Cristianismo y política
No sé el motivo, pero me han preguntado mucho, en estos días, por el tema de la relación entre compromiso cristiano y vida política. Lógicamente remito a mis interlocutores a documentos significativos como la “Gaudium et spes", el “Catecismo de la Iglesia Católica” o las alocuciones del Papa Benedicto XVI; por ejemplo, el discurso pronunciado en Westminster Hall el pasado 17 de septiembre de 2010.
De todos modos, ya me había ocupado, a grandes rasgos, del asunto. Reproduzco a continuación, el capítulo 21 de mi libro “La bondad de nuestro Dios” (ed. CPL, Barcelona 2010, pp. 60-63). Sustancialmente sigo pensando lo mismo:
Capítulo 21. Dios y el César: cristianos y ciudadanos
La respuesta de Jesús a los fariseos y a los herodianos, que se habían confabulado para tentarle, ha guiado la actitud de los cristianos ante las autoridades y las leyes justas: “Dad, pues al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). El Señor pone así de relieve que su Reino no es de este mundo; que Él no vino a cambiar el mundo políticamente, como un soberano temporal, sino a curarlo desde dentro.
En la Carta a los Romanos, San Pablo explicita este principio indicando la obligación que los cristianos tenemos en conciencia de obedecer a la autoridad del Estado: “Dadle a cada uno lo que se debe: a quien tributo, tributo; a quien impuestos, impuestos; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor” (Rm 13,7). Un máxima, la sujeción a las autoridades, que los cristianos han intentado siempre llevar a la práctica. Un autor del siglo II, San Justino, escribe en una de sus Apologías, dirigidas al emperador Antonino Pío: “Por eso oramos sólo a Dios, y a vosotros, príncipes y reyes, os servimos con alegría en las cosas restantes, os confesamos y oramos por vosotros”.
Oramos sólo a Dios y “en las restantes cosas” servimos a los príncipes. La diferenciación de planos se corresponde con la distinción que existe entre la Iglesia y el Estado: “La comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas en su propio campo”, nos recuerda el Concilio Vaticano II (Gaudium et spes, 76). No le compete a la Iglesia, en cuanto tal, organizar la hacienda pública; administrar justicia en los tribunales estatales o dirigir la defensa militar de una nación. Esas tareas, y otras, son competencia del Estado. No le corresponde al Estado, en cuanto tal, predicar el Evangelio; celebrar los sacramentos u ocuparse de la atención pastoral de los fieles.
Sin embargo, los católicos somos también ciudadanos del Estado, con los mismos derechos y con las mismas obligaciones que los demás ciudadanos. En nuestra actuación como ciudadanos, individual o colectivamente, hemos de guiarnos siempre por la conciencia cristiana, pero sin involucrar a la Iglesia en asuntos que son de otro orden. Un cristiano puede militar en un partido político, puede desempeñar la judicatura, puede ser ministro de un Gobierno. En todas esas tareas se espera de él que sea coherente con los principios y exigencias que se derivan del Evangelio, pero la actuación que lleve a cabo es responsabilidad personal suya, no de la Iglesia en cuanto tal.
Moralmente, los cristianos tenemos la obligación de cumplir nuestras responsabilidades en la comunidad política: Debemos pagar los impuestos, ejercer el derecho al voto, contribuir a la defensa del país… Debemos cooperar con la autoridad civil al bien de la sociedad “en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad” (Catecismo 2239). Pero “dar a Dios lo que es de Dios” impide divinizar al César: El Estado no es Dios. La nación no es Dios. El Parlamento no es Dios. Las leyes de los hombres no son la ley de Dios.
Ejercer una justa crítica con relación a aquellas cosas que, proviniendo de la autoridad del Estado, nos parecen perjudiciales para la dignidad de las personas o el bien de la comunidad es no sólo un derecho sino, en ocasiones, un deber. Y esa justa crítica no equivale a deslealtad con relación al Estado, sino todo lo contrario. Como el César no es Dios, “nadie puede ordenar o establecer lo que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural” (Catecismo 2235).
Si el Estado mandase, por medio de las leyes, algo contrario a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio, la obligación en conciencia que tiene un ciudadano es no obedecer esas prescripciones: “cuando lo que está en juego es la dignidad de la persona humana – como hoy sucede con frecuencia – , el católico debe ofrecer el testimonio real de su fe manifestando un inequívoco rechazo a todo lo que ofende a la dignidad del ser humano” (Conferencia Episcopal Española, “Teología y secularización en España”, 66).
