Haití
Nos conmueven, no sin razón, las imágenes de Haití que nos llegan a través de los medios de comunicación social. Un país muy pobre, una población muy pobre, azotada por el flagelo de un terremoto, de una sacudida violenta ocasionada por las fuerzas que actúan en el interior de la Tierra.
Creo que la respuesta que brota del corazón es la de socorrer, pronto y bien, a los damnificados. La solidaridad de las personas particulares, de las naciones y de las instituciones se volcará en la ayuda a ese Estado caribeño.
No tiene mucho sentido, pienso, sublevarse contra el mal físico. No está en nuestras manos controlarlo. Podemos, quizá, prevenir o aminorar sus efectos, pero poco más. El mundo está en devenir; un acaecer que trae consigo “junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones”, dice el Catecismo, remontándose a Santo Tomás de Aquino.
Racionalizar completamente el mal es un empeño que nos excede. El mal hay que combatirlo en la medida en que nos resulte posible hacerlo. Pero lo más grave del mal, su cara más odiosa, se manifiesta cuando es resultado de nuestras opciones, de nuestra maldad.
Quizá es menos evidente, de un golpe de vista, el mal moral. Pero sus consecuencias letales son palpables día a día: explotación de unos por otros, sometimiento de unos a otros, indiferencia de unos con otros.
Cristo, el Vencedor del mal, es también la Víctima del mal. Sufriendo el mal, lo elimina. La protesta contra el mal – en cualquiera de sus formas – revela una nostalgia del Bien, de un orden “que no es de este mundo”. “Quia malum est, Deus est”. Sin Dios, sin la idea de Dios, no podríamos siquiera concebir la existencia del mal, porque sin la plenitud, o sin su anhelo, no se advertiría su carencia.
Qué Dios acoja en el mundo nuevo, donde no habrá ni llanto ni luto ni dolor, a los que han fallecido en esta tragedia. Y que nos permita, a nosotros, semejantes de los que están sufriendo, enjugar sus lágrimas, acompañar su dolor, mostrar nuestra compasión.
Guillermo Juan Morado.
37 comentarios
Pero ¿Vale la pena crear a un hombre que acabe clamando como Job "¿Por qué no quedé muerto en el seno materno?¿Por qué no expiré al salir del vientre? (Job. 3,11)
No sé... pero sí sé que cuando Dios recapitule en Cristo todo lo creado espero comprenderlo de manera definitiva y perfecta.
Pero cuando ocurren estas cosas, como la de Haití, eso no puede ser excusa para no colaborar y hay que ponerse muy manos a la obra cuando la intensidad de un tragedia se concentra tan en un momento y tan en un punto.
Si en nuestras targedias personales sabemos que necesitamos ayuda de los demás, imaginemos que la nuestra se diera simultáneamente a otros cientos de miles en un mismo momento en el mismo pequeño espacio: ¿de dónde conseguir toda la ayuda que tantos necesitan al mismo tiempo en el mismo lugar? Pues de los que estamos lejos: rezando, claro, yendo quien pueda o deba; y aflojándonos los bolsillos para que tengan medios suficientes quienes estén allí al pie del cañón.
Que con el tema de la ayuda y solidadridad de marras con Haiti,estan timando y pegando pufos a tope.
Lo atribuido al arzobispo de Granada ha sido el colmo...
Y el caso al que usted alude, aunque no sé exactamente qué ha dicho el obispo, me imagino que será algo similar.
Sin el mal físico, sin la muerte, el hombre sería un muerto en vida, descentrado para siempre de su felicidad y viviendo una felicidad inmanente que se convertiría en un auténtico infierno.
Por eso, nada mas Adan y Eva comen el fruto del bien y del mal, Dios los expulsa del Paraíso "no sea que coman del fruto del arbol de la inmortalidad y vivan para siempre". Esa expulsión es una caridad de Dios para con la humanidad.
Nunca he visto en "el mal" un obstáculo para comprender nada. Es que no hay nada que comprender.
Yo creo en Dios, ¿no? Hoy.
