¿Me retiro a una Cartuja?

A veces se me ocurre la idea de retirarme a una Cartuja, a una ermita aislada o al desierto. La ciudad, como espacio del hombre, me resulta cada vez más un espacio inhóspito. Llega un momento en el que uno no sabe, no confía, en que el lenguaje sirva para entenderse o que la apelación a lo razonable constituya un lugar de encuentro que haga posible la comprensión entre unos y otros.

 

Estoy completamente asombrado con las noticias y los comentarios que se han hecho a propósito del programa de Enseñanza Religiosa Escolar de Religión y Moral Católicas. Uno ya está acostumbrado al bombardeo continuo, que llega un día sí y otro también, pero con una cadencia y un contenido un tanto previsibles. Pero algunas quejas contra la enseñanza de la Religión (Católica) son, a mi modo de ver, completamente surrealistas.

 

Quizá esas quejas entren en el marco de un nuevo modelo de “arte conceptual”. Si un vaso de agua sobre un trozo de madera es, porque así nos lo dicen, una obra de arte, ya cabe cualquier cosa. Pero no es sobre ¿arte? conceptual sobre lo que hablo en este momento.

 

Es conforme con los derechos humanos de las personas que se pueda educar a los hijos de acuerdo con las propias creencias religiosas. Así lo reconoce la Constitución Española. Si se trata de ciudadanos españoles que además son católicos – ya que, de momento, no es obligatorio apostatar de la fe católica para seguir siendo ciudadano español - , es posible recibir en la escuela, también, la enseñanza de la religión católica. Así se recoge,  además de en la Constitución, en los Acuerdos Internacionales entre España y la Santa Sede.

 

Lógicamente, no le corresponde al Estado, que ha de estar al servicio de los derechos de las personas y de los ciudadanos – incluso de los que son católicos –  , establecer cuál ha de ser el contenido de la enseñanza de la Religión (Católica). El Estado podrá velar, si quiere de verdad respetar el derecho a la libertad religiosa, únicamente para que lo que se enseñe en las clases de Religión no atente contra el bien común. Podrá también, quizá, ver si los programas de Religión cumplen las exigencias didácticas que se le pide a cualquier otra materia o asignatura. Y, si no me equivoco, le compete muy poco más.

 

Pues bien, y teniendo en cuenta que a pesar de un acoso sistemático que viene ya de lejos, muchos padres siguen pidiendo la enseñanza de la Religión en la escuela, resulta completamente absurdo quejarse de que:

 

  1. El programa de Religión hable de la existencia de Dios. ¿De qué iba a hablar si no? Dios no solo es un “tema” de la Religión. Lo es también, y muy principalmente, de la Filosofía. Y la idea de Dios subyace, guste o no reconocerlo, en toda la cultura, y en todas las culturas, del hombre.
  2. De que el programa de Religión vincule a Dios con la felicidad humana. El Cristianismo es, por esencia, un camino que conduce a la verdad y a la vida. Silenciar este aspecto del Cristianismo como vía de salvación y como senda que lleva a la plenitud humana – a la felicidad, si se quiere decir así – es, simplemente, falsificar la esencia del Cristianismo.
  3. Y de que el programa de Religión incluya explicar en qué consiste la oración cristiana. Oigan, no es que en clase vayan a rezar el Rosario. Es algo mucho más sencillo: No se puede concebir el hecho religioso cristiano, ni entenderlo en su propia lógica ni en su repercusión en la historia del mundo, dejando de lado en qué consiste la oración cristiana. Es un inculto en cuestión religiosa – en realidad es un inculto en absoluto – quien no sepa el Padrenuestro, o no quien desconozca qué es un Salmo.

 

Hay críticas y críticas. Algunas, ciertamente, son tan difíciles de entender que dan ganas de exiliarse de este mundo.

 

El hecho religioso cristiano católico es una unidad inseparable de contenidos de la fe, de vida moral, de expresión litúrgica y oracional. El Cristianismo es un todo, y si no se entiende este todo no se entiende nada.

 

Y, sin ese todo, tampoco se entiende nada de nuestra historia y de nuestra cultura. Algunos descerebrados destruyen los museos de Mosul. Otros descerebrados quieren arrasar este patrimonio de la humanidad – y, particularmente, de Occidente y de Europa – que es el conocimiento del hecho cristiano en toda su amplitud.

 

Esperemos que los padres católicos, o los padres incluso no católicos que deseen que sus hijos sepan más, sigan pidiendo, contra viento y marea, la enseñanza de la Religión en la escuela.

 

Si se suprimiese, la Iglesia no perdería nada. La pérdida sería para los niños y los jóvenes y para la integridad de su formación académica. Sería, asimismo, un recorte de la libertad religiosa de todos.

 

Guillermo Juan Morado.

 

Los comentarios están cerrados para esta publicación.