La misma Iglesia tiene la obligación y el derecho de “emitir un juicio moral también sobre cosas que afectan al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas” (Gaudium et spes, 76). Un cristiano no es un mal ciudadano si, conforme a su conciencia, rechaza, por ejemplo, la injusticia del aborto, o de la eutanasia, o de la experimentación con embriones humanos. Como no eran malos ciudadanos aquellos cristianos que, en la época en que determinados países se practicaba la segregación racial, rechazaban y se oponían a ese tipo de prácticas contrarias a la dignidad de las personas.
La Iglesia no “se mete en política”, no excede su campo propio de competencia, si hace oír su voz en favor de la familia, de la vida, de la justicia; aunque eso conlleve la crítica a determinadas actuaciones promovidas o amparadas por la autoridad del Estado.
Demos, pues, al César lo que es del César, pero sin olvidarnos de dar a Dios lo que es de Dios. En la medida en que seamos mejores cristianos seremos también mejores ciudadanos.
Guillermo Juan Morado.
20 comentarios
“Dadle a cada uno lo que se debe: a quien tributo, tributo; a quien impuestos, impuestos; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor” (Rm 13,7).
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Dicho sea: A cada cual lo que se debe; y espropio de darle : A Dios la gloria y honor se le dé. Porque solo Él es bueno y justo.
- Y al César, que cuando menos peca siete veces al día, en connivente mundanalcomplicidad de servicio: ¿Se le debe dar tributo, impuesto, respeto y honor a su maldad?
-O se le debe decir: ¡Apártate de mi Satánas! Tú piensas como los que son del Mundo y no como los que son del Dios que no es de este Mundo.
Muy conocido resultará para los lectores de este blog ese capítulo 21, pero viene bien recordarlo. Escueto y al grano en sus citas. Conveniente también el recuerdo del discurso pronunciado en Westminster Hall el pasado 17 de septiembre de 2010 por el Papa.
Interesante cita magisterial,Norberto.
Todo para meditar seriamente-
Los legisladores, así pues, han suprimido a Dios de la vida pública y se ha arrogado la potestad de decidir en cada momento lo que está bien y lo que está mal, lo que es aceptable y lo que no, sin atenerse a otro criterio que el de su propia voluntad partidista, cambiante e interesada.
Si usted entiende aquello de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César como si Dios y el César estuviesen en un plano de igualdad, usted yerra tremendamente. Por encima de todo, Dios. Y el César, subordinado a Dios y con la Fe como referente en su quehacer político.
Lo que tenemos hoy en día no es eso ni mucho menos, sino un sistema en el que Dios no existe fuera del ámbito privado, y en el que el hombre es elevado a la categoría de deidad.
Muchos que se consideran teólogos católicos deberían prestar más atención a dicho documento, ya que en él se muestra la mentira propugnada por tantos falsos profetas que por desgracia enseñan hoy en día dentro dentro de la misma Iglesia, en seminarios, universidades, etc. Y encima, nadie protesta ni dice nada. Si nosotros los cristianos no custodiamos la fe de la Iglesia, ¿quién lo hará?
Los Padres de la Iglesia, siempre de moda (al menos así debiera ser)marcan un itinerario seguro.
Felicitaciones por el post.
Si es que sirve de complemento: el César, que no es Dios sino creatura, también debe dar a Dios el culto debido, y no sólo como persona privada, sino en representación de la comunidad política que gobierna.
Por lo que, siguiendo a Pío XI aquí citado, cabe recordar: «No se nieguen, pues, los gobernantes de las naciones a dar por sí mismos y por el pueblo públicas muestras de veneración y de obediencia al imperio de Cristo» (Quas primas, 16) porque el «deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.» (Idem, 33), por lo que «debe el Estado cristiano concurrir positivamente, ayudando en su empeño a la Iglesia con los medios que le son propios; medios exteriores ciertamente, pero que también se refieren no menos, en primer lugar, al bien de las almas.» (Divini Redemptoris, 73). De ahí que rechace «…afirmar que es lícita y buena la separación [Iglesia-Estado] en sí misma» pues «para quien la penetra a fondo, la separación no es más que una funesta consecuencia del laicismo, o sea de la apostasía de la sociedad moderna, que pretende alejarse de Dios y de la Iglesia» (Dilectissima Nobis, 16). El Estado debe ser católico lo que «…quiere decir indudablemente que tanto en el orden de las ideas y de las doctrinas como en el orden de la acción práctica no quiere admitir nada que no se acomode con la doctrina y con la práctica católica; sin la cual el Estado católico no existiría ni podría existir» (Carta autógrafa Ci si è domandato)
Saludos.