Mañana morimos en un terremoto o en un accidente. Sabemos HOY que puede ocurrir. Dejemos, pues, hoy mismo, de creer. ¿Por qué esperar a mañana para cuestionar a Dios? ¿Por qué esperar a que nos ocurra lo que, de todos modos, ha de ocurrir? ¿Por qué las tragedias cuestionan sólo cuando son muy llamativas o caundo nos tocan a nosotros?
Sí, casi a diario tengo que repetir esa "explicación", que suena demasiado recionalizada, pero que es muy sentida y vivida: si confiábamos en Dios hasta tal fecha de nuestras vidas, sabiendo (porque siempre lo hemos sabido desde que tenemos uso de razón) que en cuaqluier momento nos puede sobrevenir una desgracia (las desgracias no son "eso que les sucede a los demás"), carece de toda lógica cuestionar a Dios cuando nos toca sufrirlas.
Es cierto que en el corazón, y menos en el de un niño desgarrado de pena, la lógica no tiene lugar: por eso hay que meter ese "razonamiento" a diario una y otra vez, (como un eslogan, admito que es asi como lo hago) hasta que, a fuerza de repetirlo, se haga consutancial al corazón.
Excelentes comentarios esos dos últimos, Yolanda.
La Biblia ilumina nuestro camino, no fue escrita sólo para entonces y en aquellas circunstancias, sino que es Palabra de Dios dirigida también a nosotros mismos. De ahí la lectio divina, para dar luz a nuestro diario vivir. Os ofrezco las frases que me ofrecieron a mí en un retiro espiritual sobre el tema que tratamos.
" ¿ Es que soy Dios sólo de cerca y no de lejos " ( Jr 23,23 ). Esta frase me llegó en aquellos momentos como especialmente dirigida a mí.
" Te he purificado en el crisol de la desgracia " ( Is 48,10 ). Una cosa es del todo cierta: las personas que mejor comprenden el sufrimiento de los demás, son las que han sufrido.
Y: Is 50, 10; Lc 12, 17; y los pasajes dedicados al Siervo de Yahvé. Y toda la Pasión de Cristo, que culmina en el triunfo de la resurrección.
Dios sabe, nosotros no. Pero a Él no le molestan para nada nuestras quejas, como vemos en el libro de Job, porque las comprende. Jesucristo sufrió y no lo ocultó a sus discípulos: ( Mt 26, 37-38; Mc 14, 33-34 ).
Nos puede ocurrir cualquier tragedia y sentiremos que se nos hunde el mundo. Yo pido al Señor que, si eso me llega, no falten personas que pidan por mí. Porque a Él, a mi Señor, sé que lo tendré más cerca que nunca, y lo percibiré mejor gracias a las oraciones de todos.
Ahora nos toca a nosotros enviar todo lo que podamos, porque allí se necesita todo. Absolutamente todo.
Gracias, Flavia.
Ayer me emocionaba leyendo en Motu Proprio párrafos de una belleza espiritual que me cuesta reconocer en un blog que siempre me ha resultado tan antipático (para qué negar lo obvio). Y, además de eso, verdades como pueños de este estilo, exactamente igual de católicas que el resto de sus reflexiones:
quienes hoy se escandalizan y blasfeman contra Dios por el terremoto, anteayer ni sabían ni tenían en su mente la miseria atávica de Haití y la culpable omisión de los estados a la hora de solucionar o atender los endémicos problemas estructurales de naciones y sociedades como esa. Quiero decir que no se escandalizan del Haití que se muere miserablemente dia a dia, pero sí del que sufre un terremoto
Aun así, hoy hay quienes, con los cadáveres aún sin enterrar, con los miles de heridos sin rescatar de los escombros aún, se preguntan si no será un castigo de Dios: ¿Castigo de Dios a los más pobres de la Tierra?, ¿de qué Dios hablan? Del que la Iglesia predica,no.
Luego nos extrañamos de que "los malos" se ensañen con un obispo. Ante decenas de miles de cadáveres, antes que conmoverse como un ser humano, piensan algunos en castigos (que de serlo, sólo los administraría Dios, no las mentes supercatólicas pasadas de la rosca de la soberbia). Entonces, nuestros enemigos, como no pueden ensañarse con ese tipo de católico anónimo, lo hacen con Munilla, que comete la imprudencia de ir a la SER.
