El Purgatorio: El amor que purifica
Resulta un fenómeno muy curioso que unas palabras del papa sobre el purgatorio despierten el interés de los medios de comunicación social. ¿Creemos o no creemos? Quizá creemos, o necesitamos creer, más de lo que estamos dispuestos a admitir pacíficamente. ¿Existe otra vida? ¿Hay vida más allá de lo que lo que habitualmente llamamos “vida”? Son preguntas que no podemos dejar de formular.
Los católicos creemos que los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, aunque imperfectamente purificados, sufren después de su muerte un proceso de acrisolamiento. Esta purificación final es llamada “purgatorio”. No se trata de un infierno provisional, sino de algo completamente distinto.
La Iglesia, basándose en algunos textos bíblicos (2 M 12,40-45; Mt 5,26; 1 Co 3,15 y 1 P 1,7), ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio, sobre todo en los concilios de Florencia y de Trento.
Al mismo tiempo, no ha dejado de orar por los difuntos, ofreciendo sufragios en su favor para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.
Una cosa es el dato esencial de la fe y otra su elaboración teológica a lo largo de la historia. La teología contemporánea, sin negar nada de lo que la ha precedido, comprende el purgatorio en una perspectiva cristológica, antropológica y eclesial.
Desde el punto de vista cristológico, se subraya la importancia de “estar con Cristo”. Antropológicamente, se incide en la dimensión subjetiva del arrepentimiento. Eclesiológicamente, el acento recae sobre la dimensión penitencial de la Iglesia.
La doctrina del purgatorio incide, por encima de cualquier otra consideración, en la “solidaridad vital” que nos une a los que aún peregrinamos en el mundo con los que, casi, han llegado a la meta. Con los que se encuentran en “la antesala”, en un estadio preliminar a la visión de Dios.
Santa Catalina de Génova, ha recordado el papa Benedicto XVI, ha expresado la realidad del purgatorio con ayuda de categorías nuevas. No ha incidido en representaciones “espaciales”, si no, más bien, ha hablado del purgatorio como de un fuego “interior”; es decir, de un camino “de purificación del alma hacia la comunión plena con Dios”.
La fe en la existencia del purgatorio nos debe llenar de esperanza. Ante el encuentro con Cristo , toda falsedad se deshace: “Es el encuentro con Él lo que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería, y derrumbarse.
Pero en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón, nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, «como a través del fuego». Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos penetra como una llama, permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios.
Así se entiende también con toda claridad la compenetración entre justicia y gracia: nuestro modo de vivir no es irrelevante, pero nuestra inmundicia no nos ensucia eternamente, al menos si permanecemos orientados hacia Cristo, hacia la verdad y el amor. A fin de cuentas, esta suciedad ha sido ya quemada en la Pasión de Cristo. En el momento del Juicio experimentamos y acogemos este predominio de su amor sobre todo el mal en el mundo y en nosotros. El dolor del amor se convierte en nuestra salvación y nuestra alegría.
Está claro que no podemos calcular con las medidas cronométricas de este mundo la «duración» de este arder que transforma. El «momento» transformador de este encuentro está fuera del alcance del cronometraje terrenal. Es tiempo del corazón, tiempo del «paso» a la comunión con Dios en el Cuerpo de Cristo. El Juicio de Dios es esperanza, tanto porque es justicia, como porque es gracia” (Spe salvi, 47).
Guillermo Juan Morado.
27 comentarios
Quería añadir unas palabras de Benedicto XVI a su texto cuando todavía era Cardenal, que creo también ayudarán a discernir la verdad sobre este asunto.
"Yo diría incluso que si no existiera el purgatorio habría que inventarlo, porque ¿quien se atrevería a pensar que podría comparecer directamente ante Dios? Y sin embargo tampoco queremos ser "piezas malogradas de alfarero" que hay que tirar, por decirlo con una imagen de la Escritura, sino que deseamos ser salvables. El purgatorio significa, en el fondo, que Dios une los fragmentos, purificándolos de ese modo para que finalmente logremos estar con Él y culminar nuestra existencia". (Joseph Raztinger, Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald, Galaxia Gutenberg, pp. 121-122).
"El encuentro con el Señor es precisamente esta transformación, el fuego que lo acrisola hasta hacerlo esa figura libre de toda escoria, pudiendo convertirse en recipiente de eterna alegría" (J. Raztinger, Escatología, Barcelona, 1984, p. 215.)
Páter, ha sacado usted un tema apasionante. Un post muy bien escrito y muy centrado. Gracias.
Si sale bien, pondré el enlace...
Mañana veremos...
