La eclesialidad de la fe (I)
Algunos lectores de este blog me han hecho saber su interés por conocer el texto de mi contribución al volumen Amore e veritá. Ofreceré en este y en sucesivos posts una versión un poco más divulgativa de ese trabajo, sin notas a pie de página.
Introducción
A propósito del valor eclesial del acto de fe, el Catecismo de la Iglesia Católica emplea una expresión que nos servirá de hilo conductor en este artículo: “Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes” . La cadena está formada por una serie de muchos eslabones enlazados entre sí, de modo que unos se sustentan en otros y, a su vez, ayudan a sustentar a otros.
La imagen nos parece adecuada para reflexionar sobre la eclesialidad de la fe. Siendo un acto humano y profundamente personal, suscitado y hecho posible por la acción de la gracia, el creer es simultáneamente, y de modo intrínseco, un acto eclesial. De manera análoga, no hay cadena sin eslabones, pero tampoco eslabones sin cadena. Esta dimensión eclesial es coherente con la economía de la revelación, que incluye la acogida de la revelación en la fe de la Iglesia, y con la propia estructura antropológica del ser humano, que no puede ser explicado al margen de la relación con los otros.
La exposición se articula en cinco apartados. En un primer momento, explicaremos, siguiendo el binomio “recibir-transmitir”, la precedencia del momento receptivo. La cadena de los creyentes no es una máquina inerte, sino un organismo vivo, que se apoya en una permanente actualización de la memoria. Al igual que el hombre, desprovisto de la historia, no puede llegar a ser plenamente lo que está llamado a ser, así también el acto de fe está posibilitado por la transmisión de la revelación divina en virtud de la mediación histórica de la Iglesia.
En un segundo momento, atenderemos al carácter comunional de la fe, que se expresa en la simultaneidad del “creo” y del “creemos”. La pertenencia a la cadena no hace desaparecer el eslabón; siendo eslabón es cadena. El creyente, en conformidad con su condición de ser social, acepta la revelación de un Dios que, en sí mismo, en su realidad trinitaria, es comunión. El Objeto de la fe exige un sujeto proporcionado, que sea capaz de integrar las diferencias en la unidad. Y ese sujeto, como veremos, es la Iglesia.
En un tercer momento, nos acercaremos al significado de la expresión “Madre de los creyentes”, aplicada a la Iglesia, mostrando cómo ésta es medio y contexto comunitario de la fe.
Los apartados finales estarán dedicados al lenguaje de la fe, que cada creyente recibe de la Iglesia, y al compromiso misionero, que se expresa en el testimonio, a la vez condición de posibilidad concreta de la fe y signo eclesial de la credibilidad.
Guillermo Juan Morado.
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La cercanía de Dios. Reflexiones al hilo del año litúrgico de Guillermo Juan Morado.
4 comentarios
Muchas gracias, padre.
El tema me apasiona.
Un cordial saludo a todos.
A ver si los menos dotados podemos con la versión divulgativa. Con la ayuda de Dios será posible.
Qué bien le sienta a la Abadesa el plural mayestático. Como anillo al abacial dedo.
:)
El tema de cada creyente como un eslabón; el tema de la recepción previa me interesan sobremanera. Cuando se pisa el suelo romano original del siglo I y sabes que en esa basílica, en ese cementerio, en esa casa, hubo cristianos que recibieron la fe y a su vez la transmitieron, y regresas al siglo XXI a través d estratos de construcciones y arte sagrado, un escalofrío de 2000 años de transmisión y eslabones de la cadena te llega y te invade.
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