El lenguaje religioso
¿Es significativo el lenguaje religioso? La pregunta ha planeado sobre buena parte de la filosofía contemporánea, en especial a partir del positivismo lógico, y sigue siendo un interrogante que no se puede dejar de atender: “en nuestros días esta cuestión se ha convertido en insoslayable, de manera que cualquier estudio acerca de la religión o de la teología debe comenzar por dar razón del modo peculiar en que el hombre religioso usa el lenguaje” (F. CONESA – J. NUBIOLA, “Filosofía del lenguaje", Barcelona 1999, 263).
Algunos autores prefieren hablar de uso religioso del lenguaje, y no de lenguaje religioso, para indicar que no se trata de un lenguaje distinto del que emplean otras personas en otros contextos, sino del uso que el hombre religioso realiza del lenguaje. En este uso religioso se puede distinguir el lenguaje religioso o lenguaje de la fe, que es el que usan los creyentes para referirse o expresar sus creencias, y el lenguaje teológico, que es el que emplea el creyente en la reflexión intelectual. Dentro del lenguaje religioso se puede distinguir también entre la invocación – el lenguaje que se emplea para hablar a Dios – y el testimonio – que se emplea para hablar de Dios y que revela el compromiso existencial de quien habla - .
Las características del uso religioso del lenguaje – y nos referimos al lenguaje religioso cristiano – dependen de la peculiaridad del ser de Dios y de la naturaleza del acto de fe. Entre Dios y el hombre hay una diferencia cualitativa, por ello el lenguaje humano se muestra parcialmente inadecuado para expresar la realidad divina. Gran parte del lenguaje religioso se sirve del simbolismo, que revela y oculta a la vez la realidad a la que se refiere , de la metáfora y de la analogía, que transfiere a Dios nuestro lenguaje sólo en cierto grado de proporcionalidad y semejanza. Partiendo de la realidad del mundo y del hombre se habla, por analogía, de Dios. El lenguaje religioso cristiano suele ser principalmente narrativo, pues confiesa la actuación de Dios en la historia y en la vida del creyente. Es también implicativo, en el sentido de que no habla sólo del objeto en sí mismo, sino también de la relación del sujeto con Dios.
Para nuestro propósito, conviene resaltar que el lenguaje religioso o lenguaje de la fe tiene carácter veritativo; es decir, puede ser verdadero o falso. Y ello se debe a que cumple las siguientes condiciones: es descriptivo, lógicamente consistente, se da la posibilidad de contradecir sus afirmaciones y sus proposiciones tienen un sujeto lógico, que es Dios.
El creyente no sólo manifiesta actitudes, sentimientos, o disposiciones a actuar, sino que realiza aserciones acerca de la realidad al hablar de su fe, usando expresiones de carácter explicativo, descriptivo o factual. Decir que “Dios creó el mundo” es algo más que expresar un sentimiento o un principio de acción; es una afirmación sobre la realidad, que es susceptible de ser calificada como verdadera o falsa. Igualmente, el lenguaje religioso es lógicamente consistente; es decir, no contradictorio. Los diversos artículos de la fe están relacionados entre sí y con la totalidad del contenido de la fe, sin que una sentencia contradiga a otras con las que forma un sistema.
Además, las proposiciones del lenguaje religioso pueden ser negadas consistentemente. Si no fuera posible contradecir una proposición, daría lo mismo que fuese verdadera o falsa; es decir, “ha de haber alguna diferencia entre afirmar la verdad y afirmar la falsedad de una proposición”. Por último, el lenguaje religioso tiene como sujeto último a Dios: “El sujeto lógico de las proposiciones de fe es Dios”.
Guillermo Juan Morado.
2 comentarios
El Dr. Morado califica como religioso, de la fe, secular y algunos más al sustantivo lenguaje. Entiendo por éste a la llamada lengua materna usado para comunicarnos unos con otros. Para simplificar no entro en el lenguaje simbólico, gráfico y otros que complicarían la exposición. Desde esa perspectiva se puede hablar de tantos lenguajes como temas se puedan tratar. Así se pueden nominar infinidad de lenguajes: De la ciencia, la filosofía, teología, jurídico y un larguísimo etcétera, que tienen formas de expresión propia, genuina e idiosincrásica, no siempre intercambiables, aunque metafóricamente puedan ser usados, en algunas ocasiones, indistintamente. Dentro de los nombrados se pueden particularizar. Por ejemplo: En la ciencia podemos distinguir: Matemáticas, Física, Biología y otro largo etcétera.
Pero eso corresponde al mundo de los estudiosos. Para el común de los mortales el uso del lenguaje es mucho más restrictivo, tiene un carácter más “local”, si se me permite la expresión.
El ponente considera equivalentes: lenguaje de la fe y lenguaje religioso. Al punto me surge una pregunta: ¿Son intercambiables estos conceptos? A mi parecer no. La fe es más profunda, más arraigada; en cambio la religiosidad es más costumbrista y superficial rayando en lo folclórico.
Lo ideal es que la fe ilumine el acto religioso. Un ejemplo de esto: Las vigilias del Corpus de la Adoración Nocturna. El silencio, el recogimiento, la identificación con el Sacramento, justifica las palabras del himno: “Dios está aquí”, y se palpa.
Lo que ocurre es que por aquella clasificación aprendida de pequeños: “Iglesia docente y discente”, significó que el lenguaje de la fe era exclusivo de los clérigos. Tan es así, que a los seglares de mi generación, nací en el 36, se nos sustrajo la Biblia que sólo la podían leer personas muy formadas. En materia religiosa fuimos autodidactas.
Tal prescripción dejaba a los laicos sin ese tesoro de las Santas Escrituras además sin arsenal de combate ante los enemigos de la Iglesia. El CVII, en su Lumen Gentium define el carisma de obispos, sacerdotes y laicos transformando la actitud pasiva derivada de lo discente a la activa y militante.
Lo espiritual puede formar, debe formar parte del lenguaje cotidiano de los seglares
cuando el asunto lo requiera, porque no es patrimonio de los ordenados.
Debe ser una tarea irrenunciable del Magisterio exhortar a los más, los seglares, para una renovada formación que les permita, en todo momento y lugar, si la situación lo requiere, para proclamar el Evangelio de forma sencilla y llana y entendible. Eso es posible y deseable.
Y paro aquí, que me desboco. Dios les guarde a todos. MR.
GJM. En efecto, el lenguaje de la fe es lenguaje religioso, pero no todo lenguaje religioso es, en sentido propio, lenguaje de la fe. La fe se apoya en la revelación.
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