San Benito
San Benito de Nursia, con su vida y su obra, ejerció una influencia fundamental en el desarrollo de la civilización y de la cultura europea.
Vivió entre los siglos V y VI, en una etapa en la que el mundo estaba trastornado por una tremenda crisis de valores y de instituciones, provocada por el derrumbamiento del Imperio Romano, por la invasión de los nuevos pueblos y por la decadencia de las costumbres.
San Gregorio Magno, cicuenta años después de la muerte de San Benito, se refirió a él como “astro luminoso” que ofreció un auténtico fermento espiritual, que cambió con el pasar de los siglos el rostro de Europa, suscitando una nueva unidad espirtitual y cultural que tenía como centro la fe cristiana compartida por los pueblos del continente.
Hoy también nos encontramos en una situación de crisis: económica, moral y de valores y, en última instancia, religiosa. Para remontar esta crisis necesitamos a Dios, que no es alguien superfluo, sino “de primera necesidad” para nuestras vidas, como ha recordado el Papa en Santiago de Compostela.
San Benito nació en la región de Nursia, en Italia. Sus padres, acomodados, lo enviaron a estudiar a Roma, pero San Benito estaba disgustado por el estilo de vida de muchos compañeros de estudios. Él solo quería agradar a Dios.
Antes de concluir sus estudios, dejó Roma y se reitiró a la soledad de los montes que se encuentran al Este de la Ciudad Eterna y se hizo eremita en Subiaco. Allí vivió solo, en una gruta, durante tres años. Durante ese período, San Benito luchó para superar las tentaciones fundamentales de todo ser humano: la tentación del egoísmo, de la soberbia, de ponerse a sí mismo en el centro de todo; la tentación de la sensualidad; y la tentación de la ira y de la venganza.
Después funda sus primeros monasterios cerca de Subiaco. En el año 529 se asentó en Montecasino, un lugar elevado que domina la llanura circundante, porque el monasterio tiene que hacer visible la fe como fuente de vida.
Murió el 21 de marzo de 547. Su mensaje se puede resumir en dos palabras: oración y acción. La oración es el fundamento de la existencia. Sin oración no hay experiencia de Dios. Orar ayuda a vivir bajo la mirada de Dios. La Liturgia es, en este sentido, la Obra de Dios.
La acción equivale al cumplimiento de los deberes de la vida cotidiana y a la atención a las necesidades concretas de los hombres. La oración es un acto de escucha que después debe traducirse en acciones concretas. Quien ora debe ser un hombre de servicio a los otros, un sembrador de paz. Debe ser también un hombre que sabe escuchar y que sabe aprender de lo que escucha.
Europa necesita una renovación ética y espiritual que se inspire en las raíces cristianas del continente. Escuchemos también hoy a San Benito como una luz para nuestro camino. Pidamos por Europa (fue proclamado patrono de Europa el 24 de octubre de 1964 por Pablo VI) y pidamos por el papa Benedicto XVI, que tiene a San Benito como patrono de su pontificado.
Guillermo Juan Morado.
10 comentarios
También hoy se vive en una crisis de civilización, en un modelo que no da más de sí. Y se necesita la oración para que surjan personas como Benito que nos devuelvan el vigor perdido.
1. El siglo VI era una era de regresión en todos los ámbitos, excepto en el de San Benito
2. El siglo XXI es una auténtica era de progreso que irá a más, y que será compatible con una era de regresión en la moral y en la redistribución de conocimientos y riqueza.
3. San Benito salía del Imperio Romano, pero nosotros vamos directos hacia el Nuevo Imperio Romano, almenos en la unidad de gobierno transnacional
4. Los reyes y aristócratas, las élites de la época, eran unos verdaderos brutos analfabetos, cosa que no se da hoy en día.
5. La Iglesia de hoy en día tiene 2.000 años de desarrollo teológico y miles de santos, y además, es global, cosa que en el siglo VI era una Iglesia primitiva en su pleno sentido literal.
Tal y como ha apuntado usted y los comentaristas, su época corresponde en varios puntos al nuestro. Ojalá el Señor nos mande muchos santos como él para reconstruir Europa de las ruinas del paganismo.
Ahora llevo siempre sobre mi pecho la cruz de San Benito con la famosa inscripción contra el Maligno. Creo que realmente me protege del mal.
¡San Benito, ruega por nosotros!
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