Juan Pablo II, el papa universal
En su día la editorial CPL de Barcelona me propuso escribir una breve biografía del beato Juan Pablo II. Por razones personales tardé un poco en cumplir ese encargo. No por falta de ganas. Yo le debo mucho a Juan Pablo II. Para mí ha sido una ayuda esencial en el plano de la fe, en el de la vocación al sacerdocio, y hasta en la percepción de la belleza y de la actualidad de la propuesta cristiana para el mundo.
En muy pocas páginas – 27 – he intentado asumir el reto. En unos pocos capítulos: 1. Wadowice. 2. Estudiante, obrero y actor. 3. Sacerdote. 4. Obispo. 5. Sucesor de Pedro. 6. “¡No tengáis miedo!”. 7. La ciudad y el mundo. 8. El atentado. 9. La enseñanza del papa. 10. Los encuentros. 11. La muerte.
Reproduzco aquí la parte que habla de su vocación:
Sintió la llamada al sacerdocio y, en 1942, tomó la “decisión definitiva” – así lo escribirá él años más tarde – de entrar en el Seminario Mayor de Cracovia, que funcionaba de modo clandestino, y de comenzar los cursos de Teología en la Universidad Jaghellonica – también clandestina -, mientras seguía trabajando en la fábrica química Solvay. Tras el cese, en 1945, de la ocupación alemana pudo continuar sus estudios de manera ya oficial.
Al hablar de los orígenes de su vocación, Juan Pablo II ha destacado la “trayectoria mariana”. Sus recuerdos están llenos de referencias a la Virgen: a la Madre del Perpetuo Socorro, de la parroquia de Wadowice; a la devoción al escapulario de la Virgen del Carmen, difundida por los carmelitas de su localidad natal; y, ya en Cracovia, a María Auxiliadora, en la parroquia de los Salesianos. Igualmente, al santuario mariano de Kalwaria, el más importante de la archidiócesis de Cracovia.
En el período en que se iba afianzando su vocación sacerdotal hubo un momento en el que en cierto modo se cuestionó su culto a María, pensando que si éste se hacía excesivo comprometería la supremacía del culto debido a Cristo.
La lectura del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen de San Luis María Grignion de Monfort le ayudó a “descubrir todas las riquezas de la devoción mariana desde una perspectiva en cierto sentido nueva”. A este contacto con la espiritualidad de consagración a la Madre de Dios se debe el que sería su lema: “Totus tuus” (“Todo tuyo”).
En su camino hacia el sacerdocio desempeñó un papel relevante la figura del Santo Fray Alberto, un pintor que, en un determinado momento, a comienzos del siglo XX, deja atrás su carrera artística para hacerse religioso y servir de ese modo a los más pobres. El papa comenta: “Para mí, su figura fue determinante, porque encontré en él un particular apoyo espiritual y un ejemplo en mi alejamiento del arte, de la literatura y del teatro, por la elección radical de la vocación al sacerdocio”.
La experiencia de la II Guerra Mundial, tan dura y dramática, alentó en Wojtyla la percepción del valor y de la importancia de la vocación. Durante esa etapa pierde a su padre, el 18 de febrero de 1941, y se queda desde el punto de vista familiar prácticamente solo. El ejemplo heroico de tantos sacerdotes polacos – y alemanes - deportados a los campos de concentración nazis o soviéticos contribuyó de modo muy significativo a la realización de su vocación sacerdotal.