Los Papas y Cuba
He seguido con atención las sendas visitas de los tres últimos papas a Cuba. La de San Juan Pablo II, en 1998; la de Benedicto XVI, en 2012; y, ahora, la del papa Francisco.
Voy a fijarme solamente en los discursos pronunciados por los Papas en la ceremonia de llegada a La Habana. Son discursos protocolarios en los que, de todas formas, los Papas han dicho algo significativo.
Vayamos al primero de ellos, el pronunciado por San Juan Pablo II el día 21 de enero de 1998. El Papa evocó a Cristóbal Colón para definir a Cuba como la tierra “más hermosa que ojos humanos han visto”. Y habló de la Cruz de Cristo, plantada allí hace más de quinientos años. El Papa decía, asimismo, que los cubanos “son y deben ser los protagonistas de su historia personal y nacional”. Su misión, la del Papa, era claramente evangelizadora: “Vengo como peregrino del amor, de la verdad y de la esperanza”.
Decía el Papa que “el servicio al hombre es el camino de la Iglesia”. Y, si uno sigue el Evangelio, se orientará hacia el amor, la entrega, el sacrificio y el perdón. No hay nada que temer si las personas y los pueblos se abren a Cristo; esa apertura redundará en beneficio de la patria y de la sociedad.
San Juan Pablo II reivindicaba, asimismo, que la Iglesia pudiese “disponer del espacio necesario para seguir sirviendo a todos en conformidad con la misión y enseñanzas de Jesucristo”.
Que Cuba ofrezca a todos “una atmósfera de libertad, de confianza recíproca, de justicia social y de paz duradera”. Y, acto seguido, hacía una llamada: “Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.
Segundo discurso, pronunciado por Benedicto XVI, el lunes, 26 de marzo de 2012. El Papa saludó “a todos los cubanos, allá donde se encuentren”. Recordó la importancia de la visita de Juan Pablo II, que despertó en muchos “una renovada conciencia de la importancia de la fe”. El Papa se amparaba en la Virgen de la Caridad del Cobre para que “guíe los destinos de esta amada nación por los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación”.
Benedicto XVI habó del mañana de Cuba, para que, por intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, “conceda a todos un futuro lleno de esperanza, solidaridad y concordia”.
Tercer discurso, sábado, 19 de septiembre de 2015, pronunciado por el papa Francisco. El Papa no restringe su saludo, ya que se extiende “a todas aquellas personas que, por diversos motivos, no podré encontrar y a todos los cubanos dispersos por el mundo”.
Recuerda el Papa los 80 años de relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre Cuba y la Santa Sede. Y pide que la Iglesia “siga acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas, en sus preocupaciones, con libertad y con todos los medios necesarios para llevar el anuncio del Reino hasta las periferias existenciales de la sociedad”.
Alude el Papa a la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, que ha sostenido “la esperanza que preserva la dignidad de las personas en las situaciones más difíciles” y abandera “la promoción de todo lo que dignifica al ser humano”. El papa Francisco anuncia que irá al Cobre “para pedirle a nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta querida Nación, para que transite por los caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación”.
¿Por qué tantas visitas a Cuba de los Papas? El papa Francisco lo ha explicado perfectamente: “Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como ‘llave’ entre el norte y el sur, entre el este y el oeste”.
Cuba ha de ser un punto de encuentro. Y el mundo necesita puntos de encuentro – como el encuentro entre Cuba y EEUU - . Lo necesita el mundo entero, que ansía la necesidad de la reconciliación, en “esta atmósfera de tercera guerra mundial por etapas que estamos viviendo”.
Sin una mirada dirigida hacia un poco más allá de lo inmediato, no se entendería nada. El Papa no habla solo de Cuba, o solo de EEUU. El Papa habla del mundo entero y pide, para el mundo entero, paz y reconciliación. No seamos cicateros a la hora de interpretar sus mensajes.
Guillermo Juan Morado.
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