristo, debemos dejarnos atraer por Él. Contemplaremos, en el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, esa dinámica de humillación y exaltación que caracteriza la Pascua: “Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo” (cf Flp 2,6-11).