Respetar al Papa
Cuando era pequeño y me enseñaban el Catecismo había, en ese librito, una pregunta sobre la Iglesia. “¿Qué es la Iglesia?". La respuesta era: “Es la congregación de los fieles cristianos, fundada por Jescucristo, cuya cabeza visible es el Papa".
Sí, el Papa, el Obispo de Roma, es la cabeza visible de la Iglesia. La Cabeza invisible es Jesucristo, origen, fundador y fundamento de la Iglesia.
El Papa, sea quien sea, es el Papa. Y esa razón es suficiente motivo para asegurar nuestro respeto y nuestra obediencia. Lógicamente, el Papa no es el “amo” de la Iglesia. En la Iglesia todos estamos al servicio del Señor, sometidos a la soberanía, al yugo liberador, de la Palabra de Dios, el Verbo encarnado.
El Papa es el Siervo de los siervos de Dios. El que nos preside en la caridad; es decir, en el servicio. Es aquel que, en primer lugar, garantiza, porque así ha sido la voluntad de Cristo, la fidelidad al depósito de la fe. La comunión plena con el Papa es garantía de permanencia en la unidad de la Iglesia.
El ministerio petrino es un oficio que va más allá de quien, en un determinado momento de la historia, lo desempeña. Hoy, el Papa es Francisco. Ayer, Benedicto. Y antes, Juan Pablo II…
¿Ha cambiado algo esencial? Obviamente, no. ¿Puede resultarnos más simpático un Papa que otro? Sí, puede pasar. Pero, en la Iglesia, no nos movemos por “simpatías". El móvil ha de ser la fe, el amor y la esperanza.
¿Hay alguna razón para pensar que el Espíritu Santo ha dejado de asistir a su Iglesia? Yo no veo ninguna. ¿Es malo, en sí mismo, que el actual Romano Pontífice haya conquistado, en un primer momento, el corazón de muchos? Tampoco veo ese mal por ninguna parte.
¿Existe algún indicio que permita sospechar que el actual Sucesor de Pedro no va a estar a la altura de la misión encomendada? Me parece que no. El Colegio Cardenalicio ha elegido, con plena libertad, al Papa. Y no hay por qué pensar lo contrario.
Han elegido, así lo han querido, al cardenal Jorge Mario Bergoglio. Que ya no es, sin más, el cardenal Bergoglio, sino que es el Papa Francisco.
Pero, como católico, no me basta con decir que debemos obedecer y respetar al Papa. Eso es muy poco. Hay que acogerlo, reconocerlo como Pastor universal, y amarlo. El Papa debe ser amado. Yo entiendo que la Iglesia es la familia de Dios y que, en la Iglesia, como en toda familia buena, se acoge al padre con amor.
¿Es pecado criticar cualquier gesto del Papa? Seguramente, no. Pero, si es oportuna una crítica, habrá que hacerla con respeto, obediencia y amor. Lo que yo veo absolutamente contrario al espíritu católico es un criticismo exagerado que predispone a algunos, por lo que se ve, a examinar con lupa cualquier gesto o palabra del Papa para, inmediatamente, cargar contra él.
Esa actitud de desconfianza, de sospecha, de falta de afecto, me desconcierta. No es lo que he aprendido de pequeño. No va con mi manera de entender el ser católico.
Cada día, en la Santa Misa, pedimos por “el Papa Francisco". Que Dios lo bendiga, lo proteja, lo conserve. Y que no lo entregue en manos de sus enemigos.
Guillermo Juan Morado.
PS. Un texto de San Agustín: “Pedro por su naturaleza era simplemente un hombre; por la gracia, un cristiano; por una gracia más abundante, uno y a la vez el primero de los Apóstoles".
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El itinerario del año litúrgico es una magnífica escuela de vida cristiana. Por eso, el seguimiento y la reflexión, domingo tras domingo, de la Palabra de Dios proclamada en la Eucaristía será la mejor guía para caminar por el camino de la fe. Partiendo de la Pascua, este libro nos introduce en el sentido profundo de la presencia del Señor en nuestras vidas, y a partir de ahí nos invita a descubrir su enseñanza y lo que el mensaje evangélico implica para nosotros, si queremos ser fieles a la fe que profesamos. Guillermo Juan Morado (Mondariz, Pontevedra, 1966), sacerdote diocesano de Tui-Vigo y doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, es director del Instituto Teológico de Vigo, párroco de la parroquia de San Pablo y canónigo del Cabildo de Tui-Vigo. Autor de distintos trabajos de teología y de espiritualidad, Guillermo Juan Morado completa con este libro la reflexión que inició, en esta misma colección, con el volumen titulado La cercanía de Dios.
1 comentario
Dicho lo cual, vuelvo a cerrar los comentarios.
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GJM. Muchas gracias. Es, obviamente, algo excepcional un comentario. Hace ya mucho tiempo que está cerrada esta sección. No se vayan a celar los demás comentaristas.
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