Había estado (IV)

(Escrito por Norberto)

El canto del gallo avisó a Mohse, y a su esposa Judith, que el sol se dejaba ver, comenzaba un nuevo día, y, era mucho el trabajo que esperaba, Yerushaláyim estaría muy concurrida para el Shabuot, habría de cumplimentar muchos encargos de las casas de los principales personajes, y, también de las posadas y hospederías; era bien conocida su pulcritud en el corte, el respeto por las normas y costumbres, así como la calidad de su carne, estaba especializado en ovino y vacuno, dejando las aves y liebres para su amigo Noah, con quien tenía acuerdos de colaboración y respeto comercial.

Apenas un abrir y cerrar de ojos cuando, a continuación, percibe unos golpes procedentes de la puerta de la calle, alguien había hecho sonar la aldaba de madera, pero con una secuencia de golpes, suaves, eso sí, dada la hora, que le resultó familiar. Recordó cómo la pequeña Ana, sobrina-prima, cuando vino con sus padres, el primo Isaac y su esposa Isabel, a su boda, se divertía tanto con el llamador que cuando llegaba a la casa hacía sonar la aldaba de modo particular, toc-toc-toctoc, sí era Ana, sin duda, pero no la esperaban hasta el día siguiente; alertó, pues, a Judith:

- ¡Son ellos, ya están aquí!.

- Mmm…se han adelantado, replicó ella, aún bostezando y a medio despertar.

Poniéndose un sobretodo sobre los camisones de dormir, se dirigieron, ambos a la puerta, Mohse llegó antes, y corriendo, tiró del pasador que bloqueaba la falleba, girándola 1800 libró la puerta y abrió, tres sonrientes, y, fatigadas, personas les miraban con los ojos empequeñecidos por el cansancio, pero estaban muy, muy contentos.

- Shalom aleichem. Perdón, si os hemos despertado, no tuvimos paciencia para esperar a escucharos faenar, señaló Eliecer, con las sonrisas cómplices de Ana y Eulogio.

- Shalom aleichem, ¡qué mejor despertar que veros aquí!, dijo Mohse, antes de besarse y abrazarse, Ana desde salmo 112 dijo:

- ¡Bendito sea el nombre de Yahveh, desde ahora y por siempre!, a lo que los demás, todos, respondieron:

- ¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre de Yahveh!

Cumplida la promesa hecha de cuidar a su prima y a Eulogio, tras saludar a los anfitriones, Eliecer se despidió, dirigiéndose a casa de sus padres, no sin concertar la cita para el Shabuot, en la “esquina de la familia” – la más cercana a la Puerta de las Ovejas - durante generaciones había servido para el encuentro de “los nazarenos”, mote de la familia, pues el tatarabuelo Natanael y su esposa Rebeca de allí procedían.

Mohse tenía a su primo Isaac ben Simón, como a su hermano mayor, desde que su madre Tzipora, enviudó, por unas fiebres malignas que llevaron a su padre, Ehud, al seno de Yahvé; entonces, aun contando solamente 9 años, hubo de ponerse a trabajar para el sustento, Isaac, diez años mayor le acogió en la carnicería de su padre Simón, que empezaba a funcionar bajo su cargo, Simón era anciano y sus otros hijos- 5 varones- tenían otras labores. El muchachito dio pruebas de entereza y asimilación del oficio bajo su maestro - el primo Isaac - al que estaba eternamente agradecido, Isaac ganó no solo un ayudante sino un hermano pequeño, él mismo era el benjamín del anciano Simón, el vínculo, pues, era rotundo y sin fisuras.

Isaac hubo de marchar ante el problema surgido con un miembro del Sanedrín, prendado de su amada Isabel, a quien pretendía desposar, ante la negativa de ésta – no tenía valor alguno – y el apoyo de la familia – el padre no concedió su mano - el despechado utilizó sus influencias para condenar al ostracismo a Isaac; dada la gravedad de la situación, vendía apenas dos libras de carne al día, preparó, en secreto, la salida de Yerushaláyim, con la bendición de sus suegros y la promesa de castidad hasta el momento del matrimonio, dejando en usufructo la carnicería a Mohse, el hermano mayor de Isaac, Shlomo, figuraba como apoderado, partieron para Antioquia, siguiendo la ruta que ya conocemos, camino inverso, naturalmente, el rabino despechado cuando supo lo ocurrido decidió buscar otra esposa.

Los instantes inmediatos a la llegada, tras un reparador desayuno, transcurrió entre la alegría, deshacer el pequeño equipaje, dos sacos, y la entrega de regalos, Ana llevó a Judith unos pendientes bañados en plata que había labrado Eliecer, su primo, que era joyero, y unas tijeras de carnicero, que había fabricado su esposo, para Mohse, al entregarlas Ana no pudo reprimir una lágrima, le permitieron apartarse unos momentos. La mañana transcurría sin sobresaltos, pese al ofrecimiento de retirarse a descansar Ana declinó la invitación, y tras colocarlo todo, ordenadamente en su cámara, salió para ayudar a Judith en las faenas domésticas; por su parte, Eulogio, fue con Mohse a la carnicería que no estaba lejos del domicilio, para ayudar en la preparación de encargos, numerosos, de piezas de carne, ora ovino ora bovino, lo que supuso un alivio, ya que el muchacho mostró una destreza impropia de su edad, adelantando mucho el trabajo.

Llegada la hora sexta, volvieron a casa, para el almuerzo, y, tras el mismo, entonces sí, los viajeros, madre e hijo, aceptaron, de buen grado, el ofrecimiento de descanso; Ana recordaba los primeros momentos del venturoso viaje, cuando, saliendo de Antioquia, luna llena, a la prima vigilia, dieron con Eliecer, a unas 3 millas, que se les había adelantado en la partida, su marido le grito:

- Perro bueno Elieceg, ¿dónde vas solo?, te estuvimos buscando y nos dijeron que habías pagtido.

- Es que supuse que estarías despidiéndoos en la intimidad y no quise ser entrometido.

-Hombrre, hombrre, pero si ya nos habíamos despedido por la tagde, ¿verdad tesoro? jajajaja, anda sube.

Ana sonrojó, de nuevo, al recordarlo, y no pudo evitar una sonrisa, su marido era así de espontáneo y un poco deslenguado para ciertas cosas en las que un judío era discretísimo, pero claro su amor no era judío, ¿quién era, pues, este personaje?.