Cinco horas de hospital
Hoy he pasado unas cinco horas en un hospital, descontado un paréntesis para ir a mi parroquia: confesar, celebrar la Santa Misa y dirigir la Novena de la Inmaculada. Acompañaba a una persona mayor de mi familia.
Durante todo el tiempo he observado: a los pacientes, a los familiares de los pacientes, a los médicos, al resto del personal sanitario…, a todos. Y la impresión con la que vuelvo es positiva. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, y es muy difícil borrar esta huella.
El médico de cabecera, que firmó la orden para ir a urgencias, se había quedado preocupado por unas pruebas realizadas a última hora de la mañana. Meditó el resultado y llamó por teléfono para que fuésemos a su consulta por la tarde – cuando ya no es hora de consulta - . Con toda la claridad, exponiendo como duda lo que para él era sólo duda, recomendó ir al Hospital. No se quedaba tranquilo sin un examen más completo.
En el Hospital, la atención ha sido excelente. Lenta, pero muy buena. Aunque no me extraña la lentitud, teniendo en cuenta el número de pacientes. Nuevas pruebas, nuevos resultados y nueva duda. Para resolver la duda, la médico hizo traer el historial, que se conserva en un archivo externo al complejo hospitalario. En todo momento, nos ha mantenido informados, incluso indicando el probable intervalo de tiempo que tendríamos que aguardar.
He encontrado al capellán, un antiguo compañero del Seminario, que estaba recorriendo la sección de urgencias. Amabilísimo, soportó hasta mis bromas, porque no me resistí a decirle que parecía el Dr. House, ataviado con la bata blanca como el famoso médico de la serie. También he coincidido con otro sacerdote, más joven que yo, que iba al hospital a atender pastoralmente a un párroco enfermo.
Y, sobre todo, los pacientes y sus familiares. En la sala de espera me resultaba familiar el rostro de un muchacho. Al final él y su madre se dirigieron a mí, preguntando: “¿Usted es D. Guillermo, verdad? Ha sido nuestro párroco”. Y, en efecto, había sido su párroco; claro que hace años, cuando el chico era aún un niño y yo bastante más joven. Pero me alegró el reconocimiento.
He visto a personas mayores, muy mayores, con sus hijos o nietos. A hombres con sus esposas. A accidentados con sus hermanos o parientes más próximos. He visto humanidad. Y a mí esta visita inesperada, en la fiesta de San Andrés y al comienzo del Adviento, me ha llenado de esperanza.
Guillermo Juan Morado.
63 comentarios
Como en la película Shakespeare in love, no se sabe cómo, pero finalmente la magia del teatro funciona, las cosas se hacen, todo conspira en favor de la harmonía. Esto que es maravilloso en el orden humano, ni qué hablar en el orden de la Providencia. Lo que pasa es que nos faltan esos "ojos mejores para ver" que pedía mi gran compatriota Lugones, salvo cuando tenemos esos "extrañamientos" trascendentes que nos suceden cuando entramos en una realidad que no vivimos.
Buena contemplación, Pater.
Según Hayek, las instituciones de la sociedad, como las leyes, los mercados o el gobierno, incluso el sistema de precios o el lenguaje, no eran un invento o diseño humano para responder a unas determinadas necesidades, sino que era fruto de un orden espontáneo que consideraba un resultado de la acción humana pero no de su diseño. Así, el ser humano, en un proceso de prueba y error, ha visto como ciertas acciones hechas de forma inconsciente le servían para cierta finalidad. Las acciones que sirven para algo perduran y su combinación también espontánea acaba dando lugar a instituciones humanas, que aparecen sin que el hombre se haya planteado deliberadamente su creación. Es por eso que defendía que no debían haber interferencias en la acción individual espontánea y consideraba que la idea del racionalismo de intentar diseñar conscientemente el mundo era una amenaza para la civilización, ya que esta precisamente había nacido a partir del orden espontáneo.
Reflexionar sobre esto en los duros momentos de la vida es impresionante.
Al contrario, lo veo transido de una inteligibilidad trascendente, y no al modo de Hayek, sino de Santo Tomás.
