El aborto no tiene lógica, ¿o sí?
Abortar es interrumpir, de forma natural o provocada, el desarrollo del feto durante el embarazo. Si se trata de un feto humano nos encontramos, nos guste o no, con un ser humano en proceso de gestación. Porque no se puede ser cuasi-humano o medio humano; o se es humano o no se es.
Pero no es suficiente con eso. Humanos pueden ser el sudor, la sangre o las heces. Pero nadie dirá que el sudor, la sangre o las heces - o que un cabello o una uña - , son “un ser humano”. Un ser humano no es un “algo”, sino “alguien”, distinto y diferente de otros. En suma, una persona humana, otra persona humana. Humanidad y alteridad nos salen al paso. A un feto humano solo le falta - para ser, clara y visiblemente otro, para ser similar a nosotros - llegar al final de su desarrollo y poder preguntarnos, él: ¿Tú, quién eres?
Un aborto natural es un accidente. Un aborto provocado es una acción. No es lo mismo caerse involuntariamente por las escaleras, con resultado de muerte, que descuartizar a una persona porque nos la hemos encontrado en las escaleras, en un momento en el que no nos resulta particularmente propicio habernos encontrado con esa persona.
Defender el derecho al aborto, el derecho a eliminar - por las razones que sean- a un ser humano, a una persona humana en proceso de gestación, es, a mi modo de ver, defender cualquier cosa; cualquier atropello; cualquier abuso. Es consagrar el principio de que “solo sobreviven los más fuertes”.
El aborto provocado es un acto de violencia; de una violencia, a veces, respaldada por las leyes y hasta por la ayuda de determinados médicos. Algo similar sucede, en ocasiones, con la tortura, en la que colaboran legisladores – o ejecutores del poder – y supuestos expertos en medicina, o, más bien, expertos en los límites de resistencia de la naturaleza humana.
Abortar está mal. Torturar está mal. Parece casi obvio, pero no lo es. Algunos han asimilado tan hasta el fondo que “solo los más fuertes han de vivir” que no dudan a la hora de extender los plazos del aborto. Si el que nace, nace defectuoso, pues… se le mata. ¿A ve por qué razón si se le podría matar unos meses antes del parto no se le va a poder matar un día después del parto?
Otros dirán que si se les mata antes, se les mate a todos, sin discriminar. Por ejemplo, sin discriminar si son varones o mujeres, altos o bajos, guapos o feos. Estoy de acuerdo en que matar en función de que el muerto sea hombre o mujer, alto o bajo, guapo o feo, es una crueldad. Pero matar a un ser humano inocente es una crueldad, sea como sea este ser humano.
No concibo, si se me permite la comparación, decir que es mejor torturar a un hombre que a una mujer, a un atleta olímpico a que un hombre con discapacidad. No lo concibo.
Pero, si se trata de eliminar impunemente a los que sobran, si se trata de que sobreviva el más fuerte, podemos seguir. ¿A un jubilado? Ni agua. ¿A una viuda? Menos. ¿A un parado? Que se busque la vida.
Aquí, el que no produce – o promete que puede hacerlo – sobra. Si eso es el modelo de sociedad que se busca, me borro del intento. Será muy “moderno” defenderlo – que no lo es - ; muy “científico” - que tampoco - . Sí es completamente inhumano y absolutamente impresentable. Son de esas cosas que no se pueden apoyar y a las que hay que oponerse con todas nuestras fuerzas.
Pero ayuda saber – ya lo sabíamos – que el abortismo no conoce freno. Salvo que se cruce con “otras” causas que, viniendo de donde vienen, en lugar de ir hasta el fondo, prefieren ser fieles a sus postulados ideológicos.
Una pena.
Guillermo Juan Morado.
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