Homilías
Entre las responsabilidades que comporta el ministerio ordenado – de los obispos, presbíteros y diáconos - , ocupa un lugar destacado la predicación de la homilía. Para muchos cristianos, la homilía es – casi - la única explicación y comentario que escuchan sobre la Palabra de Dios, Palabra que tiene su principal instancia testimonial en la Escritura unida a la Tradición.
En mi tarea ministerial he intentado escribir las homilías – si no todas, sí casi todas – correspondientes a los tres ciclos litúrgicos: A, B y C. De ese esfuerzo han salido cinco libros: “La cercanía de Dios”, “El camino de la fe”, “El encuentro con Jesús”, “La humanidad de Dios” y “El camino del discípulo”. Esas publicaciones se han gestado en este blog e, indudablemente, han surgido de la obligación propia de tener que predicar en mi parroquia. Una obligación gozosa, por la que doy gracias a Dios.
El sacerdote Pablo Cervera Barranco nos ofrece, de nuevo, un gran servicio. Ha recogido en un volumen, “El Año litúrgico predicado por Benedicto XVI. Ciclo B”, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2017, 437 páginas, 22 euros, las homilías del papa Benedicto correspondientes a este inmediato ciclo litúrgico.
Son pequeñas obras maestras, como todo lo escrito por Benedicto XVI. En el futuro, no lejano; es decir, cuando se prepare una nueva edición de la “Liturgia de las Horas”, los textos de Benedicto XVI aparecerán, eso creo, con profusión en el Oficio de Lectura. Escribe con la hondura y con la claridad de un Padre de la Iglesia. En mi letanía particular - de personas admiradas - están Newman y Benedicto XVI, los dos muy seguidos, muy cercanos. Y está Juan Pablo II, no tanto por sus escritos, sino por su vida. Aunque sus escritos no sean desdeñables, porque son muy importantes doctrinalmente.
Cualquier sacerdote, pienso, puede preguntarse ante el Domingo que viene – como el Adviento, que siempre viene - : “¿Qué he de decir? ¿Cómo puedo ayudar a que la Palabra de Dios – que es Cristo – ilumine a cada fiel? “. No hay una respuesta tipo receta. La homilía siempre es muy personal, porque Dios no escoge a robots para predicar su Palabra, sino a personas.
Aún así, ayuda mucho leer lo que los grandes maestros han dicho sobre la novedad de los pasajes del Evangelio – y de la Escritura en general -. No partimos de cero. Nos insertamos en la gran cadena de los creyentes: San Agustín, Santo Tomás, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, San Ignacio… El beato Newman. Y también, el gran teólogo y papa Benedicto XVI.
Yo me propongo, en este año litúrgico que estamos a punto de comenzar, en el primer domingo de Adviento, releer los textos de Benedicto que ha recopilado Pablo Cervera Barranco. Sé que me hará bien hacerlo y sé que ayudaré a mis feligreses si lo hago.
No se trata de que cada domingo predique Benedicto XVI. No. Debo predicar yo. Que para eso, entre otras cosas, pero casi en primer lugar, he sido ordenado. Pero me ayudará a cumplir esta apasionante misión contar con el legado del papa Benedicto.
Gracias, pues, a Pablo Cervera, y a la BAC. El papa Francisco nos anima a cuidar mucho las homilías (“Evangelii Gaudium”, 135-144). Es evidente que sabe de lo que habla. Tontos seríamos si no le hiciésemos caso.
Guillermo Juan Morado.
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