Precisamente el domingo le decía eso a mi hijo pequeño.
Sabernos hechos a imagen y semejanza de Dios nos hace tan inmensa y asombrosamente importantes, que sólo considerar esa idea debería bastarnos para sentirnos bien, como intocables por ningún cataclismo, nada puede vencernos, ni la muerte.
Pero lo cierto es que, al mismo tiempo, sí nos sabemos frágiles, nos sentimos a veces desamparados, padecemos miedos y debilidades. Pues ahí viene la segunda parte, la otra cara de la moneda. La Encarnación, le decía y a Arturo, ha hecho Hombre a Dios, y ha sufrido por y como nosotros, a nuestra imagen y semejanza.
En los duros momentos, sí, Luis López, considerar esa otra cara de la moneda nos impele a decir, entre otras muchas cosas: ¿de qué me quejo?
De todos modos, para estar más sanos que nuestros políticos y que la tele no hace falta una dosis más que medianeja de virtud. ¡Y yo creo que aspiramos a más que una virtud mediana!
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No es así Rojobilbao, la naturaleza humana es una creación de Dios. Y permanentemente Dios nos mantiene en la existencia, y mantiene el orden en que nos movemos, y sustenta la existencia de los seres contingentes dentro de su admirable orden.
Además, nada sale ni escapa de su Providencia, nada ocurre al azar.
Espero morir en casa, o en la calle, sin acabar en un sitio tan repugnante.
De hecho, no se como la sociedad considera aceptables unos parametros de servicios médicos claramente tercermundistas -no la atención puramente sanitaria, que es más que digna-, con unos costes astronómicos.
Si en una tienda nos hicieran esperar 9 horas con dolor para ser atendidos, montaríamos un escándalo de aupa.
Si en un hotel quisieran ponernos a dormir con un desconocido y su parentela, pensaríamos que el gerente se ha vuelto loco.
Pero en cuanto aparece un doctor por el camino, cualquier umbral razonable de exigencia se viene abajo, y ya parece que nos están haciendo el favor de nuestra vida, simplemente por prestarnos unos servicios por los que ya hemos pagado.
Parecen que perduran restos de mentalidad feudal en demasiados pacientes, que parecen creer que el mero hecho de ser atendidos es motivo de agradecimiento eterno.
Y es curioso, porque esa mentalidad ha desaparecido por completo en otros ámbitos como la educación, para ser sustituida por la versión opuesta: una falta total de respeto al trabajador, y una mentalidad de nuevo rico atontao que se cree que pagar impuestos le da derecho a insultar.
Muy emotivo también el artículo.
Una inteligencia abierta a la posibilidad de lo trascendente o la fe, permite verlo.
Creo -en lo poco que la conozco- que la idea de Hayeck es perfectamente asimilable para un cristiano fiel.
El comentario de Rojobilbao me parece muy pertinente para el caso que comenta el padre.
Ydesde luego no creo que Dios tuviese el más mínimo interés en crear el sánscrito o el qechua, por ejemplo. El hombre es una criatura creadora, que cuando se la deja "sola" (la mirada de Dios siempre presente)crea espontáneamente maravillas.
[Está cancelado y borrado lo más desagradable. No he podido hacerlo hasta ahora. Borraré todo lo que haga referencia a disputas personales entre los comentaristas.]
A pesar de todo, soy de las que no soportan los hospitales. Cuando voy a ver a alguien me apunto a todos los recados: periódicos, revistas, agua, avisar a noséquién... con tal de estar dentro lo menos posible.
Pensar que Dios está con nosotros también el sufrimiento es el único modo de hacer frente a la enfermedad.
Espero morir en casa, o en la calle, sin acabar en un sitio tan repugnante
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Kepa, una cosa no quita la otra.
Para morir en casa, con toda la verdadera dignidad que te puede aportar la intimidad de sus seres queridos y de la sensación de hogar; para "disfrutar" de tu propia muerte sin que te cuiden manos mercenarias, para acceder a la atenmción domiciliaria de unos servicios de cuidos paliativos de una abnegación, competencia profesional y calidad humana como los que yo he conocido... para eso, kepa, antes hay que estar enfermo, patear muchos hospitales, muchas salas de espera, muchas horas de papeles, mucho dolor, olores, vejeces propias o ajenas, falta intimidad...
