"Todo" sobre San Telmo
Me han preguntado, en estos días, mil y una cosas sobre san Telmo.
(Luis F. Pérez/InfoCatólica) Entrevista al padre Guillermo Juan Morado, párroco de la parroquia de San Pablo en Vigo, autor de “San Telmo, el beato Pedro González", publicado por la editorial Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona:
- ¿Cómo surgió la idea de escribir esta breve biografía sobre el Beato Pedro González, más conocido como San Telmo?
Mire, como en otras ocasiones la idea no surgió de mí, sino que se presentó la ocasión adecuada. Un día me llamó el responsable de la colección “Santos y Santas” del CPL (Centro de Pastoral Litúrgica, de Barcelona). Me preguntaba quién podría encargarse de elaborar la biografía de dos santos muy vinculados a Galicia: San Froilán y San Rosendo. Le di el nombre de un autor que podría hacer la de San Rosendo y le propuse publicar una biografía de San Telmo. Aceptó la oferta. Y me puse a escribir el libro. Este mismo año había publicado, en la editorial CCS, una “Novena a San Telmo”. Tenía, pues, el tema muy fresco en mi memoria.
- ¿Le ha costado mucho discernir cuáles son los datos realmente históricos sobre su vida de los que pueden ser meramente legendarios?
No he intentado aportar nada decisivo, ni cerrar ningún debate. San Telmo (1190-1246) es un hombre del siglo XIII. Los datos de su biografía son imprecisos, pero eso no significa que sean legendarios. Se conservan documentos de la época, como un códice manuscrito de comienzos del siglo XIII, el “Pasionario Tudense”, que nos habla del Beato Pedro, así como una recolección de milagros a él atribuidos, compilados, también en el siglo XIII, por el obispo de Tui D. Gil de Cerveira. Hay, pues, material suficiente para encuadrar la vida del Santo. Igualmente, he contado con la biografía escrita por el P. Lorenzo Galmés, O.P., “San Telmo”, publicada por la Editorial San Esteban, de Salamanca, en 1991, así como con otros estudios más recientes.
- La pregunta es obligada y usted le dedica el último capítulo del libro, pero ¿puede resumirnos por qué se le conoce como “San Telmo”?
En efecto, el Beato Pedro González es conocido popularmente como San Telmo. Parece que el nombre de “Telmo” se retrotrae al de San Erasmo, un obispo mártir, de época de Diocleciano, venerado por los marineros italianos. Tanto al Beato Pedro como a San Erasmo se encomendaban los marineros. De una identidad de funciones – la protección de los hombres del mar – se pasó, probablemente, a una identidad de nombres: “Sant Ermo”, que derivaría en “San Telmo”. La causa de esa fusión tendría que ver con el intercambio comercial y cultural entre España e Italia.
- Pedro González estuvo destinado desde niño al estado clerical, ¿era ello algo normal en la Europa católica de los siglos XII y XIII?
Sí, era frecuente en una sociedad estamental. Un niño de una familia ilustre sólo tenía dos opciones de cara al futuro: o dedicarse a las armas o servir a la Iglesia. No es extraño que los padres de San Telmo pensasen que su hijo sería un candidato idóneo para el estado clerical. En el siglo XIII, por ejemplo, nació Santo Tomás de Aquino, de una familia noble, y, aún niño, fue llevado a la Abadía de Montecasino, quizá con el propósito de que, en el futuro, llegase a ser abad de la misma. Ya sabemos que Santo Tomás “frustró” este proyecto, haciéndose dominico.
- El beato, imbuido ya de la vocación a la vida religiosa, decide abandonar una carrera eclesiástica prometedora cuando le hicieron deán de Palencia. ¿Se puede hablar de que en él se produjo una verdadera conversión al dar ese paso? ¿era incompatible la carrera eclesiástica con la santidad en aquellos tiempos?
No, la carrera eclesiástica no era incompatible con la santidad. Muchos eclesiásticos del llamado “alto clero” han llegado a santos. Más que de una “conversión”, creo que se debe hablar de una “vocación”; de una llamada a abrazar un estado de vida muy concreto, el de fraile mendicante, en la entonces joven Orden de Predicadores. Suponía, sin duda, un cambio de perspectivas, al profesar los votos de pobreza, castidad y obediencia. Los clérigos seculares, y eso era San Telmo antes de recibir esa vocación a la vida religiosa, tenían la obligación de vivir el celibato y de obedecer a su obispo, pero no habían hecho votos y seguían vinculados “al mundo”.
- Como buen fraile de la orden fundada por Santo Domingo de Guzmán, San Telmo tuvo el carisma de la predicación. A ello contribuyó la buena preparación intelectual y teológica recibida pero, ¿no cree que fue esencial en su éxito como predicador el hecho de que dedicara gran parte de su vida a la oración?
Sin duda. San Telmo era como una imagen de Santo Domingo. Y consta perfectamente el espíritu contemplativo de Santo Domingo. Decían del fundador de la Orden de Predicadores que sólo hablaba con Dios o de Dios y que dedicaba muchas horas del día y de la noche a orar. El Beato Pedro hacía lo mismo, buscando lugares retirados para dedicarse a la meditación y a la contemplación. No se puede predicar lo que no se cree, lo que no se ama, lo que no se vive. Y el conocimiento de Dios proviene, en gran medida, del trato con Él, del diálogo íntimo que tiene lugar en la oración.
- Fray Pedro era incansable a la hora de escuchar confesiones y administrar el sacramento del perdón, ¿no le convierte tal hecho en un ejemplo más a seguir por los sacerdotes en este el Año Sacerdotal?