“[es] nocivo para el bienestar de las naciones y de toda la sociedad humana [...] el error de aquellos que, con intento temerario, pretenden separar el poder político de toda relación con Dios” Summi pontificatus, 39
“La Iglesia no disimula que, en principio, considera [...] como ideal la unidad del pueblo en la verdadera religión y la unanimidad de acción entre ella y el Estado” Pio XII, al 10º Congreso de Ciencias Históricas, 7 de septiembre de 1955
Un abrazo en Cristo.
Supongo que no era su intención pero, leyéndole, espero se disculpe de la acusación –grave- que le ha hecho al blogger: “propagar el error condenado por el Magisterio”.
Seguramente, en su descargo, no se habrá leído el Magisterio de la Gaudium et Spes, porque es a lo que se refiere, principalmente, el artículo de D. Guillermo.
A menos, of course, que usted acuse de “error” al magisterio univesal de la iglesia, lo cual, no sería la postura de un católico.
Si me lo permite, le voy a indicar las partes magisteriales a las que alude el artículo. Así le facilito la tarea y la posterior disculpa que cualquier gentleman no dudaría en presentar.
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html
Gaudium et Spes (42, 73, 74 y 76)
"La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso.
Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina.
Las energías que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana radican en esa fe y en esa caridad aplicadas a la vida práctica. No radican en el mero dominio exterior ejercido con medios puramente humanos.
Es de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad plural, tener un recto concepto de las relaciones entre la comunidad politica y la Iglesia y distinguir netamente entre la accion que los cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la accion que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores.
Como, por otra parte, en virtud de su misión y naturaleza, La Iglesia no está ligada a ninguna forma particular de civilización humana, ni a sistema alguno político, económico y social, la Iglesia, por esta su universalidad, puede constituir un vínculo estrechísimo entre las diferentes naciones y comunidades humanas, con tal que éstas tengan confianza en ella y reconozcan efectivamente su verdadera libertad para cumplir tal misión.
Declara, además, que la Iglesia quiere ayudar y fomentar tales instituciones en lo que de ella dependa y puede conciliarse con su misión propia. Nada desea tanto como desarrollarse libremente, en servicio de todos, bajo cualquier régimen político que reconozca los derechos fundamentales de la persona y de la familia y los imperativos del bien común.
La Iglesia, por su parte, fundada en el amor del Redentor, contribuye a difundir el reino de la justicia y de la caridad en el seno de cada nacion y entre las naciones. Predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la accion humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad politicas del ciudadano.
Ciertamente, las realidades temporales y las realidades sobrenaturales estan estrechamente unidas entre si, y la misma Iglesia se sirve de medios temporales en cuanto su propia mision lo exige.
No pone, sin embargo, su esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al ejercicio de ciertos derechos legitimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio, o las nuevas condiciones de vida exijan otra disposición.
Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden politico, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solos aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos segun la diversidad de tiempos y de situaciones.
Competen a los laicos propiamente, aunque no exclusivamente, las tareas y el dinamismo seculares. Cuando actúan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no solamente deben cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben esforzarse por adquirir verdadera competencia en todos los campos. Gustosos colaboren con quienes buscan idénticos fines.
Conscientes de las exigencias de la fe y vigorizados con sus energías, acometan sin vacilar, cuando sea necesario, nuevas iniciativas y llévenlas a buen término. A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena. De los sacerdotes, los laicos pueden esperar orientación e impulso espiritual. Pero no piensen que sus pastores están siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta en todas las cuestiones, aun graves, que surjan. No es ésta su misión.
Muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida les inclinará en ciertos casos a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder, como sucede frecuentemente y con todo derecho, que otros fieles, guiados por una no menor sinceridad, juzguen del mismo asunto de distinta manera.
