¿Qué otra cosa podríamos ser sino humanos desde el principio?
¿Ha salido un humano de una calabaza? ¿De una lechuga?
Claro que somos seres humanos desde el principio. Obviamente, desde el principio, no nos damos cuenta de quienes somos, ni de quienes son nuestros padres, ni sabemos hablar ni una ni varias lenguas.
Pero no somos, desde el principio, pura potencia. No. Somos una potencia ya muy determinada por un programa de forma. Somos, desde el comienzo, en esencia, lo que llegaremos a ser, si nos dejan.
No vale compararlo, el asunto del embrión y del niño, con una castaña y un castaño. En plan de decir: “una castaña no es un castaño”. Claro que no. Pero una castaña es una castaña. Y un castaño es un castaño. ¿Que la castaña llega a ser castaño o no? No parece que se pierda nada único. Salvo que los castaños fuesen una especie en extinción. En ese caso, el problema no sería “un” castaño, la supervivencia de “un” castaño, sino que los castaños, así, en general, siguiesen existiendo.
Los seres humanos no somos así, uno más. Cada ser humano vale por sí mismo. ¿No es cada persona humana irrepetible? ¿No tiene, cada persona humana, dignidad y no precio? ¿No se habla de la dignidad de la persona humana, de los derechos humanos y no simplemente de los derechos de los individuos de una especie?
Legitimar el aborto, disculpar el aborto y hasta comprenderlo se complica cada vez más. Antes, era más fácil. No existían las ecografías. Hoy, es muchísimo más difícil hacerlo.
Todos sabemos lo que es abortar. Todos lo sabemos. No cabe el engaño: Es matar a un nuevo ser humano en sus primeras, o no tan primeras, etapas de vida. Eso ya lo sabemos.
¿Por qué se mata a un ser humano, a una persona - me basta con que lo sea en potencia, aunque no lo sea solo en potencia, ya sé que se no – ? Pues por egoísmo y por conveniencia. “No me viene bien a mí que tú seas ahora”. “Yo no quiero que tú nazcas”. “Me complica la vida que lo seas – un humano desde el principio - y que nazcas”.
El problema del aborto está ahí. No es una cuestión a debatir, ya no, el estatuto del embrión humano. Es, más bien, un debate sobre los límites de las obligaciones de la justicia humana. Sobre lo indeclinable que es ser justo.
No haz razones “justas” para el aborto. No hay ninguna. Puede haber “eximentes”, motivos por los cuales la responsabilidad de quien aborta sea menor. Puede hasta que los motivos eximentes lo sean, en algún caso, eximentes del todo, o casi.
Pero el hecho es, independientemente de los motivos, el mismo. Y el abortado, sin ser consultado, ha sido, de eso no cabe dudar, “humano desde el principio”.
Guillermo Juan Morado.
Novena para celebrar la Jornada por la Vida unida a la solemnidad de la Anunciación del Señor. La defensa de la sacralidad de la vida humana no es, en primer lugar, un empeño ético, sino una consecuencia de adorar a Dios “en espíritu y en verdad” (Cf. Juan 4,23-24), de adorar a Aquel que envió al mundo a su Palabra para hacerse carne y acampar entre nosotros a fin de que pudiésemos contemplar su gloria (Cf. Juan 1,14).
Editorial CCS.
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