HABÍA ESTADO XVI (por Norberto)
Habían salido al menos tres estrellas y los candelabros encendidos – para cumplir la tradición de las velas de Shabbat encendidas por Ana - proporcionaban el resplandor necesario para ver aunque la cena temprana había concluido.
Saúl había conocido a la esposa e hijo de Ambrósyos, también estaba Eliecer, el primo-hermano - más lo segundo que lo primero - de Ana. Debido al estado de la salud, muy mejorada sin embargo, del invitado principal, y, dadas la cortesía y la hospitalidad orientales el menú se ajustó a lo especificado por Loukás, aunque se permitieron, a excepción de Saúl que tomó fruta del tiempo, ciertas libertades en los postres pues la manos de Ana para la repostería aunaban todo lo mejor de los confites del Mediterráneo oriental – sin manteca de cerdo, por supuesto, aceite de oliva en su lugar – pese a la premura de tiempo para su preparación, no quedó ni una galleta de almendra, ni una rosquilla ni una teja con miel, Saúl miraba complacido mientras daba cuenta de dos manzanas al horno con almíbar ligero de miel.
Antes de la llegada de Loukás, y por iniciativa de Ana se habían roto los protocolos contándose unos a otros las aventuras vividas en Yerushaláyim, sin saber por qué, todos querían saber los unos de los otros, Saúl mostro su – gratísima, por otra parte – sorpresa al saber que Ana, Eliecer y Eulogio se habían bautizado de manos de Shimón bar Ioná (ver Había estado X), pero no habían recibido el bautismo del Ruaj, convinieron en hablar de ello al día siguiente a la vuelta de la sinagoga.
Mientras se recogían bandejas, platos y menaje – Ambrósyos de paso a la cocina se encargaba de vaciar definitivamente los restos, “menos peso” decía socarronamente – médico y paciente se acomodaron en unas sillas de enea, bajo la higuera del patio y huertecillo trasero de la casa, ambos tenían una conversación pendiente.
-¿Cómo le ha sentado la cena?, era la forma de iniciar la conversación prevista y conocer datos del paciente.
- ¿No me escuchó eructar?, ambos rieron, es que fui muy discreto.
- Parece que se va recuperando, vaya mañana y le reconoceré para confirmarlo, le invito a cenar, si le parece y nos despedimos, creo que parte el solis dies .
- Sí, acepto, desde luego, su atención ha resultado providencial, es mi nuevo mal’ak (ángel), verdaderamente no sé en que estado hubiera llegado a Tarso.
- Hay muy buenos médicos allí, puedo recomendarle a Shlomo Bennathán, el destinatario del rollo que se ofreció a llevar en mi nombre.
- Desde luego mi ofrecimiento sigue en pié, gracias. Saúl decidió que entraría en materia, pues veía la mano del Ruaj en lo que sucedía y cómo había llegado a cierta familiaridad con Loukás, el encuentro podría estar en los planes de YHWH para algo que no sabía, lo averiguaría, arriesgando, como de costumbre.
-¿ Loukás conoce las profecías sobre el mashíaj?.
- ¡Oh, sí!, mi maestro Yehoshúa (Yahvéh salva) ben Samuel (Aquel que escucha a Yahvéh) me mostró los escritos acerca del siervo de YHWH, ¿o son acaso dos personas diferentes?.
- No, en efecto se trata del mismo, pues bien esto se ha cumplido en Ioshua Bariosef.
- Pues enhorabuena, es una buena noticia para los judíos, aunque, si me permite, los romanos siguen dominando, no parece que haya habido cambio alguno.
La conversación transcurría en términos agradables, Ana asomó su cabecita y al ver lo enfrascados que estaban, dio media vuelta e hizo una señal, agitando las palmas de las manos de atrás hacia adelante, indicando que dejaran solos a los contertulios.
Norberto
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