En estos casos de soluciones divergentes aún al margen de la intención de ambas partes, muchos tienden fácilmente a vincular su solución con el mensaje evangélico. Entiendan todos que en tales casos a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia.
Procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la solicitud primordial pro el bien común."
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Por cierto, ya que usted también menciona a Pio XII, léase Benignitas et humanitas (1944) y de Juan XIII Pacem in Terris .
A Benedicto XVI en Caritas in Veritate y todas sus exhortaciones a los católicos y a las naciones en el ámbito político; sobre la relación Iglesia-Estado, mejor ni mencionarlo vista su reacción ante el magisterio de la Iglesia en este artículo.
Resumo: La autoridad, toda autoridad, viene de Dios. Toda ideología que rechace la Ley Eterna o los principios morales, o los que atentan contra la dignidad del hombre, la vida inocente en todas sus etapas o la familia como unidad de sociedad doméstica, no es aceptable para un católico.
Ahora bien, en las relaciones entre la misión de la Iglesia y el orden temporal -sin duda alguna- éstas se han desarrollado durante siglos. Teológicamente también se ha desarrollado en el magisterio.
Muchas son las diferencias entre la época medieval, el cesaropapismo, las Bulas dogmáticas dirigidas a Reyes, el Renacimiento, o la edad moderna con la creación de los Estados.
Es lícito optar por una forma u otra de organización social siempre que no vaya contra el magisterio (condenadas: nazismo, liberalismo de la ilustración, comunismo y fascismo) dado que la Iglesia no promociona o suscribe ninguna forma de sistema gubernamental. Ofender a todo aquel que no entre dentro de unas preferencias personales en sistemas de gobiernos, no es aceptable, sorry.
Cordally
http://www.catolicos-on-line.org/index.php?option=com_content&view=article&id=547%3Alas-tentaciones-triologia&catid=40%3Adesde-europa&Itemid=20
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GJM: Yo creo que usted es fiel a la fuente que utiliza.
Un saludo.
Ahora bien, respecto a la Gaudium et Spes, es uno de los documentos del CVII más bonitos y la conozco bien, no contradiciendo en nada el magisterio anterior. En cualquier caso, la postura de la Iglesia es contraria a la separación Iglesia-Estado tal cual la entienden los liberales, es decir, como aislamiento entre Iglesia Católica y Estado; de forma que éste asume la auctoritas que le debería corresponder a ella.
De hecho, el Estado liberal se basa en principios ateos e innegociables, inasumibles por un católico. Este es el motivo de que, incluso cuando los católicos ganan las elecciones, no son capaces de llevar a cabo las transformaciones políticas que exige su fe católica (abolición del aborto, reforma educativa y demás).
Este es el gran problema. Los católicos jugamos con el tablero y las reglas que los ateos liberales y masones quieren, y por más que ganemos elecciones, cada vez será más difícil hacer política católica... hasta que quedemos expulsados de la política y volvamos a entender -por las malas- que el Estado siempre, siempre está inspirado en una religión o, en su defecto, en una ideología pseudorreligiosa.
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rojobilbao: que califique así las homilías es todo un elogio.
¿De qué Estado liberal hablas?,¿del que nace de los enunciados de la Escuela de Salamanca?, la Constitución de Cádiz de 1812, tras hacer una invocación al Espíritu Santo enuncia:
España es una nación libre e independiente que no puede ser propiedad de ninguna persona o familia; ¿tienes algo contra eso?.
Digo yo, modestamente.
Busquemos, según las circunstancias, el Estado más justo.
Hemos sufrido un giro involucionista con una sociedad y gobiernos que imitan la barbarie legal del derecho romano de aquellos tiempos: descuartizaban a quien no pagaba impuestos, el incesto estaba permitido socialmente, el asesinato legalizado a manos del páter familias que tenía vitae necisque potestas (poder de vida o muerte) sobre sus hijos, su esposa, y sus esclavos.
Incluso se traficaba con menores o se obligaba vía multas a ciudadanos a tener descendencia según criterios de estadística (expansión demográfica, impuestos recaudados, etc)
Igual hoy donde el Estado destierra a la miseria a una gran parte de la población (nuevos esclavos); otorga carta de naturaleza para asesinar a tus hijos no nacidos y próximamente a los no productivos estilo Esparta; o el gobierno que permite todo tipo de relaciones contra natura destruyendo en su camino la célula más importante para cualquier sociedad: la familia.