Las ideas están, aunque las palabras no sean las mismas...
http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2011/01/15/infierno-paraiso-son-lugares-son-procesos-espirituales/509059.html
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Gracias Don Guillermo, sus palabras clarificadoras, alientan nuestras almas sedientas del amor y la Misericordia Divina.
Llaman mi atención estas palabras.
El dolor del amor se convierte en nuestra salvación y nuestra alegría.
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La caridad de Dios en la espera del fuego purificador que traspasa, que pequeños somos para entenderlo
Otra vez gracias, que alegría que haya tocado el tema, sería bueno si fuera posible por su parte regalarnos un libro con este tema.
Es verdad que sus publicaciones, su dedicación al trabajo, lo ha hecho merecedor de ese prestigio. Yo, ciertamente, no estoy a su altura. No juzgo ahora el sesgo de su pensamiento, sino su dedicación al trabajo intelectual.
Además es usted casi treinta años más joven que TQ.
Andrés Torres Queiruga tiene una obra sólida - discutible, sin duda - pero está ahí. Yo no le llego ni a la altura de las suelas de los zapatos.
Hay que ser honestos y reconocer las cosas como son.
Y no todo lo de Andrés Torres Queiruga es malo ni mucho menos.
"Y no todo lo de Andrés Torres Queiruga es malo ni mucho menos". Eso mismo creo yo... pero yo no soy quien para creer nada. Ya sabe que antaño lo leí con verdaera frución. Ahora, una ya ni se atreve.
Pero bueno, no vamos a discutir por la solidez de obras no comparables. Lo objetivo es que usted tiene treinta años menos y, si no da tiempo, pues no da tiempo, al menos a la misma "cantidad" de obra.
Pero yo no tengo la misma capacidad intelectual. Ni de lejos. Ni tampoco tengo una dedicación exclusiva a la investigación y a la docencia.
No es una queja. Estoy muy conforme con mi vida. Y no me desgrada, en absoluto, la vida pastoral directa.
No es una pérdida para la Iglesia, porque nunca jamás yo sería Rahner o así.
O sea, nada de fantasmadas.
Y sí, me gusta compaginar las dos tareas: profesor y párroco.
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Mejor. Porque si es bueno en ambas, y lo es, la Iglesia gana el doble.
;)
Ahora hablo con plena libertad, porque a mí ya no me importa.
Pero las autoridades de la Iglesia han menospreciado, en la práctica, la dedicación al trabajo intelectual. Y eso pasa factura. No es una cuestión personal, sino institucional.
Lo han hecho muy mal en este tema. Muy mal. Y, repito, pasa factura.
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Asociar el purgatorio a un acrisolamiento me ha gustado. Para fundir una muestra sólida en un crisol a veces es necesario utilizar fundentes que rebajen el punto de fusión y ayuden al proceso.
Me ha dado por pensar que, en el caso del purgatorio, el fundente puede ser la esperanza de que después del proceso estaremos con Dios, y esa esperanza lo hará más llevadero. Pasaremos por un dolor reparador, pero que nos lleva a un final feliz.
Siguiendo con esa idea el infierno puede ser lo mismo pero sin fundente, sin esperanza, con la certeza de que la muestra nunca se fundirá.....¡terrible!
En cuanto al “fuego” como elemento purificador tampoco es algo novedoso; el fuego, el agua, la paloma, la sangre, etc., simbolizan el Espíritu Santo; y es este último quien puede ejercer una acción purificadora sobre el alma, para que ésta finalmente pueda llegar a su destino, a esa meta que los padres y padrinos, en el Bautismo, manifiestan desear para el bautizado: la Fe, como “llave para la VIDA ETERNA”.
El Purgatorio no es un lugar tenebroso, sino esperanzador, puesto que a través de este fuego y de la oración de los fieles, es posible que las almas alcancen la “vida bienaventurada”.
Y en este camino hacia la Casa del Padre, María, la Estrella de la Esperanza, la madre amorosa en quien debemos abandonarnos, su principal adoradora, y cuyas “manos cogen las nuestras para conducirnos al que es Nuestro Dios y Salvador”.
Magistral SPE SALVI; nos arraiga en la Fe.
http://www.youtube.com/watch?v=SWBiKHZx3Dg
No sé (nadie sabe) hasta dónde es Vd. capaz de llegar, pero al menos vislumbro qué tipo de hombre es. Y sin idealizaciones ni vanidades, es usted quien Dios quiere que sea. Con eso ha de bastar. No hay lugar a comparaciones ni tampoco a gratuitas autohumillaciones. A veces, el vértigo más profundo que hemos de superar en nuestras vidas es precisamente éste: el ser lo que Dios quiere que seamos.
Renunciemos, pues, a nuestras fantasías y estemos atentos a la voz de Dios en nuestro interior. Él nos irá indicando...
Han salido el post como carta al director.
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