¿No tenían suficiente castigo en el país más pobre del mundo? Algunos, penetran en los inexcrutables designios de Dios, privilegio al parecer concedido a su ortodoxia, y sospechan que la miseria de Haití no era suficiente castigo.
Obispos para un pueblo que sufre
Ser obispo hoy en América Latina es también sentirse Pastor de un pueblo que en los últimos años ha conocido ciertamente notables progresos materiales y que comienza a ofrecer al mundo el resultado de sus esfuerzos en muchos campos de la civilización, pero que conoce todavía –y ésta es su contradicción radical– inmensas zonas de miseria, de analfabetismo, de enfermedad, de marginación. Un análisis sincero de la situación muestra cómo en su raíz se encuentran hirientes injusticias, explotación de unos por otros, falta grave de equidad en la distribución de las riquezas y de los bienes de la cultura.
A este problema se añade otro de igual gravedad: la historia reciente hace ver con frecuencia que, sea por idealismo mal orientado, sea por presión ideológica, sea por interés de partido o de sistemas dentro del juego de las hegemonías, muchos jóvenes ceden a la tentación de combatir la injusticia con la violencia. Y así, al querer reprimirla con otra violencia, se desencadena el proceso que a todos nos apena e inquieta.
Vuestra sensibilidad pastoral os sugiere –y en esto os confirman las orientaciones de Puebla– que en medio a las extensas masas de pobres que constituyen en gran parte vuestras Iglesias, los más pobres deben tener una preferencia en vuestro corazón de padres y en vuestra solicitud de Pastores. Pero sabéis y proclamáis que tal opción por ellos no sería pastoral ni cristiana, si se inspirase en meros criterios políticos o ideológicos; si fuese exclusiva o excluyente; si engendrara sentimientos de odio o de lucha entre hermanos.
Las Iglesias de todo el mundo os están agradecidas por el testimonio que dais de una opción que consiste en estar cerca de los más pobres, sin excluir a nadie, para enseñarles a superar lo que sea indigno del hombre. Para enseñarles a progresar, no para volverse ricos puramente, sino para ser más.
Os invito a ser paternalmente sensibles al sufrimiento de vuestros fieles e hijos más pobres y abandonados. A hacer que, como la de Roma, vuestras Iglesias “presidan” ellas también, según su capacidad, “a la caridad”. Que vuestras comunidades, con sus presbíteros y diáconos al frente sean, cada vez más, promotoras de desarrollo humano integral, de justicia y equidad, en beneficio ante todo de los más necesitados. Que crezcan la comunión y la participación. Que las tareas temporales de la justicia, de la paz, del bienestar, de la instrucción y la educación, de la salud y del trabajo cuenten siempre con laicos bien preparados y seguros, porque reciben oportunamente la luz de la fe y el apoyo espiritual que, en virtud de vuestra ordenación, vosotros y vuestros sacerdotes nunca les negáis.
Miércoles 9 de marzo de 1983
Port-au-Prince (Haití)
Deseo recordar el viaje a Haití que hizo mi predecesor el Papa Juan Pablo II hace veinticinco años, con ocasión de la conclusión del Congreso eucarístico nacional, evocando el tema central de ese encuentro: «Es preciso que aquí cambie algo». ¿Han cambiado las cosas? Vuestro país ha atravesado momentos dolorosos, que la Iglesia sigue con atención: divisiones, injusticias, miseria, desempleo, elementos que suscitan profunda preocupación por el pueblo.
Pido al Señor que infunda en el corazón de todos los haitianos, sobre todo de las personas que tienen alguna responsabilidad social, la valentía de promover el cambio y la reconciliación, a fin de que todos los habitantes del país gocen de condiciones de vida dignas y se beneficien de los bienes de la tierra, con una solidaridad cada vez mayor. No puedo olvidar a los que se ven forzados a ir al país vecino para satisfacer sus necesidades. Espero que la comunidad internacional prosiga e intensifique su apoyo al pueblo haitiano, para permitirle ser protagonista de su futuro y de su desarrollo.