Pues sí, en esa dedicación a las confesiones destacó mucho San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars. E igualmente el Beato Pedro González, San Telmo. Recuerdo, a este respecto, un texto del, entonces, Cardenal Ratzinger que hablaba de la confesión como el ámbito de la máxima “personalización” de lo cristiano. San Telmo combinaba, de modo admirable, la atención a la comunidad, en la predicación, y a cada individuo, en la confesión. No es una mala estrategia pastoral.
- En su libro habla de la etapa en la que el beato fue capellán militar y confesor de San Fernando. Su empeño en acabar con los vicios de los soldados llevó a ser objeto de una tentación similar a la sufrida por otros grandes santos. ¿Puede explicarnos el suceso brevemente?
Se ve que San Telmo era exigente en su predicación. Y respaldaba esa exigencia con la integridad de su vida. Cuando el predicador molesta, la tentación es siempre la misma: cuestionar su credibilidad. Algunos soldados urdieron una trama, con la complicidad de una mujer de costumbres licenciosas, para desacreditarlo. Cuando pensaban que iban a ser testigos de la debilidad de su capellán, se sorprendieron al poder comprobar su fortaleza. Es una lección siempre válida: la autoridad moral de un mensajero del Evangelio depende mucho de su observancia de la virtud de la castidad.
- Tras pasar gran parte de su vida en Castilla, finalmente dirige sus pasos hacia Galicia y Portugal. ¿Se puede decir que fue en dichas tierras donde alcanzó la fama de santidad en vida? ¿era considerado como una especie de apóstol por el pueblo cristiano?
Sí, lo era. Iba de un lado a otro predicando y confesando. Se alojaba en hospitales para peregrinos o en las casas de los curas de las aldeas. Siempre pobre, penitente y entregado a su misión. Las gentes lo admiraban por la elocuencia de su predicación, por la santidad de su vida y por su carácter taumatúrgico, ya que su misión iba acompañada, con frecuencia, de signos milagrosos.
- Además de su preocupación por la salud espiritual de los fieles, también buscó solucionar las necesidades materiales, llegando a cosechar fama de constructor de puentes. ¿No cree usted que ese factor influyó bastante en la fama y el cariño que le profesaba el pueblo?
Sin duda. Pero es que la misión de la Iglesia busca el bien de todo hombre y de todo el hombre. La predicación, la celebración y el cuidado de las necesidades humanas son dimensiones que van unidas. San Telmo en absoluto permanecía insensible ante las urgencias materiales de los destinatarios de su labor evangelizadora. Por eso impulsó la construcción de puentes, implicando en esa tarea hasta al mismo Rey de Castilla. Algo similar han hecho, y siguen haciendo, los misioneros.
- Vivió y murió pobre, pero la riqueza de su obra apostólica llevó a que tras su muerte se produjera de forma espontánea el culto a su persona, en especial entre las gentes vinculadas al mar. Sin embargo, pasaron casi cinco siglos antes de que Benedicto XIV confirmara oficialmente su culto. ¿A qué atribuye semejante tardanza?
Hay una razón objetiva. Don Gil de Cerveira, como ya he dicho, compiló una relación de milagros de San Telmo que envió al Capítulo General de la Orden de Predicadores celebrado en Toulouse en 1258, sólo doce años después de la muerte del santo. Pero no era un buen momento para las órdenes mendicantes, a raíz de las controversias que tuvieron lugar en la Universidad de París entre los seculares y los regulares, a propósito de la provisión de las cátedras. Eso detuvo el “proceso” de San Telmo. A partir de 1728 se instruyó, en Tui, un nuevo proceso que se presentó en Roma en 1740. El Papa Benedicto XIV confirmó, de modo oficial, en 1741, el culto tributado a San Telmo. Esa confirmación es equivalente a lo que hoy llamaríamos “beatificación”.
- En su libro da detalles de la expansión de la devoción a San Telmo por todo el mundo. ¿Podría ello facilitar una próxima canonización del beato? ¿se está haciendo algo al respecto desde la diócesis de Tui-Vigo, de la cual es patrón?
Sí, la expansión del culto a San Telmo es notable: En España, en Portugal, en otros lugares de Europa, así como en América y en Filipinas. Hay interés en la diócesis de Tui-Vigo por la canonización de San Telmo. Su cuerpo descansa la catedral de Tui. Allí es invocado y venerado. Y para una iglesia local constituye un estímulo importante contar con esas “luces cercanas” que son los santos. Su canonización oficial sería una bendición para la diócesis. Hay tres frentes en los que debemos trabajar: difundir y avivar la devoción al Beato, investigar cuidadosamente todo lo que tiene que ver con su biografía y con la huella que ha dejado en la historia, y mostrar la universalidad de su culto. También sería necesario, para la canonización, “probar” un milagro. El beneficiario de este esfuerzo no sería, como es lógico, Pedro González, sino nosotros, los diocesanos de Tui-Vigo y los miembros de la Iglesia en su conjunto.
- ¿Cuál cree que es el mensaje de Fray Pedro González, beato, para el mundo de hoy?
El de todos los santos. La necesidad de Dios. La necesidad de escuchar la proclamación del Evangelio para poder ser oyentes y creyentes de la Palabra de vida. La santidad es una respuesta concreta al problema del sentido de la vida. No hemos venido al mundo por casualidad, ni vivimos en vano. Hay un origen y una meta: Dios. Sin descubrir este horizonte, nuestra vida, personal y social, queda achicada y empobrecida.
Guillermo Juan Morado.
Pueden leer en Faro de Vigo, “El fuego de San Telmo, cargado de luz”.
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