Es que, kepa, ni a enfermedad ni la vejez tienen nada de indignos, más bien al contrario. En los hospitales, con todo lo desagradable que tú enumeras y que padecemos los enfermos y familiares, la experiencia profunda es la de que hay siempre una chispa de auténtica caridad en momentos y personas que por encima de todo atienden con verdaera entrega y amor al prójimo doliente.
También te deseo que mueras en tu casa. Pero antes habrás de estar viejo, o enfermo o ambas cosas y haber pasao el calvarios que pasan todos los mortales. Y que tus semejantes, muchos de ellos desconocidos, te aliviarán con verdaera caridad.
Creo que lo que le dices a Kepa es muy acertado, pero me identifico mucho con su sentimiento al respecto. Ahora mismo me parece insoportable la idea de estar enferma en un hospital.
Con la ayuda de Dios demostráis que se va saliendo adelante, pero me parece que es muy duro. Demasiado.
Y la verdad es que los hospitales siempre consiguen deprimirme un poco.
La enfermedad nos recuerda que somos débiles, que tenemos fecha de caducidad, que noe stamos aquí para siempre. Si no tuviéramos ningún dolor, ninguna debilidad, ni nosotros ni nuestro entorno afectivo, y el éxito nos sonriese permanentemente, acabaríamos creyéndonos los dioses de nuestras vidas.
El dolor es el altavoz que Dios usa para despertarnos, una forma de llamada.
Esta frase la leí hace poco tiempo en un blog. No me parece acertada del todo, porque es como si el propio Dios nos enviase el dolor para llamar nuestra atención, pero sí es cierto que en medio del dolor se pueden ver ejemplos de entrega y sacrificio, y se puede acercar uno al amor de Dios.
Cuando se habla de hospitales y de los profesionales de la medicina, siempre me acuerdo de las órdenes religiosas que se dedican a cuidar enfermos, sin recibir a veces otra compensación que malas caras y desagradecimiento. Esa es la cara de la Iglesia, la que se une por amor, por Amor, al que sufre, la que deberíamos ver más en los medios de comunicación. La Iglesia que celebra, reza y se acerca a los más débiles.
Y también pienso en la pastoral de enfermos, ahora llamada eufemísticamente pastoral de la salud.
¿Ve lo que le deía?
Que esperara a la noche y conocería "tres o cuatro santos en zapatillas de casa, gente maja de verdad"
Uno de ellos acaba de aparecer, es Tineo.
Aún faltan otros por venir.
:-/
[Tineo, disculpe la moderación, usted que es la paz en persona, pero es para evitar "volver a empezar"].
Te has pasao tres pueblos, la lectura de Evagrio te está afectando. ¡Santo en zapatillas! ¡Lo que me faltaba! Si conocieras mis pecados, ni me hablarías. Y los digo totalmente en serio. Ni SPH ni ná de ná. Un desastre a vuestro lado. Como dirían en cierta agrupación que no te cae especialmente bien, con vuestras actitudes "me edificáis" a menudo.
Claro, Tineo protesta por lo de las zapatillas. No se concede esas licencias, en su vida austera y penitente. O va descalzo o con zapatos de un número menos... SPH.
De nuevo le doy las gracias a Luis López y a todos los santos. Y como yo no tengo todavía ni de lejos la paciencia bloguera, pues hasta cuando sea.
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Pues menos mal que no los conozco ni los quiero conocer.
No me he pasado nada.
Esta mañnana un sacerdote, Damián, habló aquí de los santos en zapatillas y pensé en vosotros: asrone, tú, Eduardo, Marcos, don Guillermo...
Pocaa horas después, mis propios pecados me han hecho confirmame en esa idea: pecados tenemos todos. Pero uno muy feo es el que cometemos contar la paz entre nosotrso. Y tú eres de los que ponen paz donde hay discordia.