Asi que, visto el estado actual de involución, y que la inmensa mayoría de la sociedad se parece a la romana pagana de aquellos siglos, creo que debemos imitar a los primeros cristianos que, en pequeñas comunidades, difundían el mensaje liberador del evangelio en medio de un Imperio que les perseguía y mataba.
Leyendo estos días, es lógico ese deseo de utilizar la vía de formar partidos para intentar revertir la situación actual pero, como bien indica en su post Jaime, jugar bajo las reglas actuales de la política implica una masa crítica de católicos para influenciar en la aritmética de un sistema electoral.
Y esa masa crítica homogénea, para un partido político que se dice llamar católico, no existe en la actualidad.
No existe por varios motivos, pero uno de ellos es que cuando se trata de programas políticos no todas las propuestas presentadas -que no atañen al magisterio- son compartidas por los católicos, ergo, la fuerza se dispersa.
Por ese motivo en otros países se opta por los lobbies de presión. Es más efectivo aunar a católicos bajo puntos clave (derecho a la vida, familia, educación p.e) e influenciar la política de partidos con suficiente masa crítica y presión real. Hacer una labor pedagógica social, despertar conciencias en el votante.
En estos asuntos sí son bloque homogéneo, en contraposición a hacerlo bajo una siglas –x- con ideología –y- que no todos comparten (ni tienen porqué).
Lo anterior es desde el punto de vista político actual y bajo el juego de la aritmética en sistemas con casi bipartidismo de facto, pero realmente la clave no es más que una sociedad pagana que requiere volver a encontrase con el mensaje de Cristo. Como en la Roma de los primeros siglos.
Si no hay cristianos comprometidos (no los nominales), no habrá gobiernos o sociedades ídem. Ni tampoco educadores, médicos, jueces o madres de familia que formen ese tejido social cristiano que es el verdadero motor de una sociedad.
No suelo echarle tanto la culpa al clero (parte tienen) sino mucho más a las familias que son la cadena de transmisión, la iglesia doméstica y, que durante mucho tiempo, -ya son generaciones- han dado la espalda a sus obligaciones y se han olvidado de Dios.
Sólo hay que echar un vistazo a la “educación en la fe”, o incluso la experiencia básica cristiana en una casa de los hijos, de los hijos, de los hijos…de aquellos católicos tiempos ha.
¿Se extraña, Jaime, que los gobiernos laicistas tengan el poder y aceptación social? Yo, francamente no
Hay mucho más cristianismo vivido, y como ejemplo evangélico para los demás, en pequeñas comunidades perseguidas en países hostiles, que en un país que dice tener 14 millones de católicos.
Y le aseguro que en esas comunidades perdidas en países hostiles no se pasan el día hablando de filosofía política o de escolástica.
Para revertir un sistema que nos ha llevado a una sociedad llena de barbarie consentida y aceptada por sus ciudadanos, no hay otro camino que el ciclo a la inversa desde el punto de vista social y eso lleva su tiempo, generaciones, pero siempre hay que avanzar para dejarles ese camino andado a nuestros hijos y que ellos recojan el testigo.
Tal y como hicieron los primeros cristianos. Y nosotros tenemos nuestra esperanza en Alguien que nunca defrauda: Cristo
Saludos cordiales, Jaime
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Ni invocando caudillos, ni acusandose unos a otros de malos católicos por según a qué rito vayan, ni tratando de dominar a una "masa católica" supuestamente ignorante, imponiendo losas doctrinales que agobiarían a los camellos, ni desdeñando el pecado-to er mundo eh güeno-,ni a la más mínima falta correr a gorrazos a quien sea, ni perteneciendo a grupos y pasando de los demás........
Sí, Marcos W, la fe revelada a los sencillos es la que quiere Dios que se transmita.
Quien quiera hacer de un país un estado católico, vía partidos católicos ultramontanos-como los de aquí-, y por la vía rápida de las elecciones,como si derogando cualquier ley contra el aborto ya el país fuese cristiano,ja ja ja ja, me río de tamaña tontería,me pregunto qué clase de catolicismo pretenden enseñar. El de Jesús no, desde luego.
Y sí, esto llevará mucho,mucho tiempo.
Gracias a "Análisis Digital" por su eco.
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