María y la ciudad
En algunas ocasiones, durante el pontificado de Juan Pablo II, he podido estar presente en el acto de veneración del Papa a la Inmaculada, en la plaza de España de Roma. En pleno centro histórico de la Ciudad se alza ese monumento a la Virgen, una imagen suya en lo alto de una columna, justo delante del palacio de la embajada de España ante la Santa Sede.
María en el centro de la ciudad. Benedicto XVI, un Papa que es un teólogo brillante, siempre extrae, de la contemplación de las verdades de la fe, consecuencias para la vida diaria. El Concilio Vaticano I decía que podemos avanzar en la comprensión de la revelación cristiana considerando la analogía entre el hablar de Dios y las realidades creadas, la conexión que vincula entre sí los diversos misterios, y la relación de estos misterios con el fin último del hombre.
El llamado “giro antropológico” de la Teología no es una novedad absoluta. Toda Teología, precisamente por ser “teológica”, habla al hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada es ajeno a Dios, y por eso – como decía Santo Tomás – el objeto de la Teología es Dios mismo y las demás realidades en su referencia a Él.
María constituye, ha dicho el Papa, en el corazón de las ciudades cristianas, “una presencia dulce y tranquilizadora”. Y la razón de estas notas que caracterizan la presencia de Nuestra Señora es muy clara. Nos recuerda que Jesús ha vencido el mal, que lo ha vencido de raíz, liberándonos de su dominio.
La ciudad no es de por sí un medio más adverso que cualquier otro para la vida del hombre. Pero sí es cierto que la ciudad oculta el mal y, cuando sale a la luz, lo amplifica. En silencio, a nuestro lado, en el mismo edificio, en el mismo barrio, casi puerta con puerta, pueden tener lugar las mayores atrocidades. Quizá en el bajo o en la primera planta de donde vivimos hay una clínica abortista - ¿cabe mayor proximidad del mal? - , o una persona que vive desasistida, o alguien que padece malos tratos, o una víctima del abandono y de la soledad.
Sin embargo, cuando el mal de convierte en “suceso”, los periódicos, las radios y las televisiones, convierten ese acontecimiento en “simulacro”, en mero producto informativo que, al llegar a nosotros a través de una pantalla – de un medio interpuesto – , se transmuta en un sucedáneo de lo real. Puede impresionar nuestra mente pero, difícilmente, incide, a largo plazo, en nuestros afectos y en nuestra conducta. Vemos tantas cosas, leemos tantas noticias, que, salvo que nos afecten muy de cerca, quedan reducidas, a la postre, a puras informaciones, a simple material de telediario.
Frente al anonimato y a la indiferencia de los sucesos, está la historia real: “cada historia humana es una historia sacra y reclama el mayor respeto”. En medio de la ciudad, María nos enseña una nueva mirada. Para Dios, no hay estadísticas. Hay personas. Y sólo llegando a las personas se puede cambiar, mejorar, la ciudad. Es ciertamente, esta mirada, un motivo para la esperanza.
Guillermo Juan Morado.
12 comentarios
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Parece que regresamos algo perezosos del puente. Para qué decir que me ha encantado el post, ese final...
Hace tanto que no vivo en medio de la hostilidad de una granciudad que cuando visito una en vacacionwes, resulta agradable... sólo porque sé que no tengo que quedarme ahí a vivir y puedo regresar a mi entorno habitual de dimensiones abarcables.
María constituye, ha dicho el Papa, en el corazón de las ciudades cristianas, “una presencia dulce y tranquilizadora”
Sí, lo es, y esa imagen de la Plaza deEspañ en Roam lo es particularmente.
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Cierto. Acabamos anestesiados. Por eso es fudnamental ver que detrás de los acontecimientos hay personas que sufren y gozan, que se preocupan y trabajan, que pecan y se levantan.
"Para Dios, no hay estadísticas. Hay personas. Y sólo llegando a las personas se puede cambiar, mejorar, la ciudad. Es ciertamente, esta mirada, un motivo para la esperanza."
Prefiero tener esperanza. Creo que, a pesar de tanta soledad autoimpuesta, tan fria y ajena a la caridad, Dios nunca nos deja solos aunque se viva de espaldas a Él.
Y María Santísima, madre abnegada y llena de gracia.
¿Cómo ama una madre?: no tiene medida. Así es el amor de María por cada uno.
Benedicto XVI nos lo recuerda. Para que nosotros también lo tengamos presente en nuestras ciudades o viendo el telediario.
Parece que, en castellano, ya se ha agotado la edición de "San Telmo".
Algo pasa entre el CPL y yo: me ignoran. Hasta les llamé por teléfono dos veces, saltaba un contestador, dejaba el recado.... y como si no.
Me he comprado el San Telmo, tres ejemplares, para dar a mi hermana, y más cosas del pater -la novena de Navidad- pero en una librería. Y quería tener el librito de las Exequias, donde viene una homilía de don Guillermo, además em gustaría tenerla ya, porque se acerca el primer aniversario, pero salvo e la página del CPL, no lo encuentro.
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