No, no me he pasado. ¿Será Evagrio el que me inspira para reconocer la virtud allá donde está? Bueno, hay modelos más cercanos,
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¡Muy bueno ese comentario! La verdad es que sí estoy en zapatillas. pero durante mi infancia tuve que caminar con zapatos de un número menos. Pero no por austeridad santa, eran estrategias de mi madre, que decía que era muy feo tener los pies grandes. Aunque a lo mejor me decía eso para no decirme que no tenía dinero para comprar unos zapatos nuevos. ¡Tambiént enía que ir a la escuela con un gorrito muy incómodo porque ELLA era muy friolera, jajaja.
luis:
Me edificáis y os doy licencia municipal y de la otra para seguir haciéndolo, porque sigo siendo "terreno urbanizable" en materia de doctrina, de vida cristiana, de oración, y de más cosas que no os cuento.
Sobre la manera de vivir cristianamente la enfermedad de un familiar, hay un señor en mi parroquia del que todos decimos que es santo, que vivió de forma ejemplar la enfermedad y el fallecimiento de su mujer. Hay muchos santos, por la misericordia de Dios (incluso alguno no canonizado -aún- como Telmo y el gran Evagrio, pero no podemos llamar santo a cualquiera.
Hasta luego
dicen que la definición de bufanda es "esa prenda que ponen las madres a sus hijos cuando ELLAS tienen frío"
Me quejaba de pequeña de los gorros (aquellos "verdugos" horribles, picaban en el cuello, eran feos, lucías horrorosa...) que nos ponía mi madre. Me propuse de pequeña no caer con mis hijos en lo que yo consideraba graves defectos de todos los padres, y fui haciendo una lista en mi diario para no dejarme nada sin cumplir de mayor, al ser madre.
Pues fíjate: hay cosas que voy cumpliendo a rajatabla. Pero como mis hijos (cometí ese error) conocen la lista, a veces me la recuerdan y ¡hasta pretenden añadir nuevos artículos! Por ahí no paso, claro.
'Menos agradable es aún tener que cumplir con ciertas necesidades fisiológicas con todos ellos alrededor.'
Menos agradable aún es no poder cumplir y que te pongan una sonda urinaria. Te lo aseguro.
Ya me gustaría poder poner SPH.
Hace unos años acompañé a un familiar, ya grande, internado y muy enfermo. Un día después de recibir la comunión me dijo algo así como ¿qué le digo a Dios?
Le recuerdo con cariño.
Estar en un hospital no se olvida. A algunos os pasa como a Bernie Laplante (Dustin Hoffman en Héroe por accidente). ¿Alguien se acuerda?
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Jajajjaja. Sin ponerlo, nos hace reír igualmente.
jajajajajaja!!!
Aquí, con el ómnibus a punto.
o bien: reliquit omnibus rebus...
es decir, dejaron el ómnibus.
Nosotros, no lo dejaremos... Para poder continuar el seguimiento. Pero será el ómnibus de asrone, claro.
Acabo de enviar al pater la foto del bus de asrone con el tuneo que le hizo Tineo. Genial. Si hace falta lo medicalizamos, con equipamiento de soporte vital avanzado.
Los hospitales de la SS en españa sólo tienen la pega, no pequeña, de la intimidad de pacientes y familias. Y lo relativo a hostelería. Por lo demás, son la excelencia.
Nosotros, tras 17 meses medicina privada, acabamos en la pública los últimos 4 meses. Y los paliativos a domicilio son de la comunidad autónoma. Son extraordinarios. En todos los sentidos. No tengo palabras, no las hay.
Yolanda, cambia eso de la SS, jaja!
En serio, acabaré sabiendo más latín que lo que aprendí en 2º de BUP.
Pero no sé cómo.
Puede ser Semana Santa, Seguridad Social o las SS, qué horror, jeje
¡A ver si alguien sabe indicar al páter cómo colgar la foto del bus!
Asrone: lección de latín (y de indoeuropeo) en el hilo nuevo.
seguro servidor (p. us.; cf. s. s. s.)
S. S.
su santidad
off-topic:
Yolanda, ¿tus alumnos conocen Boggle? Es un juego que me encanta.
http://es.wikipedia.org/wiki/Boggle
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