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE HAITÍ EN VISITA "AD LIMINA"
Jueves 13 de marzo de 2008
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Magnífico, pater, que el 9 de marzo de 1983 JPII (al menos, JPII sí) se pronunciara en esos térmionos.
A veces, la cantidad se resuelve en calidad.
Hace unas horas, y sin pensar aún si iba a hacer el comentario que he hecho acerca de la DSI, decía que con mi hijo pequeño estoy usando la táctica de repetirle mucho algo que no le entra en el corazón ni en la cabeza, a ver si así "se le pega". Pues lo mismo con estos temas. Se identifica la "sensibilidad social" por el número de veces y la intensidad del celo con que se habla de ello.
Algún día me voy a tomar la molestia de hacer ese cálculo en infocatólica. No hace falta ser muy sensible para saber que las estructuras de pecado que hieren la sensibilidad más católica no son las que se refieren a la atrocidad cometida en Haití desde su formación hasta el día de hoy.
En cuanto a usted, no me sea quisquilloso, pater. Obviamente no estoy censurando su escasa "sensibilidad social" sino la de los que nadan por ahí pensando que los haitianos han sido castigados por Dios por no sé qué pecados.
Lo que no se podría decir es que la Iglesia, especialmente mediante las instituciones que se dedican a la acción social, no toca estos temas. Ni que estos temas, que forman parte de la moral católica, estén ausentes de la enseñanza de los pastores.
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Esta afirmación de su amigo es, simplemente, falsa.
1983-2008... mmmm, no está mal, no está mal...
Repito: se identifica la sensibilidad por un tema por el número de veces y la intensidad del celo con que se habla de ello.
Pero repito TAMBIÉN: no iba por LPD ni por usted en particular. Sino por quienes
hoy se escandalizan y blasfeman contra Dios por el terremoto, anteayer ni sabían ni tenían en su mente la miseria atávica de Haití y la culpable omisión de los estados a la hora de solucionar o atender los endémicos problemas estructurales de naciones y sociedades como esa. Quiero decir que no se escandalizan del Haití que se muere miserablemente dia a dia, pero sí del que sufre un terremoto
Por supuesto aquí no blasfema nadie. Pero el escándalo se ha visto, la conmoción se ha visto, y hasta el posible pecado de los haitianos que quizá merecieron ese castigo de Dios, en algunos escandalizados y conmovidos que jamás se han escandalizado ni conmovido por los pecados estructurales que han hecho de Haití el reducto más vulnerable del mundo
Repito: se identifica la sensibilidad por un tema por el número de veces y la intensidad del celo con que se habla de ello.
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No. No son dos ocasiones puntuales. Si uno sigue el magisterio papal comprueba que la referencia a temas sociales es continua.
No querer verlo, está mal. Pero llegar a decir que las estructuras de pecado que condenan a mucha población a la miseria , no sólo en Haití, no ha merecido ni una línea... es, simplemente, faltar a la verdad.
"Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar. Y, sabe —volviendo a las preguntas de antes— que el desprecio del amor es vilipendio de Dios y del hombre, es el intento de prescindir de Dios. En consecuencia, la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor. Las organizaciones caritativas de la Iglesia tienen el cometido de reforzar esta conciencia en sus propios miembros, de modo que a través de su actuación —así como por su hablar, su silencio, su ejemplo— sean testigos creíbles de Cristo" (Deus caritas est).
Subrayo:
"El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor".
Pues eso, más callar y dejar que hable sólo el amor.
"Fe, esperanza y caridad están unidas. La esperanza se relaciona prácticamente con la virtud de la paciencia, que no desfallece ni siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, que reconoce el misterio de Dios y se fía de Él incluso en la oscuridad. La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor. De este modo transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante las oscuridades, al final vencerá Él, como luminosamente muestra el Apocalipsis mediante sus imágenes sobrecogedoras. La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz —en el fondo la única— que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: a esto quisiera invitar con esta Encíclica" (Deus caritas est).
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Sí, pater. Amén.
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"Cuanto más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de Cristo: « Somos unos pobres siervos » (Lc 17,10). En efecto, reconoce que no actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el Señor le concede este don. A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de sus propias actuaciones le harán sentir la tentación del desaliento. Pero, precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que un instrumento en manos del Señor; se liberará así de la presunción de tener que mejorar el mundo —algo siempre necesario— en primera persona y por sí solo. Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al Señor. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podemos y hasta que Él nos dé fuerzas. Sin embargo, hacer todo lo que está en nuestras manos con las capacidades que tenemos, es la tarea que mantiene siempre activo al siervo bueno de Jesucristo: « Nos apremia el amor de Cristo » (2 Co 5, 14)" (Deus caritas est).
Yolanda, ¿avergonzarte tu amigo? que no te avergüence.... más bien sería lo contrario y debería de abochornarse él.
Espero que tu amigo se tome la molestia de leer una pequeñísima parte de lo publicado sobre justicia social. Solo así se entendería su queja con el magisterio de la Iglesia y Conferencias Episcopales de todo el mundo.
Eso sí, a modo de consejo fraternal, transmítele a tu amigo que para evitar en un futuro faltar a la verdad, hay que despojarse del traje y corbata (aunque sea de pana)….y mucha oración en silencio….
Una pequeña muestra dedicada a la justicia social. Siento que esté en inglés (no tengo documentación en español), pero seguro que lo reconocerá fácilmente porque lo puede contrastar.
- Rerum Novarum (On the Condition of Workers)
- Mater et Magistra (Christianity and Social Progress) Issued by Pope John XXIII in 1961
- Inter Mirifica Decree on Social Communication, 1963, Vatican II
- Populorum Progressio (On the Development of Peoples) Encyclical issued in 1967 by Pope Paul VI.
- Octogesima Adveniens (A Call to Action) Issued by Pope Paul VI in 1971
- Justitia in Mundo (Justice in the World) Issued by the Synod of Bishops in 1971, this document is the source of the phrase, "work for social justice”
- Sollicitudo Rei Socialis (On Social Concern) Issued by Pope John Paul II in 1987, an extensive discussion of solidarity
- Centesimus Annus (One Hundred Years) 1991 Pope John Paul II on the hundred years of development of Catholic social justice
Documentos adicionales (pastorales de Conferencias Episcopales)
- Economic Justice for All -- 1986 pastoral letter
- Decade after Economic Justice for All , 1996 pastoral letter
- Catholics Confront Global Poverty 2001
- Catholic Campaign for Human Development's Poverty 1998
- Catholic Charities Campaign to Reduce Poverty in America 2004
Etc
(Podría llenar una pantalla completa retrotrayéndome a "Praedecessores nostros" 1847)
De todos modos, creo que mi tan citado amigo no se refería tanto al Magisterio de la Iglesia como al casi total silencio de este portal acerca de las condiciones de, por ejemplo, Haití antes del terremoto.
Pero yo ya he prometido silencio (mira mi comentario de las 3:59 PM ). Cuando la autoridad del pater me impone "más callar y dejar que hable sólo el amor", una no puede menos que obedecer y punto.
:)
Ah, esa enumeración viene genial a todos, así que entre las citas del pater y tus referencias, queda el tema muy ilusrado. Con tal motivo, os he dado una oportunidad paara dejar clara esa sensibilidad en el magisterio.
Otra cosa es que sea noticia un país, por una situación en concreto u actividad que esté vinculada a ese tema.
Y, ok, si el pater impone voto de silencio...
(no, no me olvido de la parroquia. Os he leído cada dia. Como para escaquearse de responsabilidades con la Abadesa...si, si)
Sólo citaba esa frase del Papa, que es muy interesante:
"El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor".
- A veces queremos explicarlo todo, y nos excedemos en las palabras. Me llama la atención que el Papa deje a criterio del cristiano cuando es oportuno hablar de Dios y cuando es oportuno, en cambio, callar sobre Él.
No es habitual oír eso.
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Y, bueno, Marcos nos ha proporcionado un buen muestrario de doctrina social.
Hasta creo que iré a leer lo de Motu.
Buenas noches
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